Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 29 de septiembre de 2021

SOY VERTICAL. PERO PREFERIRÍA SER HORIZONTAL


 

SOY VERTICAL


   Pero preferiría ser horizontal.

   No soy un árbol con las raíces en la tierra

   absorbiendo minerales y amor maternal

   para que cada marzo florezcan las hojas,

   ni soy la belleza del jardín

   de llamativos colores que atrae exclamaciones de admiración

   ignorando que pronto perderá sus pétalos.

   Comparado conmigo, un árbol es inmortal

   y una flor, aunque no tan alta, es más llamativa,

   y quiero la longevidad de uno y la valentía de la otra.


   Esta noche, bajo la luz infinitesimal de las estrellas,

   los árboles y las flores han derramado sus olores frescos.

   Camino entre ellos, pero no se dan cuenta.

   A veces pienso que cuando estoy durmiendo

   me debo de parecer a ellos a la perfección—

   oscurecidos ya los pensamientos.

   Para mí es más natural estar tendida.

   Es entonces cuando el cielo y yo conversamos con libertad,

   y así seré útil cuando al fin me tienda:

   entonces los árboles podrán tocarme por una vez, y las flores tendrán tiempo para mí.

SYLVIA PLATH - "Soy vertical. Pero preferiría ser horizontal" - ( 1960-1971)

Imágenes: Jesse Rieser

domingo, 26 de septiembre de 2021

EMISIONES

 


  El coronel Randy Malone proyectó una segunda emisión para el mes de marzo coincidiendo con la celebración de la Semana Santa. Como es sabido, el nacionalcatolicismo del régimen de Franco identificaba el poder del Estado con la religión católica. Esto se traducía, por ejemplo, en que durante la Semana Santa estuviera prohibida cualquier manifestación lúdica, festiva o intrascendente que mellara la solemnidad y el rigor de las procesiones o el recogimiento penitente del sentir cristiano. Los cines, los teatros, los restaurantes cerraban sus puertas y en las emisoras de radio no se ponía más que música sacra y espacios en los que los curas adoctrinaban en la fe.

   El coronel Randy Malone, con el fin de provocar una reacción airada del Régimen y evaluar así la penetración que la televisión tenía en la España de los cincuenta, dio orden de contratar a quince prostitutas mulatas de los arrabales de Nueva Orleans. Las metieron a todas en un avión sin decirles una palabra de adónde iban y les hicieron aterrizar como llovidas del cielo en la base de Campo de Criptana. Una vez lavadas y desinfectadas con zotal las llevaron derechitas al plató y las desnudaron por completo. Acto seguido soltaron a un escuadrón de marines con la orden de aliviarse a discreción. Lo que allí sucedió fue retransmitido en directo por las cámaras de televisión con todo lujo de detalles durante las dos horas y media que duró el acontecimiento hasta que las fuerzas de las furcias se agotaron y las de los soldados languidecieron y se les desmoronó el empuje y se les descolgó el valor.


   Ningún alto cargo del Movimiento, ningún burócrata del aparato del Estado, ningún militar laureado del ejército español hizo comentario alguno sobre la retransmisión habida. Parecía como si nadie en el país estuviese en posesión de un aparato televisor o que quienes los hubieran tenido, tal vez por atender al discurso de las procesiones y los rosarios, no hubieran hecho uso de los mismos durante los días de la Semana Santa.

