Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 20 de diciembre de 2023

COQUEFINGO


—¿Cómo va la novela?

   Él culebreó sobre la silla, incómodo.

   —Bien. Muy bien. La verdad es que estoy escribiendo más que nunca —⁠confesó.

   —Dime una cosa. —Cruz se apoyó en la jamba de la puerta; de pronto no tenía ninguna prisa⁠—. Cuando escribes una historia, ¿sabes cómo va a terminar?

   —No.

   —¿Y cómo lo haces? O sea… Si te tropiezas con un callejón sin salida, o con un misterio sin solución, ¿cómo sales de ahí?

   Víctor sonrió al ver su propio sistema creativo descubierto como un motor trucado.

   —Tu padre el gran científico no estaría de acuerdo con esto —⁠dijo⁠—, pero tal vez la única forma de resolver un misterio sea con otro misterio.

   —No lo entiendo.

   El escritor separó su silla de la mesa, desplegó un abanico de tics y terminó llevándose un dedo a la sien.

   —La fantasía es una herramienta más del intelecto —⁠dijo⁠—, como la memoria, como el cálculo. Ahora mismo, aquí sentado, me puedo inventar un mundo. Puedo ponerle el nombre que yo quiera. —⁠Rebuscó en el aire, encontró⁠—: Coquefingo.



   —¿Coquefingo?

   —Sí. En Coquefingo los peces tienen plumas y los pájaros escamas. El sol da frío y la luna calor. La oscuridad es alegre y el día siniestro. Los hombres nacen viejos y mueren el día que sus padres hacen el amor por primera vez.

   —Uau. ¿Se te ha ocurrido todo eso ahora?

   —Es muy fácil.

   —¿Y qué significa?

   —No lo sé. Pero el hecho de que podamos imaginar coquefingos debe de significar algo. Tu padre sí estaría de acuerdo con esto: no hay nada de sobra en la naturaleza, todo tiene una función. También la fantasía debe tenerla. Creo que… de alguna forma necesitamos imaginar lo imposible para aceptar lo inaceptable, no sé si me explico. Salir fuera para regresar dentro. ¿Tiene sentido?

   A Cruz le dieron ganas de cruzar la habitación para darle un beso en la mejilla. Pero solo dijo:

   —Sí. Lo tiene.

   Él la miró por encima de unas gafas inexistentes.

   —No estarás pensando en hacer ninguna locura, ¿verdad? —⁠tanteó.

   Pero quien respondió fue el estómago de Cruz, rugiendo calamitosamente. Los dos sonrieron.

   —Hay una crema de espárragos alucinante en la nevera —⁠dijo Víctor, regresando las manos al teclado⁠—. No es porque la haya hecho yo, pero… sería un pecado que se echara a perder.

   Hablando de cosas imposibles: a Cruz le apetecía esa crema de un modo sereno y cierto, sin urgencia. Como se desean las cosas que no están destinadas a pasar de largo, sino a permanecer dentro.

   Como se desea una última cena.

ISMAEL MARTÍNEZ BIURRUN - "Mujer abrazada a un cuervo" - (2010)


Imágenes: Carlos Quevedo

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