Citas con los libros.

Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 18 de julio de 2025

ESTÁS ENAMORADO HASTA EL ALMA

 


Di media vuelta y caminé hasta el bar de Sáenz Peña y allí encontré al flaco Higueras, sentado en el mostrador, conversando con el chino. «¿Qué te pasa?», me dijo. Yo nunca había hablado con nadie de Tere, pero esa vez tenía necesidad de confiarme a alguien. Le conté al flaco todo, desde que conocí a Teresa, cuatro años atrás, cuando vino a vivir al lado de mi casa. El flaco me escuchó muy serio, no se rió ni una vez. Sólo me decía, a ratos: «vaya, hombre», «caramba», «qué tal». Después me dijo: «estás enamorado hasta el alma. Cuando yo me enamoré por primera vez, era de tu edad más o menos, pero me dio más suave. El amor es lo peor que hay. Uno anda hecho un idiota y ya no se preocupa de sí mismo. Las cosas cambian de significado y uno es capaz de hacer las peores locuras y de fregarse para siempre en un minuto. Quiero decir los hombres. Las mujeres, no, porque son muy mañosas, sólo se enamoran cuando les conviene. Si un hombre no les hace caso, se desenamoran y buscan a otro. Y se quedan como si nada.



  Pero no te preocupes. Como que hay Dios que te curo hoy mismo. Yo tengo un buen remedio para esos resfríos». Me tuvo tomando pisco y cerveza hasta que anocheció y después me hizo vomitar: me apretaba el estómago para ayudarme. Después me llevó a una chingana del puerto, me hizo ducharme en un patio y me dio de comer picantes en un salón lleno de gente. Tomamos un taxi y le dio una dirección. Me preguntó: «¿ya has estado en un bulín?» Le dije que no. «Esto te sanará, me dijo. Ya vas a ver. Sólo que a lo mejor te paran en la puerta». Efectivamente, cuando llegamos nos abrió una vieja que conocía al flaco y que al verme se puso furiosa. «¿Estás loco que te voy a dejar entrar con esa guagua? Cada cinco minutos caen por aquí los soplones a gorrearme cervezas». Se pusieron a discutir a gritos. Al fin, la vieja aceptó que entrara. «Eso sí, nos dijo, se van de frente al cuarto y no me salen hasta mañana». El flaco me hizo pasar tan rápido por el salón del primer piso que no vi la cara de la gente. Subimos una escalera y la vieja nos abrió un cuarto.



  Entramos y antes que el flaco prendiera la luz, la vieja dijo: «te voy a mandar una docena de cervezas. Te acepto con la criatura pero tienes que consumir bastante. Y ya subirán las chicas. Te mandaré a la Sandra, que le gustan los mocosos». El cuarto era grande y sucio. Había una cama en el centro con una colcha roja, una bacinica y dos espejos, uno en el techo, sobre la cama y el otro al costado. Por todas partes había dibujos de mujeres y hombres calatos, hechos con lápiz y navaja.



   Después entraron dos mujeres trayendo muchas botellas de cerveza. Eran amigas del flaco y lo besaron; lo pellizcaban, se le sentaban en las rodillas y decían palabrotas: culo, puta, pinga y cojudo. Una era flaca, una gran mulata con un diente de oro y la otra medio blanca y más gorda. La mulata era la mejor. Las dos se burlaban de mí y le decían al flaco: «corruptor de menores». Empezaron a tomar cerveza y después abrieron un poco la puerta para oír la música del primer piso y bailaron. Al principio yo estaba callado pero después de tomar me alegré. Cuando bailamos, la blanca me aplastaba la cabeza contra sus senos que se salían del vestido. El flaco se emborrachó y le ordenó a la mulata que nos hiciera show: bailó un mambo en calzones y de repente el flaco se le fue encima y la tiró en la cama. La blanca me cogió de la mano y me llevó a otro cuarto. «¿Es la primera vez?», me preguntó. Yo le dije que no, pero se dio cuenta que le mentía. Se puso muy contenta y mientras se me acercaba calatita me decía: «ojalá que me traigas suerte».

