Desapegos y otras ocupaciones.

lunes, 1 de julio de 2024

TODO OBJETO AMADO ES EL CENTRO DE UN PARAÍSO


 A caballo sí. Tú, sin duda, recorrías todo esto a caballo, majestuoso, sin hundir los pies en el barro, confiando en el animal. Tu imagen sufriente se entremezcla ahora en mí con la del errante jinete, que no he visto nunca, y tal vez por ello voy entrando en un desasimiento extraño. En las manos tengo un libro donde está escrito: Todo objeto amado es el centro de un paraíso. ¿Se halla en lo más alto, en las cumbres rocosas y desnudas, o en el propio desnudo interior? Dijiste que era el paraíso; que Grazalema era el paraíso, como años antes lo habías dicho de Ibiza. Así pues, en este paraíso, intento una vez más reconstruir la historia que tantas veces he escrito sin saber por qué, sin lograr darle una solución adecuada, enmascarándola con distintos finales a partir de aquella pelea entre Raúl y tú, que era lo que yo verdaderamente quería fijar, sin duda para vivir en ella, para vivir siendo aquélla y siendo vosotros aquéllos, en aquel punto, acaso el único… Porque ese afán de escribir no es otra cosa, es un afán de ser, pero de ser la idea, el personaje interior que no defrauda la propia aspiración, el proyecto soñado de uno mismo. Y aquella noche, como en el papel, los hechos que se sucedieron… ¿respondían a la realidad?



   Veinte años llevo perseguida por tu imagen, el pelo trigueño al aire, el rostro afiebrado, y luego la línea de sangre en la comisura de los labios, todo ello en un marco de árboles desnudos, de ramas blanquecinas y sutiles, soportes del frío y del enigma. Tenía claros en la mente los diálogos previos, cada movimiento, pero tampoco se trataba de reproducir como una cámara lo acontecido. Me di cuenta de ello tras haberlo escrito de este modo, y fue entonces cuando pensé que si hubieras muerto en la pelea, o hubiera muerto Raúl, o bien, involuntariamente, él me hubiera matado… Pero no, en cuanto empezaba a inventar, aquello dejaba de ser una novela, los personajes se volvían marionetas, muñecos vacíos de vida… Y sin embargo, si me atengo a los hechos… Tal vez sea esto lo que me empuja a seguir y lo que al mismo tiempo me paraliza, el sentir que la novela es la realidad y que, por otra parte, lo que yo puedo plasmar de ella no será nunca exactamente lo que sucedió; que, a pesar de mi pudor a la hora de inventar, todo lo que puedo contar es invención: tanto a ti como a Raúl os inventé desde el primer momento, y a mí misma también, y gracias a ello sigo viva, destruyendo la vida —la muerte— que intenta imponerse a mi yo oculto. Tal vez por ello, cuando por tercera o cuarta vez decidí empezar de nuevo a escribir la historia, remontándome entonces a varios años antes de la pelea, a los años de Pamplona, me puse a hacerlo en forma de relatos paralelos, distribuidos en partes, precedidas siempre de una breve introducción simbólica.

CLARA JANÉS - "Los caballos del sueño" - (1989)


Imágenes: Karlotta Freier

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