Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 24 de diciembre de 2021

EN LA PISTA DE HEATHROW


En la pista de Heathrow, un pasaje entero esperaba a que lo llevaran por los aires. La auxiliar de vuelo se paró en mitad del pasillo y se puso a acompañar la grabación con sus gestos y su atrezo. Amarrada a su asiento, la masa de desconocidos guardaba un silencio como el de los feligreses durante la lectura de la liturgia. La azafata nos enseñó el chaleco salvavidas con su tubito, las salidas de emergencia, la máscara de oxígeno que colgaba de un trozo de goma transparente. Nos guio por la posibilidad de muerte y de desastre como el sacerdote guía a los fieles entre los pormenores del cielo y del purgatorio; y nadie saltó para tratar de escapar mientras aún estaba a tiempo. Lo que todos hicimos, en cambio, fue escuchar o escuchar a medias mientras pensábamos en otra cosa, como si esa combinación de ceremonia y hado funesto nos hubiera otorgado una firmeza especial. Cuando la voz grabada llegó a la parte de las máscaras de oxígeno, el silencio no se rompió: nadie protestó ni intervino para discrepar del mandamiento de no ocuparse de los demás hasta que cada uno se hubiera ocupado de sí mismo. Aunque yo no estaba muy segura de que ese mandamiento fuera del todo correcto.


   A un lado tenía a un chico moreno que columpiaba las rodillas y cuyos gordos pulgares se movían a toda velocidad por la pantalla de una videoconsola. Al otro se sentaba un hombre bajito y muy moreno, con un traje de lino claro y, cual penacho, un mechón plateado. Afuera, la ampulosa tarde de verano seguía atrapada en la pista de despegue; pequeños vehículos correteaban sueltos por la llana lejanía patinando y girando y describiendo círculos, igual que juguetes, y más lejos todavía se veía el hilo de plata de la autopista que discurría y centelleaba como un arroyo delimitado por los monótonos campos. El avión empezó a moverse, a avanzar lentamente, y el paisaje, como si cobrara vida de repente, desfiló ante la ventanilla, primero despacio y luego más deprisa, hasta que con mucho trabajo, medio indeciso, el aparato se elevó separándose de la tierra. Hubo un momento durante el cual pareció imposible que aquello pudiera suceder. Pero sucedió.

RACHEL CUSK - "A contraluz" - (2014)


Imágenes: Morten Lasskogen

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