Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 29 de diciembre de 2023

YO PUEDO ESCRIBIR MEJOR QUE MUCHOS DE ELLOS


David leía en su despacho de la editorial, situado en un histórico edificio de la calle Serrano en Madrid. La luz de la mañana entraba por la ventana y le producía un agradable cosquilleo en la nuca mientras pasaba las páginas del manuscrito encuadernado en espiral. Era una de las miles de novelas que recibían al año en la editorial, enviadas por aspirantes a escritores que volcaban en ellas sus esperanzas de futuro. Quizá fontaneros que pensaban los diálogos de sus personajes mientras apretaban con una llave inglesa las cañerías del baño. O estudiantes de filología que, hartos de leer libros que no les satisfacían, pensaban para sí: «No parece tan difícil. Yo puedo escribir mejor que muchos de ellos».

   Y se lanzaban a ello, a veces sin ton ni son, a veces con un minucioso estudio antes de mojar la pluma en el tintero. Y no parecía tan descabellado: Stephen King fue profesor de lengua antes de escribir su primer libro, Conan Doyle ejercía de médico, Patricia Highsmith hacía sinopsis de cómics, Nabokov era entomólogo, Kafka pasante, Thomas Pynchon escribía manuales técnicos para Boeing, Leo Baela era contable en una fábrica de zapatos. ¡Si hasta Chuck Palahniuk trabajaba en una empresa fabricando contenedores!

   La historia de la literatura estaba llena de escritores que cambiaron su destino gracias a un libro, y los jóvenes aspirantes lo sabían y se esforzaban para que su historia se hiciera realidad. Siempre poniendo lo mejor de sí en cada párrafo, escribiendo docenas de veces algunos de los capítulos que ahora leía David en la cómoda butaca de su despacho. Las esperanzas que depositaban los aspirantes en sus libros, ellos las depositaban en un pequeño cuarto junto al material de oficina.

SANTIAGO PAJARES - "El paso de la hélice" - (2004)


Imágenes: Ekaterina Panikanova

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