Desapegos y otras ocupaciones.

domingo, 12 de diciembre de 2021

INVENTAR CUENTOS

 


Desde que dejó de ir a la escuela, a Sorpresa se le redobló su afición por inventar cuentos. Los pocos que había podido leer o le habían contado se los sabía ya tan de memoria que no le divertían. Pero había sacado una cosa en consecuencia: tanto en los cuentos que recordaban los viejos como en los que el maestro les daba a leer o les contaba, siempre había un momento en que alguien salía de viaje, y ese momento era como un imán que hacía girar a su alrededor los demás argumentos; a partir de entonces cambiaba todo. Los protagonistas del cuento se ponían en camino para salir en busca de algo que deseaban mucho o les deparaba el azar. Unas veces encontraban lo que iban buscando y otras no, daba igual. Lo importante era el viaje y las cosas nuevas que aprendían o veían al hacerlo. Yendo de acá para allá se transformaban en otros. Era como si viajaran precisamente para cambiar la vida que padecían al empezar el cuento. Y para poderlo contar.


   —Si no pasa algo nuevo, no hay nada que contar. ¿Qué cuento vas a sacar de las cosas que te pasan todos los días? —le decía Sorpresa a Pizco, el chico del herrero, que siempre la escuchaba con los ojos muy abiertos.

   Era un muchacho guapo y coloradote, de manos muy grandes y hábiles para toda clase de tareas, los pies ágiles y curtidos para subir descalzo a los riscos más escarpados, diestro en el juego de pelota, vivaracho para entender cualquier recado y cumplirlo con ligereza, despierto frente a los peligros, excelente cazador. A Sorpresa le halagaba que un chico bastante mayor que ella prefiriera su compañía a la de nadie, y era un alivio poder contar con él y saber que le guardaba siempre todos los secretos. Si no fuera por Pizco, no tendría a quien contarle cuentos. Pero la verdad es que no estaba segura de que entendiera bien lo que le decía, y a veces le parecía un poco tonto. Si le pedía, por ejemplo, que se escaparan juntos una noche a ver el mar, le ponía unos inconvenientes absurdos, como decir que el mar estaba a muchas leguas de allí y que no podrían estar de vuelta al día siguiente. Y eso qué más daba. Ya se vería. A quién se le ocurre pensar en volver cuando emprende una aventura. Era una respuesta que nunca habría dado nadie en un cuento.

CARMEN MARTÍN GAITE - "Dos cuentos maravillosos" - (2009)


Imágenes: Shaun Tan

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