Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 28 de febrero de 2024

ERA UNA CUESTIÓN DE INFIDELIDADES


Todo empezó con una llamada telefónica de Isabella. Quería saber dónde estaba Christopher y me vi en la tesitura de tener que decirle que no lo sabía. A sus oídos debió de sonar increíble. No le dije que Christopher y yo nos habíamos separado seis meses atrás, ni que hacía casi un mes que no hablaba con su hijo.

   Mi incapacidad para informarle del paradero de Christopher le pareció incomprensible, y su respuesta fue mordaz, aunque no del todo sorprendida, algo que en cierto modo solo sirvió para empeorar las cosas. Me sentí humillada y a la vez incómoda, dos sensaciones que siempre han caracterizado mi relación con Isabella y Mark. Y eso a pesar de que Christopher me decía a menudo que yo les causaba el mismo efecto, que debía esforzarme por no ser tan reservada, porque era fácil confundir esa actitud con la arrogancia.

   ¿No sabía que algunas personas me consideraban esnob?, me preguntó más de una vez. No lo sabía. Nuestro matrimonio se sustentaba en las cosas que Christopher sabía y yo no. No era meramente una cuestión de intelecto, aunque en ese sentido Christopher también tenía ventaja, pues sin duda era un hombre inteligente. Se trataba más bien de los datos ocultados, de información que él tenía y yo no. En pocas palabras, era una cuestión de infidelidades: la traición siempre coloca a un miembro de la pareja en una posición de conocimiento y deja al otro a oscuras.



   Sin embargo, la traición no era (al menos, no necesariamente) el motivo principal del fracaso de nuestro matrimonio. Ocurrió poco a poco. Incluso después de acordar separarnos, había asuntos prácticos que atender; desmantelar el edificio de un matrimonio no es poca cosa. La perspectiva era tan abrumadora que empecé a preguntarme si alguno de los dos se lo estaba repensando, si había alguna duda enterrada en las profundidades bajo toda la burocracia, acallada entre las pilas de papeles y formularios electrónicos que intentábamos evitar a toda costa.

   Por eso era comprensible que Isabella me llamase para preguntar qué había pasado con Christopher. Le he dejado tres mensajes, me dijo, pero me salta directamente el buzón de voz, y la última vez que llamé sonó un tono del extranjero…

   Pronunció la palabra «extranjero» con un deje de sospecha que me resultaba familiar, con desconcierto (no podía imaginar una sola razón para que su único hijo deseara alejarse de su radio de acción) y resentimiento. Entonces volvieron a mí ciertas palabras, frases pronunciadas a lo largo de nuestro matrimonio: eres extranjera, nunca te has integrado del todo, es simpática pero no es como nosotros, tenemos la sensación de que no te conocemos (y luego, por último, lo que sin duda diría si Christopher le contase que lo nuestro se había terminado), es mejor así, cariño, en el fondo nunca formó parte de la familia.

KATIE KITAMURA - "Una separación" - (2018)


Imágenes: Moonassi

lunes, 26 de febrero de 2024

EL OLOR A CAFÉ


El olor a café de todos estos lugares —yo también me he dado cuenta— funciona como un gran factor de creación de atmósfera, los empleados se pasan el día removiendo café y a veces parece que lo hacen con el único objeto de activar las conexiones neuronales de los que pasan por la puerta (huele a café-me tomaría un café-me merezco un café) o de los que ya están dentro (huele a café-tengo mi café-he tomado la decisión adecuada). Hay que aclarar que no se trata de un café cualquiera, sino siempre de auténtico café extranjero. Todo el café que se consume en Corea es extranjero, obviamente, pero el café que se consume en estos locales es más extranjero todavía y en sus cartas y menús se detallan las procedencias exóticas y prometedoras —Costa Rica, Kenia, Guatemala— con tanto acierto que uno solo puede pensar: «Es exótico, me gusta». La idea de que las cosas de fuera son mejores que las de dentro se sustenta en el hecho de que a menudo son más caras. ¿Y cómo no pensar que son mejores puesto que son más caras? De hecho, una razón para que las cosas caras sean caras es que a menudo las ha traído alguien del extranjero. En ese caso decimos: «Oh, bueno, es importado». La mayoría de las cadenas de cafeterías que operan en Corea son de propiedad coreana, pero su principal seña de identidad es el extranjerismo, la idea de que no estás en Corea sino en un rincón de la vieja Europa —Francia, Italia, incluso Austria— o en Estados Unidos y consumiendo una materia prima de un tercer y remoto país. Lo cual siempre es agradable, un pequeño lujo. Para mecer esta idea, explica Yoo, las cadenas de cafeterías ofrecen unos precios verdaderamente altos y por tanto siguen lo que él llama la técnica de los yogures líquidos Actimel: «Mételos en frascos pequeños, adórnalos con asociaciones de ideas acerca de la salud, las defensas y la longevidad, y ponles un precio disparatado: solo así conseguirás que la gente valore tu producto».
FERNANDO SAN BASILIO - "Crónicas de la era K-pop" - (2015)