MARIO VARGAS LLOSA - "La ciudad y los perros" - (1962)


Imágenes: Victoria Ruiz

miércoles, 16 de julio de 2025

TOCO TU BOCA


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.



   Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

JULIO CORTÁZAR - "Rayuela" - (1963)


Imágenes: Henrik A. Uldalen

lunes, 14 de julio de 2025

¿CREE USTED QUE SE VA A ACABAR EL MUNDO?


Ford tuvo que ir tras él. Se volvió rápidamente hacia el tabernero y le pidió cuatro paquetes de cacahuetes.

   —Ahí tiene, señor —le dijo el tabernero, arrojando los paquetes encima del mostrador—. Son veinticinco peniques, si es tan amable.

   Ford era muy amable; le dio al tabernero otro billete de cinco libras y le dijo que se quedara con el cambio. El tabernero lo observó y luego miró a Ford. Tuvo un estremecimiento súbito: por un instante experimentó una sensación que no entendió, porque nadie en la Tierra la había experimentado antes. En momentos de tensión grande, todos los organismos vivos emiten una minúscula señal subliminal. Tal señal se limita a comunicar la sensación exacta y casi patética de la distancia a que dicho ser se encuentra de su lugar de nacimiento. En la Tierra siempre es imposible estar a más de veinticuatro mil kilómetros del lugar de nacimiento de uno, cosa que no representa mucha distancia, de manera que dichas señales son demasiado pequeñas para que puedan captarse. En aquel momento, Ford Prefect se encontraba bajo una tensión grande, y había nacido a seiscientos años luz, en las proximidades de Betelgeuse.



   El tabernero se tambaleó un poco, sacudido por una pasmosa e incomprensible sensación de lejanía. No conocía su significado, pero miró a Ford Prefect con una nueva impresión de respeto, casi con un temor reverente.

   —¿Lo dice en serio, señor? —preguntó con un murmullo apagado que tuvo el efecto de silenciar la taberna—. ¿Cree usted que se va a acabar el mundo?

   —Sí —contestó Ford.

   —Pero… ¿esta tarde?

   Ford se había recobrado. Se sentía de lo más frívolo.

   —Sí —dijo alegremente—; en menos de dos minutos, según mis cálculos.

   El tabernero no daba crédito a aquella conversación, y tampoco a la sensación que acababa de experimentar.

   —Entonces, ¿no hay nada que podamos hacer? —preguntó.

   —No, nada —le contestó Ford guardándose los cacahuetes en el bolsillo.

   En el silencio del bar alguien empezó a reírse con roncas carcajadas de lo estúpido que se había vuelto todo el mundo.

   El hombre que se sentaba al lado de Ford ya estaba como una cuba. Levantó la vista hacia Ford, haciendo visajes con los ojos.



   —Yo creía —dijo— que cuando se acercara el fin del mundo, tendríamos que tumbarnos, ponernos una bolsa de papel en la cabeza o algo parecido.

   —Si le apetece, sí —le dijo Ford.

   —Eso es lo que nos decían en el ejército —informó el hombre. Y sus ojos iniciaron el largo viaje hacia su vaso de whisky.

   —¿Nos ayudaría eso? —preguntó el tabernero.

   —No —respondió Ford, sonriéndole amistosamente, y añadió—: Discúlpeme, tengo que marcharme.

   Se despidió saludando con la mano.

   La taberna permaneció silenciosa un momento más y luego, de manera bastante molesta, volvió a reírse el hombre de la ronca carcajada. La muchacha que había arrastrado con él a la taberna había llegado a odiarle profundamente durante la última hora, y para ella habría sido probablemente una gran satisfacción saber que dentro de un minuto y medio su acompañante se convertiría súbitamente en un soplo de hidrógeno, ozono y monóxido de carbono. Sin embargo, cuando llegara ese momento, ella estaría demasiado ocupada evaporándose para darse cuenta.

   El tabernero carraspeó. Se oyó decir:

   —Pidan la última consumición, por favor.

   Las enormes máquinas amarillas empezaron a descender en picado, aumentando la velocidad.

   Ford sabía que ya estaban allí. Ésa no era la forma en que deseaba salir.

