Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 5 de abril de 2024

LE GUSTABAN CARELLA, CARVALHO Y MARLOWE


Cuando leyó el acta de inspección ocular empezó a dar vueltas por el despacho, inquieto, pensando que no iba a ser capaz de cumplir su cometido. Justo en ese momento de inseguridad ante su primer caso, la pregunta de por qué se había hecho policía se formó en su mente. Pero más que una pregunta recriminatoria era un desahogo, porque Juanito lo sabía más allá de toda duda. Podría decirse que era una de las pocas cosas de las que estaba totalmente seguro. No había sido motivado por ideales de justicia o sentido del deber, ni por un impulso altruista. Se había hecho policía por su afición a los libros y a las películas policíacas. Dicho así, podía parecer una tontería, y Juanito se guardaba de hacer confidencias sobre el tema a otras personas. Sospechaba que la mayoría de la gente no elegía su profesión sino que tropezaba con ella a lo largo de su vida. Los que la elegían, los que decidían su destino, era muy probable que se encontraran influenciados por una película, un libro, la opinión de un amigo o la manera de desenvolverse de un personaje carismático. ¿Cuántos paleontólogos habían descubierto su vocación a través de Parque Jurásico? ¿Cuántos arqueólogos se iniciaron después de ver En busca del arca perdida? ¿Cuántos astronautas y astrónomos tenían como libros de cabecera 2001: Una odisea del espacio y rendían un culto secreto a la saga cinematográfica de Alien?



   Juanito eligió su profesión después de ver El silencio de los corderos, y cuando tres años más tarde proyectaron Seven en el cine Brasilia de Lo Pagán, ya estaba convencido de que sería policía. La admiración que sentía por la perseverante Clarice y el impulsivo Mills, acabó por hipotecar su futuro. Verlos tan concentrados, él que no conseguía concentrarse, admirar su dedicación, él que no sabía a qué dedicar su tiempo aparte de releer una tras otra las novelas de Ed McBain, con el sonido machacón de Metallica golpeándole el cerebro. Le gustaba la lógica del detective, le gustaban Carella, Carvalho y Marlowe, le gustaban la serenidad de Somerset y el aplomo de fray Guillermo de Baskerville. Lo que Juanito ignoraba era que la decisión de hacerse policía germinó el día que, al regresar del colegio, encontró sobre la mesa de la cocina su tirachinas hecho pedazos. Tenía diez años. El padre debió de mirar la cara de su hijo en ese momento, no de sorpresa sino de extrañeza, antes de arrearle una bofetada sin añadir explicación alguna. Jamás olvidaría ese momento: la cortina de lunares flotando, el olor de las empanadillas recién hechas, su madre con los labios pintados y una expresión de lejanía que la hacía inalcanzable y borrosa debido a las lágrimas. Tuvo que vivir con el enigma toda la tarde y dormir con él, los ojos hinchados de tanto llorar sin comprender, porque nadie le dijo nada.



 Se enteró al día siguiente, por la vecina que le había acusado de romper el cristal del cuarto de baño de esa ridícula ventana que no le permitió ver al que había lanzado la piedra, una piedra que nunca apareció. A esa mujer se le ocurrió que podía ser Juanito, puesto que le había visto jugando con el tirachinas la tarde anterior, causa y efecto, de manera que esa injusticia infantil que padeció fue el primer caso sin resolver al que tuvo que enfrentarse. Dos días después, se enteró de que el Guille lo había roto desde su casa de un perdigonazo. Nada cambió, porque sus padres no le creyeron. El tirachinas se encontraba roto, la bofetada ya estaba dada y el castigo había sido justo, porque los chicos suelen hacer esas cosas y los padres siempre tienen razón. No se hable más. Así fue el asunto y así quedó grabado en su mente, y los ojos de Juanito se volvían de cristal cuando miraba a su padre y nunca más derramó una lágrima desde aquel día. Cuando cinco años después cayó en sus manos Otoño de terror, quedó fascinado y enganchado para siempre al género policíaco.

RAFAEL ESTRADA - "Ángeles de sangre" - (2012)


Imágenes: Samantha Keely Smith

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