Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 22 de diciembre de 2023

PERO ESTO AÚN NO LO SABEN


Lydia está muerta. Pero esto aún no lo saben. 1977, 3 de mayo, seis y media de la mañana. Nadie sabe nada excepto este dato inocuo: Lydia llega tarde a desayunar. Como siempre, junto a su cuenco de cereales su madre ha dejado un lápiz recién afilado y los deberes de física de Lydia, seis problemas con pequeñas marcas color rojo. En el coche, camino del trabajo, el padre de Lydia sintoniza en el dial WXKP, «la mejor fuente de noticias del noroeste de Ohio», molesto por el chisporroteo del ruido estático. En las escaleras, el hermano de Lydia bosteza, todavía enmarañado en el tramo final del sueño que ha tenido. Y en su silla en un rincón de la cocina, la hermana de Lydia está inclinada con ojos como platos sobre sus copos de maíz, chupándolos uno a uno hasta deshacerlos, esperando a que aparezca Lydia. Ella es la que dice, por fin:

   —Hoy Lydia está tardando mucho.

   En el piso de arriba Marilyn abre la puerta del cuarto de su hija y ve la cama sin deshacer: las esquinas del edredón perfectamente remetidas, la almohada todavía ahuecada y convexa. Nada parece estar fuera de su sitio. Pantalones de pana color mostaza formando un rebujo en el suelo, un calcetín solitario de rayas multicolor; una hilera de escarapelas ganadas en concursos de ciencias en la pared, una postal de Einstein, la bolsa de lona de Lydia hecha un higo al fondo del armario; su bolsa para los libros verde apoyada contra la mesa; el frasco de colonia Baby Soft encima de la cómoda, un aroma dulce, a polvos de talco y a bebé aún flotando en el aire. Pero ni rastro de Lydia.



   Marilyn cierra los ojos. A lo mejor cuando los abra Lydia estará allí, como de costumbre, con la cabeza debajo de las mantas, y dejando asomar algunos mechones de pelo. Un bulto gruñón bajo la colcha que antes le pasó desapercibido. Estaba en el baño, mamá. He bajado a beber agua. Estaba en la cama. Llevo aquí todo el tiempo. Por supuesto, cuando los abre nada ha cambiado. Las cortinas echadas resplandecen como una pantalla de televisión en blanco.

   Ya abajo, se detiene en el umbral de la cocina con una mano en cada uno de los lados del marco. Su silencio lo dice todo.

   —Voy a mirar fuera —dice por fin—. Igual por alguna razón…

   Mantiene la vista fija en el suelo mientras se dirige a la puerta principal, como si las huellas de Lydia pudieran estar impresas en la alfombra del pasillo.

   Nath le dice a Hannah:

   —Anoche estaba en su cuarto. Oí que tenía la radio encendida. A las once y media.

   Se calla al recordar que no le dio las buenas noches.

   —¿Te pueden secuestrar a los dieciséis años? —pregunta Hannah.

   Nath remueve el interior de su cuenco con una cuchara. Los copos de maíz se encogen y se hunden en la leche turbia.

CELESTE NG - "Todo lo que no te conté" - (2014)


Imágenes: Paco Pomet

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