DOUGLAS ADAMS - "Guía del autoestopista galáctico" - (1979)


Imágenes: Jan van IJken

sábado, 12 de julio de 2025

OBSTINADA ESFERA

 

Obstinada esfera,

átomo enfebrecido

de vago delirio.

Síntomas azules

en el límite de una galaxia

definen tensiones,

punzadas,

que acceden a una fábula tácita.


Segregas deleites,

lujos cómplices,

celdas atentas,

goces inevitables...


Amortiguas los estímulos

y transmutas las búsquedas

tejiendo acordes y vestigios.

Trazas certezas

y sitúas tus impulsos,

tus potencias.


No escamotees el mensaje,

advierte (de) los indicios

y engatusa los umbrales.


Oscilas sobre un pozo,

vigilante

y acuciado

hasta que extremas

tu porosa carambola afortunada.

(24-07-2010)


Imágenes: Masakatsu Sashie

jueves, 10 de julio de 2025

PESADUMBRE DE HOMBRE QUE NO CONSIGUE HACERSE AMAR

 


Estaban ahí. La vieja en la fría penumbra. El viejo tendido en el suelo como un sapo, mirando con ese mirar con que el hombre mira el mirar de las vacas que miran las cosas.

   —Eres mala. Pájara —dijo él.

   Estaban ahí. Ella era pequeña y delgada, con cara de raíz, pelos en el mentón como brotes de patata y una melena muy larga, de hebras amarilleadas por los años y el agua de colonia. Olía a hojas y a tierra, a lombriz. Al olor ensordecedor del mar.

   Manuel y Lucha Amorodio.

   Estaban ahí.

   Él llevaba casi dos años encamado en un jergón de ese faiado, confundido entre viejos sedales y anzuelos, el cochecito de la niña, muñecas mutiladas y periódicos de una antigüedad remota. A la altura de los ojos, los frascos con los engendros que coleccionaba —un conejo con cinco patas, un pollo con doble pico—, que tan feliz lo habían hecho sentir durante ese tiempo.

   Pero algo había cambiado esa mañana. Algo que lo hizo levantarse, acercarse a la mesa y mirar. Con manos temblorosas, cogió un sobre, extrajo dos folios y los leyó. Con un bufido de rabia, los arrojó a un lado. Avanzó hasta la estantería, tomó la escopeta y con ella comenzó a barrer los frascos, que cayeron al suelo un poco antes que él: un río verde de formol se abrió paso entre las esquirlas de cristal, emborronando la tinta del papel.

   El monstruoso secreto de toda una vida al descubierto.

   Estaban ahí.

   —Pájara.

   Las manos suspendidas en el aire como un ratón, Lucha se acercó.



   —No digas nada —prosiguió Manuel mirándola desde el suelo, casi sin aliento—. Tan solo escucha y no digas nada. Habría asumido que no me amaras, al fin y al cabo, yo también cometí mis pecados, pero… —Se giró para señalar con un dedo trémulo los folios y el sobre rasgado, tirados por el suelo—. ¡Pero lo que dices ahí! ¡De eso no creí que fueras capaz! ¿No sientes vergüenza?

   Lucha no dijo nada, oyendo su respiración sofocada. Pensó en callar porque, seguramente, el silencio sería más elocuente. Pero ahora él esperaba una respuesta; por fin dijo:

   —La vergüenza es lo único que me mantuvo viva.

   Mirada de decepción. Durante mucho tiempo, al principio de casados, había sido de impotencia, pesadumbre de hombre que no consigue hacerse amar. Luego de rabia. Con el correr de los años, llegó el cansancio. Un cansancio mudo que forzaba a la extravagancia. Algo próximo al hastío que hacía que ella fuera incapaz de mirarlo a los ojos.

   Ahora aquella mirada era un erial donde latía el rencor. Lo que durante tanto tiempo había atenazado el cuerpo de él, convirtiéndolo en un silencioso nudo de sufrimiento, acababa de estallar con violencia. ¿Por qué le había hecho eso? ¿Por qué? El corazón le subía hasta la boca. Mala. Eres pájara. Mala.

