Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 28 de diciembre de 2019

ÁGAPE SE PAGA


No, pero… vamos a ver: todo esto tengo que explicarlo, porque no sé, no sabemos cuánto tiempo queda, y tengo que ponerme a trabajar en el, terminar esta dichosa obra mientras por qué me habré traído todo este montonazo de libros notas papeles apuntes recortes y a saber cuántas cosas más, a ver si lo pongo en orden y me organizo cuando divida estas propiedades y proceda al reparto y me quite de encima todo el follón y me libre de las preocupaciones concomitantes y sincomitantes mientras aquí me tienen retenido para abrirme en canal y rebañarme los dentros y coserme o graparme o lo que sea, maldita sea, mira qué pierna tengo, que ni es pierna ni es nada, recosida y grapada como esa antigua armadura japonesa que hay en el comedor, que es como si me hubieran desmantelado desguazado despiezado, casas, edificios adyacentes, establos, invernaderos y esto con todas las dichosas decisiones y distracciones que he tenido con los títulos de propiedad recalificaciones catastros y demás vainas, todo esto tiene que estar en este montonazo en alguna parte a ver si lo pongo en orden y zanjo toda esta historia antes que todo se derrumbe y lo engullan todo los abogados y el fisco como todo lo demás, que a fin de cuentas de eso se trata, de eso trata mi obra, del derrumbe de todo absolutamente, del sentido, del lenguaje, de los valores, del arte, del desorden y de la dislocación que se ve por todas partes por donde mires y aunque no quieras mirar, la entropía que todo lo anega todo a la vista lo cubre, diversión y tecnología y cada crío de cuatro años con su ordenador, cada cual es el artista de sí mismo y de dónde ha salido todo esto, el sistema binario y el ordenador o computadora que se decía, de dónde ha salido la tecnología, eso lo primero, ¿o es que no te das cuenta?
WILLIAM GADIS - "Ágape se paga" - (2003)


Imágenes: Kristina Makeeva

miércoles, 25 de diciembre de 2019

NO HAY NADA QUE NO SE PUEDA DECIR


  —¿Qué es lo que hoy no se puede decir?

   Un gesto de risa, una interrogación; al poco empiezan a llegar respuestas.

   —¿El incesto?

   —Cómo se pone una bomba en un coche.

   —El incesto escabroso, con detalles.

   —Sexo anal con menores en países lejanos.

   —No.

   —¿Aquí mismo?

   —El montaje policial, el suicidio obligado, los electrodos en los genitales, los cuerpos desnudos arrojados desde el avión. El tiro en la nuca como un acto estético.

   Y saben que no es nada de eso, pero seguimos.

   —El machismo acatado por la Reina Letizia.

   —Si no puedo dejar de ser yo, no es mi revolución.

   —Bromas con el negacionismo.

   —Quién escribirá poesía después de Nagasaki.

   —Después de Yugoslavia.


   —Que el gulag es una política penitenciaria en una situación concreta.

   —Que Guardiola quiso entrenar a Guanyem.

   —Cristo estornudando.

   —Mahoma bailando en la lluvia, whatever.

   —Felipe VI te puede matar.

   —Que Podemos es la venganza de Stephen King.

   —Que Salman Rushdie cuando se aburre se pone una gorra de hélice.


   —No hay nada que no se pueda decir. Nada de lo que no se pueda colgar un vídeo: la axila sin depilar, la depilada, el capitalismo como expresión de la violencia estructural, los vicios, clase contra sí, el chico que no paga el café cuando le toca, el sueldo de tu jefe, la lista de los defraudadores, la porca miseria.
BELÉN GOPEGUI - "El comité de la noche" - (2014)

Imágenes: Yung Cheng Lin

sábado, 21 de diciembre de 2019

DIOS ES ABSOLUTAMENTE OTRA COSA



Estoy seguro de que efectivamente todo lo que llamamos cristianismo comenzó a formarse entre los sumerios, entre los egipcios, entre los persas, e incluso mucho antes, cuando comíamos raíces y caracoles o nos comíamos entre nosotros, en la noche de la horda, cuando, en cuatro patas, buscábamos a Dios aullando de terror bajo la Luna.


 Usted es de los que piensan que, porque el hombre de Cromagnon era demasiado feo, las palabras bíblicas que dicen hecho a mi imagen y semejanza son imposibles. Usted, no sé si se da cuenta, supone que Dios es buen mozo. No, señor. Dios no tiene la misma idea de la belleza que usted, ni la misma idea de la matemática ni la misma idea de causalidad biológica. Dios es absolutamente otra cosa, y puede arreglárselas muy bien sin nuestra ciencia, sin nuestra metafísica, sin nuestra teología. Hágame caso. No piense más en estas pavadas, no crea en Dios si no quiere, da exactamente lo mismo, qué le va a pasar a Dios si usted no cree. Nada. Y a usted tampoco, a menos, claro, que crea en Satanás y en el Infierno. Pero si usted no cree en Dios cómo va a creer en Satanás. ¿O sí?
ABELARDO CASTILLO - "El evangelio según Van Hutten" - (1999)