Imágenes: Chema Madoz

sábado, 24 de febrero de 2024

CON LA SEQUÍA LLEGÓ LA POBREZA


La cubeta desciende por el pozo hasta topar con una superficie más consistente que el agua y emite un sonido que Remigio ya venía esperando. Está por cumplirse un año de la última lluvia y la gente se reúne desde julio cada tarde para orar en la capilla de San Gabriel Arcángel, pero ya corre septiembre y ni una gota, ni un escupitajo del cielo. De vez en cuando amanece el rocío sobre hojas y ventanas, mas eso apenas lo distinguen los madrugadores, ya que el sol se lleva toda humedad tan pronto surge sobre Icamole. Una ocasión se aproximaron nubes cargadas por el oriente, y algunas personas se treparon a cualquier loma para azuzarlas desde ahí. Aquí estamos, vengan, tenemos sed, y varias mujeres abrieron sus paraguas para demostrar su inflexible fe, una fe que no alcanzó a mover montañas, al menos no el cerro del Fraile, a veinte kilómetros de ahí, pues todos acabaron por ver decepcionados cómo las nubes chocaban contra sus picos y laderas, derramando allá mismo su perfecta carga. No fue ni la primera ni la última vez que el cerro del Fraile les robó las esperanzas, por eso la contigua Villa de García continúa verde, mientras que en Icamole las acequias son avenidas para los tlacuaches. Remigio da un tirón a la cuerda que sostiene la cubeta y la suelta de nuevo. El sonido se repite: una percusión. A él le habría disgustado lo mismo que del fondo brotara la melodía de un arpa o el canto de una sirena; la única voz de su noria debería ser un chapaleo.


   Revisa la cuerda y se da cuenta de que algo anda mal. Él sabe que el pozo mide ocho metros hasta el fondo y por eso la cuerda tiene un nudo justo en esa longitud. Según sus cálculos, al menos queda medio metro de agua, suficiente para regar el aguacate y bañarse esa y otras cuantas mañanas y salir a pasear por Icamole con los cabellos agitados por el viento, con la cara fresca, los dientes limpios, y saludar a las mujeres de cabelleras tiesas, envueltas en pañoletas, a los hombres de caras polvosas y tierra entre las uñas, en ese Icamole sin otra humedad que el sudor y el agua de los tambos que Melquisedec acarrea en su carreta desde Villa de García. Con la sequía llegó la pobreza y el día en que el repartidor de refrescos dijo ya no me sale el viaje hasta acá para vender tan pocas botellas. El agua de Melquisedec es gratuita; la carga en una acequia comunal de Villa de García y el gobierno del estado le paga una iguala por su esfuerzo y el de las mulas que remolcan la carreta en un trayecto ligero de ida y sufrido de vuelta.

   Por evitar el desperdicio, la gente dice el agua de Melquisedec es para beber, no para lavarse los pies, y eso impulsa a Remigio a provocarlos con su cara recién lavada. Yo bebo, les dice con la mirada, yo me ducho, y hasta riego mi aguacate sin perseguir la carreta de los tambos; si bien, cuando alguien le hace la pregunta, él responde sin titubear que su pozo está tan seco como el resto.



   Zarandea la cuerda una y otra vez sin éxito, sin sentir que la cubeta dé un mordisco a ese medio metro de agua, y decide que un obstáculo le impide llegar hasta el líquido. No sería el primer animal sediento en causarle problemas. Tres años atrás hubo de sacar a un coyote, que encima se defendió como si Remigio fuera el enemigo y no el rescatista. Y, sin embargo, no se molestó con el animal. Sabe que cualquier muerte es preferible a la provocada por la sed.

   Trae una lámpara de petróleo, la ata a la cuerda de la cubeta y la baja por el oscuro buche de la tierra. Primero distingue el resplandor de dos ojos claros, luego el rostro blanco, infantil, de retrato antiguo; al final, una cabellera larga y negra todavía bien peinada. Calcula que ese rostro ya recibió doce cubetazos y, luego de mirarlo un par de minutos, acaba por concluir que no parpadea.

DAVID TOSCANA - "El último lector" - (2005)


Imágenes: Annalise Neil

jueves, 22 de febrero de 2024

ESTUVE EN EL MUNDO SUBTERRÁNEO

 


Est
uve en el mundo subterráneo —dijo Arno—. El recuerdo debe empezar en algún sitio. Éste es el Berlín más antiguo, una reconstrucción de un asentamiento en la edad de bronce. Estas personas vivían literalmente bajo nuestros pies. Eso es lo que hace al presente tan arrogante que nos negamos a reflexionar sobre el hecho de que también nosotros yaceremos bajo los pies de otros en el futuro. Culpa de Hegel…

   —¿Por qué Hegel?