   El coronel Malone no se desanimó y proyectó con cuidado una tercera emisión que sería, esta vez sí, la definitiva. Tras mucho evaluar el carácter crédulo de los españoles y meditar largamente sobre su especial gusto por todo lo relacionado con lo sobrenatural, diseñó un noticiario que impactaría directamente en el talón de Aquiles del enemigo y evidenciaría de una vez por todas el grado de penetración de la televisión, así como su capacidad propagandística y manipuladora en el seno de las sociedades en vías de desarrollo. Todos los aspectos fueron cuidados hasta el más mínimo detalle para la ocasión con el fin de que nada fallara o saliera torcido. Hasta el corte del traje del locutor fue minuciosamente diseñado para provocar en el telespectador una sensación de confianza y credibilidad. Cuando todo, el guion de la noticia inclusive, estuvo listo, se buscó de entre los más prestigiosos locutores de programas radiofónicos de Latinoamérica a aquel que pudiera presentar el informativo con más aplomo, más sangre fría y más capacidad de convicción. El elegido fue un tal Víctor José Gayambos, un venezolano que trabajaba en Radio Periquito presentando un programa concurso para amas de casa. Se contactó con él a través de la Agencia Central de Inteligencia y se le ofreció la posibilidad de participar en el proyecto a cambio de una suculenta cantidad de dólares. Se le exigía que una vez terminada la retransmisión televisiva para la que se le solicitaba su ayuda, debería cambiar de identidad, de nacionalidad, de profesión y de país de residencia para no dejar rastro alguno de su existencia anterior. Víctor José Gayambos aceptó el encargo y fue trasladado en un avión de mercancía de la USAF a la base de Campo de Criptana. Allí se le explicaron los detalles de su cometido. Tenía que retransmitir en directo la noticia de la llegada a la Tierra de platillos volantes procedentes de Marte y convencer a los telespectadores españoles de la conquista de la Tierra por los alienígenas. Un trabajo fascinante, muy en línea con lo que Orson Welles, de quien el coronel Malone era admirador, había hecho en la radio unos años atrás.


Durante el vuelo a España, Gayambos sufrió un accidente. Cuando salía del retrete el avión cogió una turbulencia y el locutor se fue a estampar contra la salida de emergencia con tan mala suerte que los labios se le partieron con el canto del manillón. No se abrió la puerta de milagro, pero casi hubiera sido lo mejor. Al bajar a tierra los tenía hinchados como vulva de mona y con un aspecto tumefacto más repugnante aún. Aunque le pusieron hielo en abundancia, poco o nada pudieron hacer para rebajarle la hinchazón, así que cuando llegó el momento de sentarse ante las cámaras el pobre Gayambos hizo de tripas corazón, sacó la munición de su experiencia profesional y echó los restos en la contienda para cumplir mejor que nadie su tarea. El problema de vocalización se le presentó nada más empezar a leer las primeras frases del guion que le habían entregado. Comprobó con estupor que por mucho que lo intentase y debido a la hinchazón labial no podía pronunciar más vocal que la e. Gayambos se esforzaba, angustiado por aparecer inteligible ante las cámaras, pero cuanto más lo pretendía más univocálica le salía la fonética.

   Señoras y señores. Ésta es una emisión especial destinada al conjunto de la humanidad para hacer partícipes a todos los hombres de bien de una noticia de alcance histórico. A la fecha de hoy, personal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha hecho pública la existencia de vida inteligente en el planeta Marte. Los funcionarios adscritos a dicho centro han contactado con los marcianos a partir de un platillo volante que aterrizó ayer noche en la localidad vallisoletana de Pozal de Gallinas, a escasos kilómetros de Medina del Campo. El platillo volante descendió sobre un campo de alfalfa a altas horas de la madrugada y los vecinos, asustados, llamaron a la Guardia Civil. Al ver las grandiosas dimensiones de aquel objeto, la Guardia Civil puso en alerta al Ministerio del Aire, el cual mandó efectivos aerotransportados al lugar de los hechos, provistos de armamento adecuado para repeler un posible ataque extraterrestre. Del platillo volante descendieron tres mujercillas muy altas y delgadas con cabezas curvilíneas y escamosas como las de los besugos, sólo que de color carmín. Todas llevaban al descubierto sus rombos de Michaelis, unos rombos protuberantes y elipsoidales muy de admirar. Las marcianas, que hablaban en una lengua parecida al búlgaro, pidieron entrevistarse con el rey de la Tierra, a lo que se les repuso que nuestro planeta no contaba con una autoridad real única sino que el poder estaba dividido en países y en todo caso en bloques y que el que mandaba en España era Francisco Franco, Caudillo por la gracia de Dios.

   Así continuó Víctor José Gayambos relatando ante las cámaras la noticia del contacto humano con la civilización extraterrestre, pero usando únicamente como vocal la letra «e», lo cual venía a sonar del siguiente modo:

   Señeres y señeres. Éste es ene emesén especel destenede el qenjente de le hemeneded pere hecer pertécepes e tedes les hembres de ben de ene netece de elqence hestéreqe…

FERNANDO ROYUELA - "El rombo de Michaelis" - (2007)

Imágenes: Bjørg-Elise Tuppen

jueves, 23 de septiembre de 2021

LA PALABRA VÍCTIMA SIEMPRE ES FEMENINA

 


