Desapegos y otras ocupaciones.

domingo, 14 de abril de 2024

ES LA PEGA DE LOS ORDENADORES


«Voy a escribir la crónica de un fracaso».

   Ésa es la primera frase que se me ha ocurrido al sentarme ante mi Toshiba portátil. En realidad, no se trataba tanto de una frase para dar inicio a un relato, como de una declaración de intenciones que me hacía a mí misma.

   Es la pega de los ordenadores: resulta tan fácil borrar o modificar lo escrito, que no reflexionamos lo suficiente sobre su veracidad o pertinencia. Con un par de leves movimientos digitales, tan automáticos que la voluntad sólo desempeña en ellos un papel marginal, desaparece lo escrito. Y ni siquiera tal desaparición es necesariamente definitiva, pues bastaría pulsar otra tecla para reconstituir sobre la pantalla esa frase que habíamos condenado a la extinción. Por ello, querámoslo o no, concedemos menor importancia a las palabras, acabamos por olvidar la reflexión que debe preceder a la escritura.



   Desde que escribo con ordenador mi obra sólo provoca en mí una indiferencia desdeñosa. Lo que escribo ya no me parece formar parte de mí, de mi experiencia, sino una mera acumulación de oraciones que podrían haber sido escritas por cualquier otro. Sin embargo, ya no puedo prescindir de la máquina. He dejado de soportar mi caligrafía dubitativa, mis renglones desordenados, que dejan constancia de lo precario de mi trabajo.

   Repito, ahora voluntariamente, la frase inicial. Le concedo así oficialmente el carácter de introducción de las siguientes páginas:

   «Voy a escribir la crónica de un fracaso».

   Me refiero al nuestro. Aunque, acaso, sobre todo, estoy hablando del mío. Éste es, por cierto, el último cuento del libro. La casualidad me ha dejado la ingrata tarea de añadir las palabras finales, que no pueden dejar de ser una evaluación de nuestro trabajo. Así, cuando acabe estas páginas, pondremos la palabra fin, y con ello habremos añadido un objeto más al universo. Después de lo cual seguiremos viviendo nuestras vidas, conscientes de que no seremos nosotros quienes cosechemos el fruto posible de nuestra obra. Lo que nos desespera, sin embargo, es la incertidumbre, más bien la sospecha de que este montón de páginas no sea más que uno de los tantos objetos estériles que pueblan nuestro cosmos, un residuo de la desintegración de la realidad en lugar de instrumento para reordenarla.

JOSÉ OVEJERO - "Cuentos para salvarnos todos" - (1996)


Imágenes: Aleia Murawski

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.