   —Porque pensaba que nosotros ya habíamos alcanzado más o menos la meta. Y eso ya no se puede extirpar. Nunca podremos imaginarnos tanto futuro como pasado tenemos. Mira ese dibujo… realizado con todo el amor, naturalmente, pero expresa menosprecio. Parece decir: eso no podrá pasarnos nunca a nosotros. A nosotros no nos tendrán que desenterrar. Nuestra ropa nunca podrá ser tan ridícula como la piel de un oso. Nadie desea imaginarse el futuro como algo en lo que, para variar, nosotros seamos las víctimas, un conjunto de huesos en la vitrina de un museo. Ya hemos pasado por ese estadio. ¡Ja, ja, ja! O pensamos que siempre continuará así, o que algo acabará con nosotros. Los viajes espaciales son absurdos, ya que para ir a un planeta de nada hay que estar años de viaje. Habría que engendrar antes otra humanidad. Y el universo está demostrado que se las puede arreglar muy bien sin nosotros. Sabe Dios si a nosotros nos parecería también bien, aunque nunca lo admitiríamos, porque sin nosotros es indudable que todo se vuelve bastante aburrido. Unos cuantos relojes que no cesan de hacer tic tac sin que nadie les preste atención.

CEES NOOTEBOOM - "El día de todas las almas" - (1998)


Imágenes: Amir H. Fallah

martes, 20 de febrero de 2024

SOY ESCRITOR


Soy escritor y, a mí, los escritores que más me gustan son aquellos que, cuando leo alguno de sus libros, me dan ganas no solo de seguir leyendo: me dan ganas de ponerme a escribir. Porque según lees cada renglón te das cuenta de que allí hay algo hermoso y sin embargo esa hermosura solo te colma un momento, porque en seguida que lo has leído y releído, notas que se diluye y se escapa, y que de todas formas solo ilumina un pequeño rincón, pero el mundo alrededor es oscuro y probablemente sucio, por lo que quisieras tú también ponerle algún remedio, no conformarte con esa diminuta parcela de hermosura, y porque, además, uno siente más nostalgia durante la felicidad que durante la tristeza, porque si estás triste, bueno, quizá preferirías no estarlo, e intentas cambiar las cosas si te alcanza el ánimo, pero si estás feliz puedes llegar a experimentar una emoción intensa, y por mucho que te digas nada ha cambiado y por tanto debería seguir estando igual de feliz, no eres capaz de mantener esa intensidad del éxtasis más que qué, ¿cinco, diez segundos, un minuto, una hora entera? No más, seguro, probablemente menos. Así que tu felicidad te hace consciente de que el resto del tiempo no eres tan feliz, y sobre todo de que la mayor parte de tu vida ha constado de momentos que no fueron así de felices, más bien ha constado sobre todo de momentos en los que no has sentido nada porque estabas ocupado aprendiendo a conducir, comprando un billete de metro o cepillándote los dientes, y te gustaría cambiar las cosas, que hubiesen sido diferentes, remediar cada uno de esos minutos en los que estuviste perdido para el entusiasmo y que, sin embargo, de haberte fijado bien, podrían haber sido, de acuerdo, no todos de éxtasis, porque sería agotador y ninguno pasaríamos de la adolescencia, pero al menos de placidez y con suerte de emoción, pero no, no pudo ser así y es doloroso.



   Y con un libro hermoso sucede que también quisieras que la belleza no fuese tan efímera, y te contratas a ti mismo de peón para seguir edificándola, y te pones a escribir, quieres tú también iluminar, hacer que el corazón de otros se ensanche, pero lo malo es que algunos lo que de verdad sabemos hacer es escribir la fealdad, describirla con pelos y señales, darle carta de ciudadanía en el mundo y decir, mirad, ahí está, eso somos, no os hagáis ilusiones. Así que soy consciente de que yo, de haber nacido ángel y no un niño con orejas de soplillo, habría acabado en el abismo, porque no habría soportado esa visión cegadora de la hermosura perfecta, y habría envidiado a aquellos ángeles capaces de ser partícipes de tanto esplendor, y sin duda les habría manchado las alas de tinta, me habría limpiado los mocos con sus túnicas blanquísimas, hasta que un día —aunque creo que allí no existe el tiempo— Dios hubiese dicho, eh, tú, no quiero volver a verte por aquí. Y yo habría caído con gran estruendo en el infierno, y allí, al menos, habría podido seguir escribiendo sobre el dolor y el estremecimiento y sobre el famoso rechinar de dientes. Porque, y la verdad, me parece una lástima, a mí lo que se me da bien es eso, y las frases bellas tengo que dejárselas a otros, a esos ángeles brillantes incluso cuando están tristes, a los que seguiré envidiando y odiando, aunque sé que en eso consiste precisamente mi condena

