Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 3 de enero de 2024

ESA PATRAÑA DEL AMOR A PRIMERA VISTA


El soldado de guardia le pidió un cigarrillo. Sebastián se acordó que ahora entraba al territorio de Nikki, y le dio el Marlboro que tenía en la mano. Se metió dos chicles Addams de mentol a la boca. ¿Serían suficientes? Al primer beso, Nikki diría que su boca apestaba a cenicero. ¡Cómo jodía! Rara mujer a la que le encantaba la marihuana y otras drogas más insalubres, pero detestaba el cigarrillo. O quizás no tan rara, quizás era tan sólo el aire de los tiempos (las radiografías revelaban pulmones deshechos con tanta facilidad).

   Se había casado con ella cuatro meses atrás, después de un muy corto noviazgo. La había conocido en un gimnasio abundante en espejos multiplicadores de hombres de músculos esporádicos; apenas la vio entrar, un ajustado top gris que realzaba sus pechos y descubría los hombros, shorts grises y zapatos de tenis sin medias, sintió que era verdad esa patraña del amor a primera vista. A la salida se las ingenió para acercarse a ella e iniciar una charla banal; logró sacarle el teléfono y, a las dos semanas, una noche en que le puso por apodo la Tailandesa, por sus almendrados ojos negros y sus cejas finas y oblicuas, ya eran pareja.



   Habría podido estar años con ella sin ocurrírsele el matrimonio, le era suficiente saber que era suya; además, tampoco era cuestión de apurarse, ella se había divorciado apenas diez meses atrás, su ex marido era un abusivo y decía estar curada de espanto y tener traumas para rato. Sin embargo, una noche en Tomorrow Now, el bar pictórico de jóvenes al que de vez en cuando iban (él tenía veintisiete, Nikki veintidós), ella, ida en tequila, se puso a coquetear con un amigo. Sebastián se emborrachó y le armó una escandalosa escena de celos. Ella, de repente, lo agarró del cuello y tomó entre sus manos su cadena de plata —un crucifijo, una engastada moneda inglesa de 1891 con la efigie de la reina Victoria (regalo de bachillerato de su mamá)—; luego abrió el seguro de la cadena y colocó un anillo de oro que había sacado de su cartera, y le preguntó si quería casarse con ella. Sebastián tartamudeó: las cosas no se hacían así, a él le correspondía preguntar. Sí, pero me voy a hacer oca esperando. Los amigos aplaudieron, Sebastián se ruborizó, se acercó a ella, la besó y le dijo sí, quería casarse, estaba locolocolocodeamor. Fascinante Nikki, que siempre hacía las cosas a su manera.

EDMUNDO PAZ SOLDÁN - "Sueños digitales" - (2000)


Imágenes: Gastón Ugalde

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.