   Pensé —y aquí pensar quiere en realidad decir producir una imagen— en los cuerpos castrados de los tres hombres jóvenes que habían aparecido desnudos y sangrantes sobre el asfalto de la ciudad. Pensé —y aquí pensar quiere en realidad decir oír el eco— en la palabra castración y en todas las referencias trágicas del término. Pensé —y aquí pensar quiere en realidad decir ver— en lo larga, en lo interminable, en lo incesante que era la palabra des-mem-bra-mien-to. Pensé —y aquí pensar quiere decir enunciar en voz baja— en el término asesinatos seriales y me di cuenta de que era la primera vez que lo relacionaba con el cuerpo masculino. Y pensé —y aquí pensar quiere decir en realidad practicar la ironía— que era de suyo interesante que, al menos en español, la palabra víctima siempre fuese femenina.

CRISTINA RIVERA GARZA - "La muerte me da" - (2007)


Imágenes: Albert Watson 

lunes, 20 de septiembre de 2021

LOS DIOSES SIEMPRE TE CHANTAJEAN CON SU PARAÍSO

 


Mi hermano nunca rezaba ni quería ir a misa, porque decía que Dios no existía, que cada uno creaba sus propios dioses y que él ya tenía los suyos. Mamá le pegaba y lo castigaba y entonces él los llamaba y conversaba con ellos. ¿Por qué haces eso?, quería saber, y él contestaba muy serio que eran ellos quienes se lo ordenaban, y que si deseaba irse de casa tenía que obedecerles en todo. ¿Pero tú no los has creado?, le pregunté. Entonces me dijo que sí, que sí los había creado, pero que ya no podía controlarlos porque los dioses siempre te chantajean con su paraíso.

   Hasta que un día se lo llevaron y no apareció nunca más.

   Papá se emborracha y mamá reza, mas yo sé que rezar es inútil. Lo que yo quiero es inventar unos dioses que me devuelvan a mi hermano y que no me obliguen a rezar.

   Lo de rezar no es posible, pero han prometido llevarme con él.

FERNANDO IWASAKI - "Ajuar funerario" - (2004)


Imágenes: Barbara Morgan

viernes, 17 de septiembre de 2021

ESA PALABRA INCIERTA Y DÉBIL


Se llamaba Mary Hartley Smith. Qué rápida y fácilmente lo escribo. Y, sin embargo, Dios mío, el corazón se me acelera al escribir este nombre: Mary Hartley Smith.

   Tal es pues el encabezamiento de la historia. Pero la verdad es que no puedo contarla. Iré desgranando algunas notas para la historia, pero quizá jamás la cuente. Es probable incluso que sea imposible de contar, ya que apenas hay «acontecimientos» en ella, sino sentimientos, los de un niño, un muchacho, un joven, nebulosos, sagrados y más fuertes que ninguna otra cosa en toda la vida. Apenas puedo recordar el tiempo en que no conocía a Hartley. Fui a una escuela para varones, pero la escuela de niñas estaba al lado y las veíamos continuamente. Como por entonces muchas se llamaban Mary, a ella la llamaban siempre «Hartley» y, no sé por qué, era un nombre que le sentaba muy bien. Muy pronto nos emparejamos pero en aquellos primeros días fue algo alegre, infantil, sin emociones profundas y avasalladoras. Las emociones comenzaron cuando andábamos por los doce años. No las entendíamos, nos azoraban, nos sacudían como un terrier sacude a una rata. Decir que estábamos «enamorados», esa palabra incierta y débil, no alcanza a expresarlo. Nos amábamos, cada uno vivía en el otro, a través del otro, por el otro. Cada uno de nosotros era el otro. ¿Por qué fue un sufrimiento tan puro y sin mezcla?



   Es extraño que ahora escriba (y no he de cambiarla) la palabra «sufrimiento», porque naturalmente, aquello era un puro gozo. Lo que importa es que fuera lo que fuese, era extremado y puro. (Me han dicho que un hombre con los ojos vendados no puede diferenciar las quemaduras del frío extremo y del extremo calor). También es posible que a esa edad se tienda a sentir las emociones como algo doloroso, porque no las atempera la reflexión. Todo se convierte en pavor y aprensión, y cuanto mayores son la maravilla y el gozo, más intensos son el miedo y la aprensión. Pero deseo repetir que esto no obedecía a la reflexión ni al pensamiento. Yo no albergaba la menor duda consciente de que Hartley seguiría amándome, y sabía con toda naturalidad que sería mía para siempre. Pero cuando cerrábamos los ojos, un terror cósmico se imponía a nuestras lágrimas de alegría.

