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lunes, 15 de julio de 2024

ODIABA SU NOMBRE

 


Odiaba su nombre: Casandra. En su cuaderno, en lugar de escribir la historia de María Alacoque, nacida en Borgoña, y fundadora del Sagrado Corazón de Jesús, destripaba su nombre: Ardnasac, Casi anda, Sandraca, Sandra acá, Saca draga, Casada, Daga casa, Sangra hada. Esperaba ver la sangre opaca de su nombre brotar de la hoja, caer en cascada del pupitre, en medio de las alumnas del Colegio Francés del Pedregal. Sangre saturnina, según la profesora de anatomía, Mirelle.

   Tenían dos tipos de profesoras en ese colegio de paga: las monjas y Mirelle. Ella también era monja, aunque debía ocultar una cola demoniaca, con remate puntiagudo, pues les abría otras dimensiones. Satán, les explicaba, es el principio masculino de rebeldía y la hechicera es su vía de venganza. La risa es poder, destruye, estalla las cosas, germina, por eso el macho casi nunca sonríe, nada más se burla o su risa deriva de alguna intoxicante sustancia, reír le parece femenino, sin darse cuenta de su poder. La mujer hada, sibila, hechicera, es iniciación, suelta la risa loca, agita sus pechos. La perfección de un pecho y sus vasos es el lugar más delicado para sentir dolor. Y más a ellas, pues les crecían día a día. Si tuvieran raíz de beleño o mandrágora, se curarían ellas mismas, masticando leves dosis, pues en demasía serían veneno.



   Por suerte para Mirelle, ya todas menstruaban y ejercían ese tabú genético. Sangre menstrual con la que se rocían aún sembradíos en el África más oscura, para lograr buena cosecha; ofrenda del sexo femenino sobre la tierra. Les mostraba en el proyector de opacos los esquemas anatómicos de sus órganos genitales. En el siglo XVI, Falopio le descubrió a la mujer la fons viventum, el órgano de la matriz. Tiene la función procreadora pero da la crisis sagrada en ciclo lunar. Un órgano que contiene el misterio. ¿Trasplante de corazón, de hígado, de páncreas, de pulmón, de riñón? Sí, nunca de matriz. Sus alumnas ya eran mujercitas.

   Casandra salía de esa clase con los ojos más abiertos y compartía su nuevo saber con su amiga Roxana. Le contaba también a su mamá, quien se sorprendía de la monja liberal.

   —¿No será lesbiana? —escandalizaba a la hija, mientras comían en una fonda de San Cosme, pues la mamá quería contactarla con la realidad. Si estaba en ese colegio de niñas bien era porque el abuelo pagaba. Él también era responsable, según su mamá, de su nombre, aunque ella lo hubiera decidido. El bisabuelo de Casandra era fanático de griegos y romanos. Aunque para rebajarle años de edad había quedado en «el abuelo». Murió por un trastorno sanguíneo a los setenta y nueve.

ENRIQUE RENTERÍA - "En los ojos de los gatos" - (2008)


Imágenes: Lola Dupré

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