Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 1 de enero de 2022

MÁS QUE GUAPA ERA VISTOSA

 


Polo se acordaba bien de ese día; le hizo gracia ver a la doña manejando y al marido relegado al asiento del copiloto, cuando la ventanilla descendió con un zumbido y un vaho de aire gélido le golpeó el rostro sudado. La mujer llevaba lentes oscuros que escondían por completo sus ojos y en cuya superficie Polo podía verse reflejado, mientras ella le explicaba quiénes eran y qué hacían allí, su boca pintada de rojo escandaloso, los brazos desnudos cubiertos de brazaletes plateados que tintinearon como canillones de viento cuando Polo finalmente alzó la pluma de acceso y ella agitó su mano para agradecerle. Una doña como tantas otras, equis, a él nunca lo había impresionado. Igualita a las demás señoras que vivían en las residencias blancas de tejas falsas del fraccionamiento: siempre de lentes oscuros, siempre frescas y lozanas tras los vidrios polarizados de sus inmensas camionetas, los cabellos planchados y teñidos, las uñas impecablemente arregladas, pero nada del otro mundo cuando uno las veía de cerca; vaya, nada para volverse loco como el pinche gordo, de verdad que ni era pa’tanto. 



   Seguramente la conocerían por fotos; el marido era famoso, tenía un programa en la tele, a cada rato salían los cuatro en las páginas de sociales de los periódicos: él, calvo y chaparro, vestido siempre de saco y camisa de manga larga a pesar del maldito calor, los dos chamacos remilgados y ella, acaparando la atención con sus labios encamados y aquellos ojos chisposos que parecían sonreírte en silencio, entre retozones y malévolos, las cejas arqueadas en un mohín de complicidad coqueta, más alta en plataformas que el marido, la mano en la cintura, el pelo suelto hasta los hombros y el cuello adornado con vueltas de collares vistosos. Esa era la palabra que mejor la describía: más que guapa era vistosa, llamativa, como hecha nomás para clavarle los ojos, con sus curvas esculpidas en el gimnasio y las piernas descubiertas hasta medio muslo, en faldas de seda cruda o shorts de lino pálido que contrastaban con el fulgor apiñonado de su piel siempre bronceada.

FERNANDA MELCHOR - "Páradais" - (2021)


Imágenes: Rafael Silveira

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