IRIS MURDOCH - "El mar, el mar· - (1978)

Imágenes: Miho Hirano

martes, 14 de septiembre de 2021

SIN TECNICISMOS

     


 Muerte cerebral.

       El diagnóstico. De Sonia. Te lo dice el médico dentro de su habitación. Sin Nicole. Sin rodeos. Sin confidencia. Nada de lo que diga puede afectar al paciente. O sí. Nada enterarlo. Procura hacerlo sin tecnicismos. No demasiados. Sonia puede permanecer conectada mucho tiempo. No es imposible alimentarla, conseguir que su corazón siga latiendo. Pero ella ya no está ahí. Explica.

       Es una bolsa vacía. Rellena de aire. Una carcasa obsoleta que sólo engaña a primera vista. Un tintero transparente. Una hormiga calcinada. El zapato de otra talla que se conserva en el armario. No entiendes por qué te llegan esas definiciones. Absurdas. Sin haberlas convocado. Mal poeta serías, de intentarlo. No lo haces más. Un tenedor sin mango. No más.

       Dos asuntos. Concluye. Ustedes deciden cuándo desconectarla. Ustedes. Deberían considerar la donación de órganos. ¿Quiénes son ustedes?

       Te deja. Con Sonia. Solo. A solas. Su cuerpo aún conserva el movimiento de los vivos. Su vaivén respiratorio. Cuesta trabajo aceptar que ha muerto. Se ha convertido en un amasijo de carne. Sin pasiones. Sin pensamientos. Los pitidos del monitor acompasan su derrota. La tuya. Sigues sin entender lo que esa muerte cerebral significa. No es exacto. Te queda claro que no despertará. Para ti la muerte era algo más relacionado con el cuerpo. Ya desde antes existía la posibilidad de que no despertara. Con las funciones vitales. Algo tan simple que no permitía estas ambigüedades. El corazón funciona. Ella respira. Está muerta.

JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ - "Siete son tus razones" - (2018)

Imágenes: Tavo Montáñez

sábado, 11 de septiembre de 2021

LA RANA HERVIDA

 


  Y entonces paró, y Myrna miró a su amiga, en silencio.
—Me recuerda a uno de esos vampiros emocionales —concluyó Myrna al cabo de un momento.
—¿Un qué?
—Cuando ejercía, me encontré con unos cuantos. Gente que exprime a los demás. Todos conocemos a alguien así. Cuando pasamos un rato con ellos, acabamos hechos polvo, sin motivo aparente.
Clara asintió. Se había relacionado con más de una de esas personas, aunque no en Three Pines. Ni siquiera Ruth encajaba en la descripción: ella sólo agotaba las existencias de alcohol y, por extraño que pareciese, después de visitar a la poeta demente, Clara siempre se sentía descansada, llena de energía.
Sin embargo, había otros que sí le chupaban la vida.
Lillian era una de esas personas.
—Pero no fue siempre así —explicó Clara, intentando ser justa con ella—. Hubo un tiempo en que era mi amiga.
—Exacto, así es como suele ocurrir —declaró Myrna, asintiendo con la cabeza—. La rana hervida.
Clara no estaba segura de cómo responder a eso. ¿Seguían hablando de Lillian, o es que la conversación había derivado hacia un programa de cocina francesa?
—¿Quieres decir la vampiresa emocional hervida? —preguntó Clara.
Estaba bastante segura de que ningún humano había pronunciado esa frase antes que ella. Al menos esperaba que así fuese.


