Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 11 de enero de 2022

EL MISMO CHICO CORRIENTE DE SIEMPRE

 


Íbamos a cenar en un restaurante. No diré en cuál, porque si lo digo puede que la próxima vez esté lleno de gente que quiera ver si hemos vuelto. Había reservado Serge. De las reservas siempre se ocupa él. El restaurante es uno de esos a los que hay que llamar con tres meses de antelación, o seis u ocho, ya he perdido la cuenta. Yo jamás querría saber con tres meses de antelación adónde iré a cenar una noche determinada, pero parece que hay gente a quien eso no le importa nada. Si dentro de unos siglos los historiadores quieren saber cuán idiota era la humanidad a comienzos del siglo XXI, no tendrán más que echar un vistazo a los ordenadores de los llamados restaurantes selectos, porque resulta que todos esos datos se guardan. Si la vez anterior el señor L. estuvo dispuesto a esperar tres meses por una mesa junto a la ventana, bien esperará ahora cinco por una mesa al lado de la puerta de los servicios. En esos restaurantes, a eso se lo llama «llevar los datos de los clientes».



   Serge jamás reserva con tres meses de antelación. Suele hacerlo el mismo día; se lo toma como un juego, dice. Hay restaurantes que siempre dejan una mesa libre para personas como Serge Lohman, y este es uno de ellos. Uno de muchos, por cierto. Cabría preguntarse si en todo el país queda algún restaurante donde no pierdan los papeles al oír el nombre de Serge Lohman al teléfono. Claro que no llama él en persona, eso se lo deja a su secretaria o a alguno de sus colaboradores más cercanos. «No te preocupes —me aseguró cuando nos telefoneamos hace unos días—. Allí me conocen. Conseguiré mesa.» Yo sólo le había preguntado si volveríamos a llamarnos en caso de que no tuviesen sitio, y adónde podríamos ir entonces. Su voz, al otro lado de la línea, tenía cierto tono compasivo; casi me pareció ver cómo negaba con la cabeza. Un juego.

   Si había algo que no me apetecía esa noche era estar presente cuando el propietario del restaurante o el maître de turno saliese a recibir a Serge Lohman como si de un viejo conocido se tratase, ver cómo una camarera lo conducía hasta la mejor mesa junto al jardín y cómo Serge simulaba que todo aquello no tenía la menor importancia, que en el fondo seguía siendo el mismo chico corriente de siempre, y que por eso se sentía tan a gusto entre la gente corriente.

HERMAN KOCH - "La cena" - (2009)


Imágenes: Kristen Meyer

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.