JOSÉ OVEJERO - "Mundo extraño" - (2018)


Imágenes: Elias Sime

domingo, 18 de febrero de 2024

GENTE SE ROMPE, TAMBIÉN


Llegó agotada de Madrid. Le había tocado el asiento del medio de una hilera de tres, la peor situación. Al menos sus dos vecinas habían resultado mujeres amables, pero aún así, casi no había dormido. Se había debatido toda la noche buscando una posición posible, una batalla inútil contra el cuerpo: nunca había podido dormir sentada. Así que la llegada fue una bendición. Ahora espera su valija en la sala de equipajes. Deben haber aterrizado varios aviones juntos porque la sala está repleta y la gente se agolpa impaciente alrededor de las cintas. La suya es la número siete, su número preferido. El siete, según dicen, simboliza la reflexión, el perfeccionismo y la espiritualidad. Pero ella lejos está de ser reflexiva y perfeccionista. Julia se reconoce más bien impulsiva y vive luchando contra su propensión al desorden. Hizo la valija a las apuradas y compró los regalos a último momento. El libro que le había pedido su colega Santiago, algunas chalinas para sus amigas y una camisa para Fernando. Siente una punzada de culpa, seguro que no acertó con el talle, y tampoco la camisa es nada del otro mundo, más bien un regalo de compromiso. Pero hace tanto que él no le regala nada a ella, se defiende, tanto que no… Mejor no se enrolla en esos pensamientos resentidos y se concentra en su valija. Desde la segunda fila en la que está no alcanza a ver todo el recorrido de la cinta. Mira con ansiedad hacia el hueco de donde va saliendo el equipaje, detrás de una cortina de flecos de goma. Todos comparten la misma expectación y la ligera angustia del extravío: una parte de uno puede fragmentarse, quedar impar, disolverse en la nada.



 En cambio, qué alivio, qué contento sobrevienen cuando el yo y el equipaje se reconocen y se completan. (Será por eso de que el cuerpo llega primero y el alma después, siendo el equipaje un eslabón necesario). Se ve en el gesto de conquista con que cada uno se inclina para atrapar su valija, arrancarla del idiotismo de la cinta, y calzarla en su carrito. Pero pasan los minutos y ella todavía no ha sido tocada por esa gracia. Sigue alerta. Y entonces, inesperadamente, ve aparecer la bota: una bota alta y sola, doblada sobre sí misma, como si quisiera ocultarse a la mirada filosa de los otros. ¿Qué hace una bota ahí? Se habrá salido de una valija mal cerrada, o rota. Muchas veces se rompen valijas en los traqueteos del traslado. Gente se rompe, también. La bota, recostada junto a una valija estampada, sigue su avance y Julia siente un malestar, eso que se llama vergüenza ajena. Mira a su alrededor. ¿De quién será? Qué mal momento, piensa, para su dueña verla ahí, desnuda, solitaria, mostrando su miseria. Pero nadie se acerca a recogerla. Junto a ella hay una pareja elegante con aspecto europeo, un grupo de adolescentes con remeras altisonantes, una mujer vestida de riguroso gris y negro —probablemente una religiosa—, algunos hombres solos y maduros; frente a ella, del otro lado de la cinta, una familia con varios chicos, más hombres y mujeres. Todos le echan una mirada curiosa a la bota que se va alejando hacia el otro extremo del circuito hasta desaparecer.

INÉS FERNÁNDEZ MORENO - "No te hagas ilusiones" - (2023)


Imágenes: Mohamed Hafez
 

jueves, 15 de febrero de 2024

SCRIPTA MANENT


—Intentaré explicárselo. No será fácil, ya que usted no está activo en Facebook ni en Twitter. Entre muchas otras cosas, Internet se ha convertido en un lugar de encuentro de personas solitarias. En el pasado, uno iba al parque, se sentaba en un banco y esperaba a que alguien se sentara a su lado para entablar conversación. O iba a un café y empezaba a charlar con el que se sentaba a la mesa de al lado. Era la manera de vencer la soledad y, a menudo, era una forma de hacer nuevos amigos. Hoy en día ya no se va al parque ni al café. Uno se sienta ante el ordenador, le da al teclado y espera encontrar interlocutores en Facebook. —Hace una pausa y espera, por si tengo preguntas sobre el tema. No las tengo y continúa—: Hay, sin embargo, dos diferencias muy significativas. Mi padre, defensor de la dictadura militar, solía decir: «La cara es el espejo del alma». Aquí no hay caras, señor comisario. Llegas a tener un montón de amigos pero no conoces sus caras. La única esperanza es un encuentro en Facebook. La otra diferencia tiene que ver con la comunicación. En el banco y en el café la comunicación es oral. En Internet la comunicación se hace por escrito. Esto significa que los que hacen amistades en Internet tienen un mínimo nivel de educación.