Imágenes: Olive Santaoloria

miércoles, 18 de diciembre de 2019

BUENOS AIRES ESTÁ MUERTA PARA MÍ


La luz es tenue pero suficiente como para leer. Hay una biblioteca importante contra una de las paredes. Debe tener unos quinientos volúmenes o más. Hay una hemeroteca también, sólo revistas del gremio, publicaciones lujosas, a todo color y con lomo. Un gremio rebosante de vida el de la muerte. Traum me dice que embalsamar no es sólo resguardar la última impresión que uno se lleva de su ser querido, es también una manera de resguardar la salud pública. Y yo lo último que quiero es el premio Nobel de Salud Pública, y mucho menos recordar a mi padre rozagante metido en un cajón. No me podría perdonar mandarlo al horno con un aspecto tan saludable que dieran ganas de llevarlo a tomar un vermú. Mejor me voy. Tengo un tiempo hasta que empiece el velorio. Pero ¿adónde voy?, ¿a caminar? 



Buenos Aires está muerta para mí. Me siento mal en Buenos Aires. Me siento mal en todos lados, pero en lo que fue mi Buenos Aires querido cuando yo te vuelva a ver, peor. Y pensar que fue un lugar decente, por lo menos hasta que se vino la horda de turistas sentimentales a bailar tango, sobre todo después de reorganizarse para explotar más efectivamente a los pobres del mundo. Para desvirgar mujercitas todavía prefieren Cuba, es más barato, las mujercitas se deciden más temprano. Deben sentir que hay amor, porque ellas los miran agradecidas. Deben sentir que la tienen bien grande, que rompen todo en donde la meten. Ojalá Fidel se decidiera a fusilar turistas. Son demasiados juicios los que llevo encima, demasiadas infancias pobres, demasiada muerte evitable. Ahora lo que fue mi lugar es una letrina.
PABLO RAMOS - "La ley de la ferocidad" - (2007)

Imágenes: Dan Griggs

sábado, 14 de diciembre de 2019

VOLAR ES UNA LOCURA


Tu marido te acompaña a Ezeiza. En la mesa del bar, mientras jugás con la servilleta de papel, te dice que tienen que pelearla juntos. Vos asentís. La relación entre ustedes está pasando por un período templado. Diez años después, él sigue siendo la persona más maravillosa que conocés pero vos sos una inmadura que cree que sin intensidad la cosa no sirve. Incluso en el corazón del amor, no pensás más que en vos misma. Plegás la servilleta para hacer un pajarito y notás que sobre el papel, en letras negras, dice Dolce Vita, tu vita, un lema ominoso. Le ofrecés tu origami a tu marido. Él te pasa la pastilla blanca de Rivotril. Te sorprende lo chiquita, le preguntás si te hará efecto algo tan diminuto pero él no contesta. Cortás la mitad y te la tragás con un sorbo grande de agua. 



Diez minutos después te tragás la otra mitad. Suponías que te iba a voltear porque no sos de tomar ansiolíticos, pero ya pasó una hora y no sentís nada más que el yunque sobre el pecho, las manos transpiradas, la taquicardia. Cosas que venías sintiendo desde antes. Se lo comentás por teléfono a tu hermano desde un locutorio en Ezeiza. Como es piloto, crees que te va a tranquilizar, pero te dice: «Y si te parás a pensar, volar es una locura». Entendés que a la gente joven le parezca excitante. ¡Pero gente grande, volando! Mirá si de repente querés bajar. Justo ahí, en las Islas del Cabo Verde. ¿Qué pasa? ¿Por qué me miran así? Más raros son ustedes que eligen entre chicken or pasta, aceptan con naturalidad esas botellitas de vino con tapa rosca y se miran a los ojos al brindar como si estuvieran en un restaurante de lujo. Muchachos, están en-el-ai-re. Si alguien hubiese querido que voláramos, se habría encargado de ponernos alas en la espalda. Sobre los omóplatos, donde hay un montón de lugar.
MARÍA GAINZA - "El nervio óptico" - (2014)

Imágenes: Helene Terlien

jueves, 12 de diciembre de 2019

SOMOS ESCLAVOS DE LAS PALABRAS Y SUS LIMITACIONES


Amor.

   Eric siempre había odiado esa palabra y le declaraba la guerra siempre que surgía la oportunidad. «Somos esclavos de las palabras y sus limitaciones», solía decir a quien quisiera escucharle. Las palabras, sobre todo cuando tratan de definir emociones, son muchas veces laberintos sin salida en los que no queda más remedio que adentrarse y escoger uno de los caminos disponibles. «El lenguaje se muestra como un vehículo minúsculo para que viajen en su interior sensaciones tan inmensas», sentenciaba.



