Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 23 de diciembre de 2021

LAS COSAS QUE LOS MUERTOS DEJAN TRAS ELLOS

 


Las cosas que los muertos dejan tras ellos. Esa vida privada, inmune a la fatalidad, de los objetos, las reliquias, las posesiones. La estúpida permanencia de una cuna, un peluche, un sonajero. La inerte materia de la que están hechos un pijama de bebé, la tetina de un biberón, la pila ya para siempre idéntica de los pañales.

   Cuando Antares regresó a casa, cuando cruzó aquel umbral que llevaba años siendo un lugar seguro, las correspondencias cambiaron, el mapa giró en un vértigo loco, se deslizó un idioma desconocido en el léxico familiar. Cómo seguir llamando habitación del niño a aquel cenotafio inmundo; cómo seguir viendo la bañera vacía como una promesa de juegos; qué disciplina del sueño y de la vigilia aplicar a las noches de pronto sin llantos, hambre ni compasión.

   La paternidad es una provincia pedagógica; la orfandad es una escuela desolada. El discípulo, aquel que ha aprendido por necesidad y por sentido del deber las obligaciones de ser padre, se convierte en un salvaje a quien los pronombres fallan, los sustantivos hieren, los verbos esquivan. 


   La casa, la ficción de un hogar estable, se transforma en una jungla donde amenazan animales impíos. Se vuelve la mirada con la esperanza de encontrar un gesto reconocible, pero se halla sólo una ausencia blanca y absurda, el insoportable ruido de fondo de un mundo hueco.

   Por eso, cuando el niño murió, su realidad se descompuso.

   El posesivo su es la clave, porque lo más doloroso de la experiencia de la muerte es constatar algo que se sabe desde siempre, pero que jamás se acata con resignación. Que el mundo trascurre ajeno a nuestros anhelos y padecimientos; que precisamente porque el mundo permanece indemne ante cada pequeña catástrofe, son mi mundo, su mundo, nuestros personales e innegociables mundos los que se desmoronan.

   Aquella primera noche. Cómo olvidarla. Cómo decirla.

   Aquella primera noche en que los perros ladraban en la penumbra algo parecido a su desamparo, y dentro de la gran casa vacía, donde ya nunca brillaría la risa, Antares comenzó otra especie de búsqueda.

  RICARDO MENÉNDEZ SALMÓN - "Niños en el tiempo" - (2014)


Imágenes: Cássio Markowski

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