 


  Pero lo más importante es que la palabra escrita ejerce mucha más influencia que la palabra oral. El scripta manent, lo escrito queda, es una expresión muy sabia, y lo escrito queda en Internet. Si hablamos con alguien, a menudo tenemos que esforzarnos en recordar qué nos dijo exactamente. En Internet basta con retroceder hasta el mensaje escrito para recuperar literalmente lo que se ha dicho. —De nuevo hace una breve pausa, me observa y prosigue—: Pasemos ahora al profesor en cuestión. Imparte clases en la universidad, por lo tanto, le seduce la palabra escrita, como a todos los profesores. Si la mujer que se puso en contacto con él tiene cierto nivel de educación y cierta habilidad en la escritura, no le habrá sido nada difícil convencerlo. Lo segundo, que por desgracia nunca sabremos, es el grado de soledad que afligía a ese hombre. No sabemos cuánto le costó el divorcio ni el hecho de haber perdido todo contacto con su hijo. Usted me lo ha descrito como una persona ambiciosa. Si a eso añadimos su bulimia, que subraya el cariz insaciable de su carácter, entenderá que el trabajo de la señora de Kozani debió de ser muy fácil.

PETROS MÁRKARIS - "Universidad para asesinos" - (2018)


Imágenes: The Grolier Club

martes, 13 de febrero de 2024

TESTIMONIOS (2)


TESTIMONIO 042


   Mi trabajo aquí es fundamentalmente de carácter administrativo. Sí, así es. Yo distribuyo las tareas diarias. También me corresponde cuidar de que la dotación humana de la tripulación no sufra una nostalgia tan feroz que sus miembros se queden en estado catatónico. Cosa que veíamos con cierta frecuencia al principio. Para sorpresa de todos, los objetos de las salas se han revelado beneficiosos en lo que se refiere a dichos ataques de nostalgia, y los empleados humanos que, en virtud de sus labores concretas, tienen la oportunidad de ir al valle de Reciente Descubrimiento muestran enseguida signos de mejora y buen humor. Mi preferido es el mayor de ellos, ese de las profundas estrías amarillas. Cuando el sol incide sobre el objeto, las estrías se encienden como ascuas y dejan escapar una sustancia de apariencia resinosa. Como no hay ventanas en la habitación donde los custodiamos, a veces lo subimos a la sala panorámica. Cuando orbitamos alrededor de Reciente Descubrimiento existe una posición adecuada en la que el sol incide en la sala panorámica llenándola de una luz cálida y ondulante, como agua luminosa. Entonces el gran objeto, colocado en el centro de la sala, resplandece. De todas las ranuras fluye el líquido de aroma delicioso. Cualquiera que se encuentre en la sala en dicho instante se ve inundado de una felicidad que no soy capaz de describir con palabras. Cuando la nave prosigue su trayectoria ya fuera del alcance de la luz de la estrella, se oye un resuello que procede del gran objeto, como de extenuación. Lo limpiamos bien con paños húmedos y lo llevamos de nuevo a la habitación. En nuestros brazos parece cansado. He dado permiso a los miembros de la tripulación para que conserven esos paños, que sé que colocan sobre sus rostros cuando van a dormir. Yo también descanso con el paño de ese modo, y eso me ayuda, aunque no sepa explicar muy bien de qué manera.



TESTIMONIO 063


   Él era un miembro excepcionalmente bueno de la tripulación, se encargaba de sus tareas de modo inmejorable. En otros tiempos tuve una casa situada en las afueras de Enero 01, lo que antes era Naestved. Al principio, cuando todavía no los habían ubicado y se escapaban y se escondían en los bosques, algunos acudían a mí para que los ayudara en esto o aquello y se alojaban en mi casa por un corto período de tiempo. No temo reconocerlo porque, aunque en aquel entonces sí que se castigaba, ahora creo que hasta vosotros podréis comprender que yo solo intentaba hacerles un sitio en nuestro mundo de manera que pudieran convertirse en miembros productivos de la sociedad. También vosotros habéis comprobado que aptitudes desde luego no les faltan. La primera generación era un poco más salvaje, les costaba controlarse, sí, ¿qué? Claro, sus sentimientos, eso debió de ser en realidad. Eran muy divertidos. Los compararía con soldados de infantería fuera de servicio. Una maravillosa cabellera resplandeciente. Su particular sentido del humor. ¿De qué manera habéis logrado programar eso? ¿O a lo mejor no lo hicisteis? ¿Es cierto que algo así solo puede surgir en virtud del principio del azar inherente? ¿Diríais, a partir de vuestros conocimientos sobre el tema, que son susceptibles de ser amados? Y, en ese caso, ¿habría que amarlos como a seres humanos o como a los perros?

