Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 17 de julio de 2024

UNOS POETAS DEVORAN ESPACIO Y OTROS, TIEMPO

 


Entonces llegó el nuevo maestro de Literatura, aunque nadie supo quién había sido el anterior. Se los presentaron. Ninguna alumna habló, contemplaban como foto o estatua su cabello negro a lo beatnik, la sonrisa indeleble, casi irónica. Su mirada traspasó a Artemisa. Cuando ella le platicó a su hermano Félix del maestro ya estaba enamorada de él. Era un poeta incomprendido, cual debían ser todos los poetas, según le contó a ella y a sus amigas cuando les invitó nieves en el Kiko’s de avenida Hidalgo, donde se multiplicaban las librerías de viejo. Mientras el incrédulo Félix escuchaba a su hermana soltar nombres —Kerouak, Burroughs— que había apuntado en su cuaderno junto con el teléfono del profesor, sonreía tratando de entender el Binomio de Newton en sus propios apuntes. Estaban en casa, sentados a la mesa del comedor y la luz del ocaso se reflejaba en la vitrina de madera blanca, distorsionada desde el cristal cortado, herencia de Carmelita Guerrero, la bisabuela, descendiente directa del héroe Vicente Guerrero, según decía el abuelo, culpable genética de los ojos casi verdes de Artemisa y azulosos de su hermano. Ese guapo maestro les había encargado leer La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón, pero a ella no le importaba. Sin poderse concentrar en la edición de Porrúa, con torturantes dobles columnas, Artemisa se veía desbordada por las tesis del poeta: quería tomar de la calle sus recodos sorprendentes y buscaba «mantener el equívoco». Lo citaba: «Unos poetas devoran espacio y otros, tiempo; los espaciales hacen poemas pájaros y los temporales hacen poemas gatos». Ejemplo del primero es Whitman, del segundo tipo es el más gatuno: Poe, cuyos poemas se trepan a rasguños, aunque los habite un cuervo. ¿Le parecía a Félix si debía ver al maestro fuera del aula?



   ¡Nunca jamás! Se burló su hermano.

   En contra del programa oficial, el maestro los hizo leer La bruja, de Michelet (a Félix le sonaba a nombre de calle). Para Michelet las mujeres son algo muy diferente de los hombres: piensan hablan y actúan de otra manera; tienen otros gustos; su sangre se precipita como tormenta; respiran con las cuatro costillas superiores, de ahí su seno ondulante; y su pelvis es mar de variables emocionales. Los peces e insectos permanecen mudos, el ave canta. El hombre tiene un lenguaje distinto, la palabra clara y luminosa; pero la mujer, con algo de gato, posee un lenguaje enteramente mágico: el silencio.

   También le contó del profesor a la tía Lolita: casi un prodigio, fusionaba la aburrida preparatoria con la magia de fugas a otros planetas. Al escuchar a su sobrina hablar con tanto entusiasmo del profesor surrealista trasnochado, licuado con existencialismo, olvidadas las etimologías, Lolita le recomendó la píldora anticonceptiva. Nunca se la venderían a su sobrina, pero ella tenía de sobra en un cartoncito plateado con flechas y guía.

ENRIQUE RENTERÍA - "En los ojos de los gatos" - (2008)


Imágenes: Rein Kooyman

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