Myrna se echó a reír, se reclinó en el sillón y apoyó los pies en el escabel.
—No, pequeño saltamontes. Lillian es el vampiro emocional, tú eres la rana.
—Suena como un cuento de hadas rechazado de los hermanos Grimm: La rana y el vampiro emocional.
Las dos callaron un momento e imaginaron las ilustraciones.
Myrna fue la primera en reaccionar.
—Se trata de un término de psicología, un fenómeno —aclaró—. Si metes una rana en una olla con agua caliente, ¿qué crees que hará?
—¿Saltar? —sugirió Clara.
—Eso es. Pero si la metes cuando el agua de la olla está a temperatura ambiente y la aumentas poco a poco, ¿qué ocurre? Clara lo pensó.
—¿Que saltará cuando esté demasiado caliente?
Myrna negó con la cabeza.
—Pues no.
Levantó los pies del pequeño taburete, volvió a echarse hacia delante y la miró con atención.
—La rana se queda en la olla. Se va calentando más y más, pero no se mueve, porque se va adaptando a la temperatura. Y nunca salta.
—¿Nunca? —preguntó Clara en voz baja.
—No. Y al final muere.
Clara respiró hondo poco a poco y después soltó el aire.
—Lo he visto en casos de clientes que habían recibido abusos físicos o emocionales. La relación nunca se inicia con un puñetazo ni con un insulto. De ser así, no habría segunda cita. La cosa empieza bien. Con amabilidad. La otra persona se hace contigo, logra que confíes en ella, que la necesites. Y entonces comienza a cambiar. Aumenta el calor sin que te des cuenta. Hasta que estás atrapada.
LOUISE PENNY - "El juego de la luz· - (2011)

Imágenes: Levon Biss

miércoles, 8 de septiembre de 2021

ACUARIO

 


   Camiones y un hormiguero de coches, cemento y sonido y frío, nada que ver con el mundo de los peces. Ellos no conocían el viento. Nunca habían sentido frío ni visto nevar. Esperar, eso sí. Esperar era lo único que hacían. ¿Y qué veían ellos en el cristal? ¿A nosotros, o solo a sí mismos reflejados, como en una sala de espejos?

   Yo de mayor quería ser ictióloga. Me iría a vivir a Australia o a Indonesia o a Belice o quizá al mar Rojo y me pasaría la mayor parte del tiempo sumergida en agua cálida, como los peces. Una pecera de miles de kilómetros de largo. Lo malo del acuario era que no podías estar con ellos.



   (...) Levantamos la vista hacia las frondas de un verde claro donde los caballitos colgaban incómodos, como si fueran a caerse. Cuerpo blindado hecho de capas superpuestas, materia vagamente ósea. No aptos para nadar.

   ¿Qué sentido tienen los caballitos de mar?, pregunté.

   El viejo se los quedó mirando boquiabierto, como si estuviera ante su dios. Recuerdo haber pensado eso. Era muy distinto de los otros adultos que yo conocía. No llevaba orejeras mentales. Estaba dispuesto a dejarse sorprender en cualquier momento, dispuesto a ver qué pasaba a continuación, abierto a cualquier cosa.

   Creo que no hay respuesta, dijo por fin. Esas son las mejores preguntas, las que no tienen respuesta. Ni idea de cómo llegaron a formarse los caballitos de mar, ni de por qué tienen la cabeza como los caballos de tierra firme, o qué sentido puede haber en esa simetría desconocida. Ningún caballo verá jamás a un caballito de mar, y viceversa, y puede que ningún otro animal los haya reconocido a los dos, y aunque nosotros sí vemos ahora esa simetría, ¿qué sentido tiene? He aquí la clase de pregunta correcta.



   (...) Mi madre aquella tarde estaba cansada. Se tumbó en el sofá y yo me acurruqué junto a ella y vimos la tele, sobre todo anuncios. En nuestro acuario particular, tan territoriales y fáciles de localizar como cualquier pez. En este tanque solo teníamos cuatro sitios donde refugiarnos: el sofá, la cama, la mesa y el cuarto de baño. Si mirabas en esos cuatro puntos, seguro que nos encontrabas. El resplandor de la tele tiñendo de azul las paredes blancas, como ocurría con el cristal. Un techo muy próximo a nuestras cabezas para que no pudiéramos escapar de un salto. Sonido de un aparato en marcha, la bomba de calor que nos mantenía a la temperatura adecuada. La única pregunta era quién estaba fuera, mirándonos.

DAVID VANN - "Acuario" - (2016)

Imágenes: Steven Kovacs

domingo, 5 de septiembre de 2021

EL LENGUAJE ES TRAICIONERO

  


Vivir en una ciudad es vivir entre historias: las que se escriben en libros, las que circulan en periódicos y pantallas, las que se transmiten de boca en boca y mutan bajo una lógica similar a la de los virus, esos entes que sin siquiera estar vivos se replican en un afán obstinado por permanecer en el mundo.