OLGA RAVN - "Los empleados" - (2018)


Imágenes: Mason Lindroth

domingo, 11 de febrero de 2024

TESTIMONIOS


TESTIMONIO 004


   Limpiarlos no entraña dificultad. Creo que el grande emite una especie de arrullo, ¿o es una sensación mía? ¿A lo mejor no coincide con lo que vosotros pensáis? Desconozco si es ese el propósito, pero parece del sexo femenino, ¿no? Las cuerdas son largas, tejidas con fibras azules y plateadas. La mantienen suspendida mediante un arnés que parece de becerro en el que destacan pespuntes blancos. ¿O no es así la piel de los terneros? Nunca he visto uno. De su abdomen sale un… ¿cómo llamarlo?, sí, ¿un esqueje filamentoso? Se tarda bastante más tiempo en limpiar este que el resto. Yo suelo utilizar un cepillo pequeño. Un día me encontré con que había puesto un huevo. Si se me permite decirlo, en mi opinión no deberíais tenerla constantemente suspendida. El huevo se rompió al caer. Su contenido viscoso descansaba bajo ella, y también el cabo deshilachado del esqueje se veía abajo en el líquido. Finalmente opté por quitarlo de allí. No lo había contado hasta ahora. A lo mejor ha sido un error. Al día siguiente se oía un arrullo. Más alto, como un zumbido eléctrico. Y al otro permaneció en silencio. Desde entonces no ha vuelto a decir nada. ¿Será tristeza? Empleo ambas manos. Desconozco si los demás han oído algo. Acostumbro a ir cuando todos duermen. Hacer limpieza aquí no entraña ningún problema. Lo he convertido en mi pequeño mundo. Mientras ella descansa le hablo. Quizá el lugar no parezca demasiado grande. Solo hay dos salas. Probablemente digáis que es un mundo pequeño, pero no tanto cuando se trata de limpiarlo.



TESTIMONIO 012


   Me desagrada entrar ahí. En particular los tres del suelo parecen poseer una maldad consustancial, o tal vez sea indiferencia. Como si desde su profunda indiferencia quisieran causarme daño. No entiendo por qué siento la necesidad de tocarlos. Siempre hay dos de ellos fríos, mientras que el tercero está caliente. Varía quién es el que posee calor. Da la impresión de que se recargan entre sí, o de que se alteran a la hora de ceder su energía a uno de los otros. Incluso me entra la duda de si no será uno solo, una totalidad, en lugar de tres. Tres unidades individuales que se conocen muy bien. He visto que tienen intimidad. Eso me espanta, lo aborrezco. He visto muchos otros iguales a ellos. Parece como si cada uno siempre pudiera ser cualquiera de los restantes. Como si no existieran propiamente como tales, sino como idea de reciprocidad. Siempre con la posibilidad abierta de que surjan más, en ramilletes, arracimados, y en las laderas de la montaña pueden parecer alguna clase de eccema. Por eso digo que me desagrada estar ahí dentro. Logran siempre que los toque aunque yo no quiera. El lenguaje que poseen me destruye cuando entro ahí. Ese lenguaje consiste en que son muchos, que no son uno, que uno es la repetición de todos ellos.

    OLGA RAVN - "Los empleados" - (2018)


Imágenes: Mason Lindroth

viernes, 9 de febrero de 2024

EL PRIMER DISCO QUE COMPRÉ

 


Conservo el primer disco que compré, que es también la primera cosa mía que compré. Los caramelos y los juguetes pertenecen más a nuestra infancia que a nosotros mismos, son en realidad un patrimonio de nuestros padres, una felicidad heredada. No niego el valor de la infancia, pero me parece que sólo se puede medir cuando desemboca en esa batalla dura que somos nosotros. Empecé a ser yo dentro de algunos libros y también dentro de un mes de diciembre, una tarde en la que tuve la suerte de que mis abuelos apareciesen sin regalo en la fiesta de mi noveno cumpleaños. Solucionaron el problema con una alegría en metálico, y yo me compré a la mañana siguiente un disco de Serrat. No fue un capricho de niño raro. Es que mi madre era muy partidaria de Julio Iglesias y mi padre un decidido defensor de Raphael, y yo, obligado a escoger entre los dos, me encontré de pronto con la posibilidad de salir corriendo, gracias a un cantautor catalán que había puesto música a los versos de un poeta sevillano. Lo había oído en la clase de literatura de un profesor que supo compensarme con aquel disco de muchas horas de frío y de la monotonía de la lluvia en la ventana. Nuestros destinos dependen con frecuencia de algunas decisiones casuales que toman los demás.
Conservo el disco, como conservo la imagen del niño que oyó hablar en el colegio de Antonio Machado y quiso oír sus Cantares y su Saeta en la voz de Serrat. Las cosas sirven a veces para materializar aquello que no está fuera, sino dentro de nosotros. Desde que oí aquel disco, fui haciéndome como soy, con una felicidad mía, con un dolor propio, con el patrimonio de mis sentimientos, como un golpe de dudas o de dados que no pretende abolir ningún azar, pero intenta saltárselo para que todo termine bien y con las cifras adecuadas. Debajo de mis opiniones más sensatas, se esconde el joven que sabe correr más que la policía y que aprendió a vivir al ritmo de una guitarra y de unas cuantas palabras verdaderas. No debemos perderle nunca el respeto al adolescente que fuimos, ni reírnos demasiado de su voluntarismo utópico.  

