Por la hendija de la puerta puedo ver una pequeña hilera de mujeres controlando muy fuerte sus vejigas. El tiempo pasa rápido para ellas y muy lento para mí. Vuelvo a cerrar los ojos pero es inútil, la respiración no se normalizará. Ahora creo que veo un poco blanco, un poco negro. Dejo de sostener la puerta y subo las piernas sobre el inodoro, como si intentara protegerme de un ataque de tiburones debajo de mi bote.
Al grito de «¡Dale, forra! ¡Mirá el tiempo que nos estás haciendo perder!» se abre la puerta de una patada voraz. La traba de metal cede porque se ve bastante podrida. La madera de la puerta también. Las paredes chorrean humedad como si alguien se estuviera duchando. Ahí detrás, como recortadas, puedo ver a tres chicas de menos de veinte con polleras mini y piernas duras. Las tres llevan zapatos de taco alto, los labios rojos, bolsos cruzados. Es difícil diferenciarlas entre sí. Bien podrían ser hermanas o experimentos.
En el primer instante veo furia en sus caras, pero eso después se transforma, demasiado rápido, en curiosidad. Lo que ven sus ojos es a una mujer de casi cuarenta años que se arregló para salir, con los ojos semicerrados, abrazada a sus piernas como si el peligro estuviera en todas partes. Nos quedamos las cuatro en silencio un instante. La música sigue llegando desde allá afuera. Sigue siendo una masa uniforme de altibajos y autotune. Les digo que no soy ninguna forra, que simplemente me acaban de abandonar. Puedo ver que se miran entre ellas, apenas. Una deja caer su bolso de lentejuelas al piso y se agacha para mirarme de cerca. La otra pide que la hilera de mujeres que se armó para mear se desoriente un rato, que me den un poco de aire, por favor. Las mujeres hacen caso. Pareciera que algo entienden, que no necesitan mucha más explicación. Las vejigas esperarán. La tercera amiga simplemente agacha el torso y me abraza. Nos quedamos así un rato. Yo no logro llorar pero estoy cómoda ahí, en el roce de su campera de cuero y el ruido de su joyería. Podemos oler el Cif desinfectante que viene de la tapa del inodoro mezclado con los bollos de papel higiénico que otras chicas dejaron caer al suelo. La pista de baile arde como un eczema.
CAMILA FABBRI - "La reina del baile" - (2023)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.