Desapegos y otras ocupaciones.

lunes, 1 de abril de 2024

¿POR QUÉ QUIERE PONERLES NOMBRES A LOS DESPOJOS?


 Nosotros éramos oriundos y también éramos de otra parte. Somos los niños perdidos y las mujeres muertas. Dios no existe —damos fe de ello— y nosotros aquí andamos siempre sonrientes.

   Sabemos un montón de cosas. Sabemos que los recuerdos de Paula no pertenecen a este lugar. ¿Por qué llega entonces a este pueblucho para ocuparse de las tareas sucias, desenterrar los huesos muertos —hablamos metafóricamente—, reavivar los odios de una fogata en la que nos quemamos para regenerarnos de noche y al siguiente día volver a arder?, ¿por qué viene Paula a profundizar, desde un átomo, en la fosa, ensanchándola para después desinfectarla con cal viva como una jardinera que solo cultiva crisantemos o una limpiadora por horas?, ¿por qué quiere ponerles nombre a los despojos?, ¿quiere Paula purgar sus incógnitas culpas como los que cebaban al cerdo de San Antón y después lo embuchaban sin lavarse las manos?, ¿está aburrida?, ¿cuál es el país de Paula?, ¿y su pecado?, ¿qué filiación la lleva a estropearse las uñas contra el terrizo y a llenarse de arenilla los bronquios mientras intenta limpiar la quijada de un hombre, probablemente bueno, que habitó durante un instante esta tierra y después se la comió para siempre? Siento el cosquilleo de sus pincelitos en mi mandíbula. ¿Quién se come a quién?, ¿la tierra al hombre, a las mujeres, o el hombre —las mujeres— a la tierra? Para esta última pregunta, no tenemos contestación y esta ignorancia resulta tan irónica…



   Existen las patatas, los colinabos y otros tubérculos que nacen, se desarrollan y a veces mueren entre lombrices y abonos químicos. Entre los molares del vegano y la vegana. Intentamos usar un género inclusivo, ser cosméticamente plurales, animalistas, proteger a los más débiles porque nosotros también cogimos el palito más corto… Dudamos de poderlo conseguir. No tenemos tanta fuerza y quizá sea mejor que, desde ya, bajemos los brazos en un gesto de renuncia. Hemos llegado hasta aquí incluso por algo que va más allá de los juegos y las jaulas de los nombres. Los epicenos y los hermafroditas.

   Así que ¿resucitará Paula a los muertos y verá cómo se levantan cogidos de la mano para devorar pan ácimo, y buscar su casa y a esos descendientes que tienen sus mismos ojos, iguales marcas, rosetones, cáscaras de nuez sobre la areola, los mismos gramos de carne colgante en el lóbulo de la oreja, idéntico filo aguileño en el caballete de la nariz? Nosotros somos los niños perdidos y las mujeres muertas: puede que Paula nos ayude a crecer. Crecer es saber cómo te llamas porque lo dice la losa que te han echado encima. Nosotros velaremos a Paula para que no se parta por la mitad, como bebé salomónico, cuando los muertos tiren de uno de sus brazos y los vivos tiren del otro. O distintos tipos de muertos y de vivos quieran desollarla. Porque Paula va a meter su patita de coja donde no debería. Nosotros velaremos, para que no la destrocen. Tiraremos de ella hacia arriba y desde allí la veremos o le hablaremos en los duermevelas con palabras que de día pueda recordar justo después de haberse tomado el café y los mantecados. La observaremos desde arriba o entre los surcos de la tierra, junto a las hormigas rojas y los gusanos que sirven para cebar los anzuelos con que pescar en el río. La protegeremos como ángeles guardianes, con nuestros tirachinas, porque Paula es dama generosa que viene a llenarse los ojos de molido excremento de conejo, de ausentes y putrefacciones de los que no guarda recuerdo alguno. Filantropía, aburrimiento, trabajos manuales, ganas de adelgazar, amor omnímodo…

MARTA SANZ - "pequeñas mujeres rojas" - (2020)


Imágenes: Lana Crooks

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