LUIS GARCÍA MONTERO - "Una forma de resistencia" - (2012)


Imágenes: Lou Benesch

miércoles, 7 de febrero de 2024

COMO UNA MOTOSIERRA TRISTE


Cuando vinieron a por mí, papá se puso hecho una fiera.

   Primero fue solo una persona de los servicios sociales, una mujer, los tres en el salón, y cuando papá alzó la voz ella se interpuso entre mi cuerpo y el de papá, y papá me alcanzó con los brazos y se convirtió en una máquina, con las extremidades a modo de hélice y furia metálica y ruido ardiente, haciendo girar las cosas a su alrededor, lámpara cenicero botellín de cerveza televisión vaso de agua, y papá me dijo que me fuera al baño y yo cerré la puerta y me metí en la bañera, que estaba desteñida y fría y salpicada de mosquitos muertos, y esperé, y finalmente supe que la mujer de los servicios sociales se había ido porque papá estaba chillando en la entrada de la casa y después oí un coche alejándose, y pensé que todo había terminado, pero luego el mismo día volvió a ocurrir, solo que esta vez también había maderos en el salón donde habíamos estado oyendo el fútbol, entraron directamente en casa, y a papá se le llenó la cara de manchas rojas cuando le agarraron como a un borracho, uno a cada lado, y alguien me preguntó: ¿hay alguien más en casa?, y yo estaba demasiado asustada como para contestar, y después solo podía oír a papá gritando Maggie Maggie Maggie Maggie Maggie, mi nombre atrapado en su boca, y yo también le grité a él papá papá papá, y él estaba luchando y lanzando escupitajos y llamándome, pero ya más despacio, como una motosierra triste, y no sabía realmente lo que había pasado hasta ese momento, pero cuando la de servicios sociales me sujetó entre sus brazos me di cuenta de que nunca había oído a un adulto sonar tan asustado como papá, y supe que habíamos terminado.

   Solía soñar con correr. En el sueño era siempre ese día, pero yo parecía más mayor. Seguía asustada pero entendía lo que estaba pasando, y salía despedida de la casa y corría calle abajo detrás de la furgoneta de la policía y no podía alcanzar a los maderos pero la de servicios sociales no podía alcanzarme a mí.

   Pensaba en Viv, que me llevó a hacerme las fotos forenses y me preguntó si me daba miedo la policía, y en cómo yo le había contestado que no.

JENNIFER DOWN - "Cuerpos de luz" - (2021)


Imágenes: Kevin Peterson

lunes, 5 de febrero de 2024

NOTAS FINALES


Días antes, el muy idiota se había reído de mí y de mi familia. Nos habían dado las notas finales de catalán. Por entonces ya era una asignatura legal: Franco estaba muerto y Tarradellas ya hacía tiempo que nos había informado de que estaba aquí. (Para un castellanohablante de base como lo había sido yo, escuchar ja sóc aquí en lugar de ja estic aquí supuso un shock impresionante; a partir de aquella frase, para mí hubo un antes y un después en mi modo de usar los verbos auxiliares ser y estar en catalán). Casajoana se había jubilado y ahora era la atractiva y maravillosa profesora Llúcia Gimeno Vacaru quien nos daba clase de catalán. Ella siempre nos decía que era su continuadora. Estoy aquí para continuar la labor de Lluís Casajoana i Morera, mi maestro y el vuestro. Y ahora paso a comunicaros las notas del examen final de Lengua y Literatura Catalanas. Jordi Ferreter i Clavé, nueve setenta y cinco, sobresaliente. Mi mejor amigo me mira enseguida. Ostras, no me ha puesto la matrícula, parece expresar secretamente su mirada. Yo también lo miro extrañado porque la de catalán —como casi todas— casi siempre se la lleva él. Jordi Gispert, cuatro, suspendido. Ernest González i Calvo, diez, matrícula de honor. ¿A este charnego de mierda?, dice de pronto Oller con una voz lo bastante potente como para que se entere toda la clase. Lluís Oller i Casadevall, cuatro coma cinco, suspendido. ¡No hay derecho! ¡¿A este que no es de aquí le pone un diez y a mí que soy de aquí de toda la vida me suspende?! Yo he nacido aquí, yo soy de aquí, digo con una voz menos fuerte que la suya, pero bastante potente para que me escuche todo el mundo. Y Oller se vuelve hacia mí, me mira a los ojos, pone los suyos en blanco, saca la lengua y me hace una mueca de asco, una cruel cuchufleta —que alguien recupere esta palabra maravillosa, por favor— durante la cual yo pienso: vas a morir. Porque yo voy a matarte.