   Al escuchar esas últimas palabras, Lucha se sintió repentinamente triste. Triste por ser incapaz de contar la verdad, que era mucho más bella que todo lo que su marido deseaba oír de ella. Menos mal que no tuvo que contestar.

   Con una expresión de fatiga y espanto, Manuel apretó el gatillo. En los oídos de Lucha resonó un rugido espantoso. Pero cuando se quiso dar cuenta, no era ella sino su marido —los ojos desorbitados con las pupilas opacas, pero qué raro, sin sangre ni herida— quien parecía haber muerto. Cristal, su nieta de trece años, estaba de rodillas detrás de él, la mano sujetando el cañón de la escopeta cuya bala había conseguido desviar. Dijo:

   —Casi la mata, avoa.

CRISTINA SÁNCHEZ-ANDRADE - "La nostalgia de la Mujer Anfibio" - (2022)


Imágenes: Rima Day

martes, 8 de julio de 2025

TODO EMPIEZA CON UN BUEN DISFRAZ


Es importante el disfraz. La etiqueta. Te permite ser otro, prepara para la ocasión, la distingue, nos da la oportunidad de elaborar un ritual, solemnizar un día cualquiera, convertirlo en un tiempo especial, nos hace hablar de otro modo, movernos con nuevos movimientos, acceder a la posibilidad de otro yo. Odio con una inquina profunda a esas personas que desprecian los trajes, las corbatas, la sotana, la mitra, el esmoquin, y que se visten igual en todas las situaciones para insistir en su campechanía, en su autenticidad. España está llena de una nueva generación de políticos que han hecho de los tejanos y la camisa de cuadros un uniforme para todas las ocasiones, el mensaje es: yo soy como vosotros, no me disfrazo, soy siempre igual, soy auténtico, no me elevo sobre la plebe con una corbata. No han entendido nada, son solo auténticos en su imbecilidad. Hay que disfrazarse en cuanto uno vea llegar la ocasión, transitar de un yo a un otro yo, hasta hallar el yo preciso para la ocasión, para hacer de la ocasión todo lo que la ocasión puede llegar a ser. El hábito hace al monje, es lo imprescindible para que el monje se crea que lo es y actúe como tal. Lo tengo claro desde pequeño, me acuerdo de ir al cuarto de mi hermana mayor cuando había salido y ponerme su ropa interior, una falda, y sentir que era otra persona y ponerme a bailar, a cantar, a posar ante el espejo y ser capaz de moverme y de hablar de otra manera. Me acuerdo también de ponerme el traje de monaguillo de mi primo, y sentir que podía hablar con Dios de tú a tú, y de ponerme el vestido de azafata de Iberia de mi tía un domingo, y de servir café a toda la familia como si estuviéramos volando a Nueva York. Todo empieza con un buen disfraz.

JACOBO BERGARECHE - "Los días perfectos" - (2021)


Imágenes: Elodie Blanchard

domingo, 6 de julio de 2025

EL CINE ES UN LENGUAJE


 El cine es un lenguaje. Puede decir cosas: grandes, abstractas. Y eso me encanta.

   No siempre se me dan bien las palabras. Algunas personas son poetas y dicen las cosas con palabras bellas. Pero el cine posee un lenguaje propio. Y con él pueden decirse muchas cosas porque cuentas con el tiempo y las secuencias. Tienes diálogos. Tienes música. Tienes efectos sonoros. Tienes muchísimas herramientas. Y, por tanto, puedes expresar un sentimiento o un pensamiento que no podrían comunicarse de ningún otro modo. Es un medio mágico.
   A mí me parece muy bello pensar en imágenes y sonidos que fluyen juntos en el tiempo y en una secuencia, creando algo que solo puede hacerse mediante el cine. No son solo palabras o música, sino toda una gama de elementos que se unen para componer eso que antes no existía. Se trata de contar historias. De inventar un mundo, una experiencia que la gente no tendría de no ver esa película.
   Cuando pesco una idea para una película, me enamoro del modo en que el cine es capaz de expresarla. Me gustan las historias que contienen abstracciones, y eso es lo que el cine puede hacer.

DAVID LYNCH - "Atrapa el pez dorado" - (2006)

Imágenes: Dorothy