   Para Eric, tratar de describir con palabras lo que sentía por Claudia era como encender una luz con un interruptor que nunca llegaba a hacer un contacto perfecto. Para acercarse a la definición correcta debía dejar de intentar verbalizarla, relajarse y disfrutar de aquella luz sin importar el mecanismo que la hacía brillar.

   Si le preguntasen y le obligaran a dar una respuesta, diría que amarse es no ver al otro como esa persona se ve a sí misma, tratar de quitarle la venda de los ojos día tras día, desde que uno despierta hasta que se acuesta, a base de cariño, risa, confianza y solidaridad. Mejorarse mutuamente y percibirse mejores de lo que en realidad llegarán a ser nunca. Todo esto, a poder ser, acompañado de algo de sexo lo suficientemente irrespetuoso como para que siga siendo interesante con el paso de los años.
MIKEL IZAL - "Pescar en las nubes" - (2018)

Imágenes: José Luis Muñoz


sábado, 7 de diciembre de 2019

LOS PELIGROS DE FUMAR EN LA CAMA


La mañana que intentó salir de la casa para ir a anotarse en la facultad, Josefina descubrió que el trayecto de la puerta al taxi le resultaba infranqueable. Antes de poner un pie en la vereda le temblaban las rodillas, y ya lloraba. Hacía varios días que notaba un estancamiento y hasta un retroceso en el efecto de las pastillas; había vuelto esa imposibilidad de llenar los pulmones, o mejor, esa atención obsesiva que le prestaba a cada inspiración, como si tuviera que controlar la entrada de aire para que el mecanismo funcionara, como si estuviera dándose respiración boca a boca para mantenerse viva. Otra vez se paralizaba ante el menor cambio de lugar de los objetos de su habitación, otra vez tenía que encender ya no solo la luz del velador, sino el televisor y la lámpara de techo para dormir, porque no soportaba ni una sola sombra. Esperaba cada síntoma, los reconocía; pero por primera vez sentía algo por debajo de la resignación y la desesperación. Estaba enojada. También estaba agotada, pero no quería volver a la cama a tratar de controlar los temblores y la taquicardia, ni arrastrarse hasta el sillón en pijama para pensar en el resto de su vida, en un futuro de hospital psiquiátrico o enfermeras privadas, porque no podía recurrir al suicidio, ¡si tenía tanto miedo de morirse!


(...) Nico (el verdadero nombre de Zedd) había estudiado cine durante quince minutos y odió todo, pero gracias a un ridículo trabajo (pasear perros) había logrado juntar dinero para comprarse una cámara. Hasta ese verano no se le había ocurrido qué hacer con ella. Pero en una de esas charlas de bar, mientras tocaba alguna banda espantosa (todo nos parecía horrendo ese verano), a Nico se le ocurrió una forma de ganar plata con la cámara.


   El lunes siguiente comenzó a aparecer su aviso en el diario. Decía: «Nicolás. Filmaciones raras. No hago cumpleaños, bautismos o fiestas familiares. Ideal para voyeurs. No hago nada ilegal ni trabajo para maridos cornudos. Llamar al…». Le dije que difícilmente alguien se comunicaría, o siquiera comprendería qué trataba de decir con el aviso. Él me contestó que la gente trastornada o rara iba a entenderlo. Estaba seguro. Y tenía razón.
MARIANA ENRÍQUEZ - "Los peligros de fumar en la cama" - (2009)

Imágenes: Courtney Brims

jueves, 5 de diciembre de 2019

LA VIDA EXISTE


He salido y busco el siguiente metro. Cuando era estudiante lo usaba a diario. Ahora estoy despistada. Aquí son varias rumanas las que pasan como un torbellino por el vagón. Una cuenta por qué piden limosna mientras las otras, más jóvenes, se enredan entre los viajeros como una camada de perritos nerviosos al ver la comida. Yo abrazo mi bolso e intento no perderme ningún movimiento hasta que pasan como una exhalación. Después es una pareja de latinoamericanos, tal vez bolivianos, la que entra a pedir limosna con crucifijos y estampas de la virgen en la mano. Más tarde, un vendedor de clínex. Se lleva la mano derecha a la boca mientras con la izquierda tiende los pañuelos. Con la cabeza le digo que no.


   Ya estoy. Camino bajo el sol hasta el número 26, hace fresco y me doy cuenta de que Madrid me sigue cautivando. Hay coches que pasan con prisa y gente que corre estresada hacia los taxis o el metro como yo hasta hace muy poco, pero si andas con tranquilidad, si no te azuza la prisa como a todos aquellos que van perdiendo el aliento, va a resultar que hay un momento en que el ritmo del riego con aspersión en los jardines centrales de Arturo Soria, las voces de los niños jugando y las conversaciones de vecinos logran asomar casi clandestinamente, sin permiso, con cierta ansia de enseñarte el otro lado. El aire de barrio que en Madrid suele esconderse tras las prisas y las apariencias está hoy aquí, ante mí. La vida existe.
BERNA GONZÁLEZ HARBOUR - "Los ciervos llegan sin avisar" - (2015)


Imágenes: Andrew Salgado