Desapegos y otras ocupaciones.

domingo, 26 de noviembre de 2023

PORQUE SOLEDAD SIEMPRE HABÍA ESTADO SOLA


Soledad tenía treinta y seis años la noche que la mataron.

   Ella pensaba que al fin su nombre iba a dejar de ser sinónimo de su existencia, que incluso llegaría un día en que echaría de menos su antigua condición. Porque Soledad siempre había estado sola. Lo estuvo cuando sus padres trabajaban sin tregua en la empresa familiar heredada y una niñera se encargaba de ella desde la recogida del colegio hasta la cena. Lo estuvo cuando su madre se separó de su padre y ambos se enzarzaron en una lucha judicial titánica en la que ella era el principal trofeo. Lo estuvo cuando erraba de la casa del uno a la de la otra para evitarles a ambos el sentimiento de culpa y regalar de paso la sensación de quitar al contrario algo de valor. Lo estuvo cuando creció y siguió cayendo una y otra vez en la trampa de la dependencia afectiva, queriendo que la quisieran, aguantando al capullo de turno.



   Quizá cuando menos sola estuvo Soledad fue cuando se hartó de esperar a recibir de vuelta algo de aquel afecto que ella volcaba en los demás. Cuando pasó de quienes la malquerían y dedicó sus energías a preocuparse por sí misma de una puñetera vez. Pero quien se cría desde la cuna con un rol asignado acaba volviendo a él por mucho empeño que haya puesto en cambiar, por mucho psicoanálisis en el que se haya dejado los cuartos, muchos libros de autoayuda que haya subrayado y mucho mamón al que haya tenido que aguantar hasta entender cómo funciona el mundo. Como cuando te pasas media hora desenredando el cable de los auriculares y a los dos días te encuentras con la misma maraña embrollada otra vez.

   En una de las batallas que libraba en su interior, Soledad tomó dos decisiones. Una de ellas fue la que la mató.

SUSANA MARTÍN GIJÓN - "Progenie" - (2020)


Imágenes: Eli McMullen

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