   La ciudad es el campo en donde las historias se crean y se reproducen. Y es también el lugar en donde mueren. Las historias se extinguen porque la ciudad, escenario de la realidad, es silente a pesar de su bullicio: no puede contarse a sí misma, no puede contar nada en absoluto. A las historias, como ya lo señaló Sartre, no las cuenta la realidad, las cuenta el lenguaje humano, la memoria.



   Pero el lenguaje es traicionero: ¿cuántas veces no nos hemos quedado pasmados ante algo que no atinamos a describir: una atmósfera, un semblante, un sentimiento? Queremos contar algo y las palabras que elegimos se nos rebelan como bestias mal domadas. Queremos dar cuenta fiel de la realidad, de un pequeño fragmento de la realidad, y terminamos hablando de nuestra finitud, de nuestros propios miedos y deseos. Desconfiamos de las palabras porque —especialmente en esta era abrumada por la imagen y el registro— estas nos parecen demasiado escandalosas para hacer eco del silencio, y a la vez, demasiado opacas como para referir a la vorágine de la existencia.

   El conjunto de relatos que el lector tiene en sus manos fue escrito en un intento por contar historias de la forma más honesta que reconozco posible: aceptando este carácter oblicuo del lenguaje y aprovechándolo a favor de la propia historia. No importa que sea imposible «reproducir» la realidad con una herramienta que deja las manos astilladas; no importa que cualquier imagen en nuestra computadora, por fútil que sea, valga más de mil palabras. Las historias nacen en el lenguaje y en él alcanzan su sentido más profundo, el que se le escapa a las grabadoras y a las cámaras, el que se encuentra enmarañado en las voces y los gestos de la tribu. No estoy segura de haber cumplido a cabalidad con esta misión, pero sí puedo afirmar que lo intenté, incluso antes de plantearme formalmente estas consideraciones.

FERNANDA MELCHOR - "Aquí no es Miami" - (2013)

Imágenes: Eiko Ojala

jueves, 2 de septiembre de 2021

EL PASO DEL TIEMPO

  

   Sentirse extraño y distinto desde la infancia conduce a ser genio. Eso es lo que le pasa a Ceesepe y también a ese otro artista, Alberto García-Alix, el fotógrafo que consiguió sacarle el alma a Camarón para los restos. Alberto se sumerge en el fondo de la mirada, ahí donde se ahogan los sueños, y los rescata. Su fotografía tiene la magia, la brujería, el atractivo que todo artista sueña.

   Sus fotografías son relatos con planteamiento, nudo y desenlace. Por algo Alberto es discípulo de Heráclito. Hay que hacerse cargo, mucho antes de que existieran los relojes y las máquinas de fotos, apareció Heráclito. Sirviéndose de la imagen de un río conseguiría contarnos el paso del tiempo. Lo hizo con palabras. Siglos después de Heráclito, de manera parecida, el fotógrafo Alberto García-Alix sigue contando el paso del tiempo. Lo hace con imágenes que igual saca de una cartuchera colgada de una pared como de un muñeco de futbolín cubierto de herrumbre o de una mano tatuada con la estrella de David y la luna mora. Metáforas con las que el fotógrafo logra detener el tiempo y la mirada. Zapatos, carne, rostros en blanco y negro, algunos ocultos tras una máscara mientras que otros esconden los ojos detrás de un cuchillo. Cuerpos forzados hasta conseguir una apariencia natural, sin límites.

 Como un artista de la cuerda floja, Alberto mantiene el equilibrio entre lo real y lo imaginario, entre lo bello y lo obsceno. Porque sin duda alguna García-Alix es un contador de historias, un narrador puro que juega con el tiempo a la manera de Heráclito, como si tuviera todo el pasado por delante. En los últimos años, su trabajo me ha acompañado. En especial las fotos que le hizo a Camarón y donde quedaría reflejada la encarnadura del de la Isla, gastada ya por el dolor y la risa.

   Retratos en blanco y negro que le tiró a José y donde el cantaor mira a cámara con hondura de mar bravo, convirtiendo a Camarón en lo que ya sería para siempre. Imágenes que han trascendido fronteras y que, vistas ahora, me arrastran hacia lo que Federico García Lorca denominó la terrible noria del tiempo. Le digo a Ceesepe que si lo ve, le dé las gracias de mi parte. Entonces Ceesepe extiende su bigote de herradura en una sonrisa de agradecimiento que le llena los mofletes. Se conocen desde muy chicos.

MONTERO GLEZ - "Huella jonda del héroe" - (2012)


Imágenes: Alberto García-Alix