SERGI BERBEL - "Matar a diecisiete" - (2022)


Imágenes: Thomas Allen

sábado, 3 de febrero de 2024

POR EL NIÑO QUE FUE UNA VEZ


Dejé de leer su historia clínica porque se me partía el corazón. No por el asesino convicto de hoy, por el niño que fue una vez. Por aquel muchacho enfadado, despreciado, agredido, abandonado a su suerte, al que yo conocía a través de los ojos de un educador tras otro, un oficial de prisiones tras otro, un psicólogo tras otro y otro y otro que hacía un informe, que lo juzgaba, que lo analizaba no desde su potencial, sino desde su destino. Lo miraban convencidos de que era todo inútil. Quizá lo fuera. Rellenaban sus formularios mientras lo recibían de otro centro o lo enviaban al siguiente, cumpliendo con la normativa aséptica del que no está obligado a amar o no puede hacer más o se enfunda una coraza profesional. Ahí quedaba, sobre letra ilegible de médico, el retrato de bitácora del futuro asesino al que los investigadores y la prensa acudíamos al revés, comenzando por el crimen, como si lo primero que hubiera hecho en su vida fuera matar y ahora viviera hacia el nacimiento, a contracorriente, en un extraño rebobinado que acababa en el día de su poco clara concepción. El informe de doscientas páginas que me había dado la comandante Mena era un extracto tras otro de anotaciones médicas, cronologías, aseveraciones perfectamente estructuradas, que se convirtió en el peor paseo por el dolor que he tenido que hacer para escribir un libro. Yo fui allí, a cada hogar infantil, centro juvenil, correccional, prisión, hasta llegar al hospital, al ingreso psiquiátrico forzoso, a los centros de desintoxicación, al horror de un día de otoño, bajo las alas del milano, entre las flores rotas y el martillo ensangrentado.

LEA VÉLEZ - "La sonrisa de los pájaros" - (2019)


Imágenes: Mark Powell

jueves, 1 de febrero de 2024

LA HISTORIA DE UNA PÉRDIDA Y DE UNA ESPERANZA


Si, en el momento de su muerte, Joaquín Vila hubiera sabido ni siquiera la mitad de lo que luego salió a la luz, igual no habría luchado por su vida con tanta desesperación.

Soy Jean Ezequiel, periodista, investigador y creador de pódcast, y quiero contar cómo surgió mi fascinación por el crimen y el periodismo, cómo dejé que el monstruo creciera en mí o, mejor, cómo busqué y exploté algo que todos llevamos dentro de modo que, cuando el triple crimen de Hontoria atravesó mi existencia por primera vez, yo ya estaba preparado… o eso creía.

Ahora, en 2019 y con el caso cerrado, no sé qué pensar. No sé si mereció la pena resolverlo, no sé si toda aquella energía y aquella obsesión fueron algo más que un deseo egoísta e inconfesable de llegar tan alto como pudiera.

Joaquín Vila, su esposa, Consuelo Martín, y Sergio, el hijo pequeño de ambos, murieron apuñalados en su casa una noche de agosto de 2016. Aquel crimen y la investigación en la que me sumergí son la historia de una pérdida y de una esperanza, y también de tres víctimas, o de cuatro, según a quién se pregunte.

Mis vínculos con el asunto son múltiples pero, en lo fundamental, remiten a mis orígenes segovianos y a mis años de formación en la década de los noventa. Mi padre nació precisamente en Hontoria, el escenario de los crímenes, un antiguo pueblo que la ciudad de Segovia ha terminado por tragarse. Recuerdo que, de pequeño, íbamos a visitar a mi tío y a su numerosa prole, y que yo odiaba esas aburridas tardes de sábado. En cuanto pude dejé de ir, pero está claro que a esas alturas ya me unía con aquel lugar algo profundamente personal, casi físico, que en no pocos momentos se manifestaba como rechazo. Respecto a mis «años de formación», creo que pueden caracterizarse por la existencia de dos vidas paralelas, una de las cuales, la más apasionada, transcurría enteramente en el ámbito de la crónica negra; es decir, en las páginas de los libros que devoraba y en las pantallas de la televisión y el cine.

JUAN CARLOS GALINDO - "Hontoria" - (2023)


Imágenes: Christine Kim