Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 27 de diciembre de 2023

YO QUERÍA SER ARQUEÓLOGA


Miro discretamente el reloj: las siete y dieciséis. ¿Solo? Si me parece que llevo escuchándola tres o cuatro horas… No hay nada que me aburra más que estas sesiones que se pasan hablando, como películas francesas.

   —Cuénteme algo de su vida —digo por decir algo. Como me la va a contar igual, mejor doy alguna muestra de interés y me ahorro reproches posteriores.

   Ella suspira y enciende otro cigarrillo. Le gustaría reflexionar un momento antes de empezar, pero teme que se enfríe mi interés y comienza de cualquier manera, atropelladamente.

   —Yo quería ser arqueóloga. Puede usted imaginar el aura heroica con que reviste esa profesión una niña de diecisiete años: me veía con machete y salacot por la selva descubriendo pirámides aztecas… —Ríe, con una risita mundana—. Y ya ve. No me quejo, la tienda, sin ser un gran negocio, no puedo decir que me vaya mal, y vender me gusta. En cuanto al matrimonio… pues como todos los matrimonios más o menos. Un día una se da cuenta de que vive con un señor al que le unen cosas como la declaración conjunta, el piso que hemos ido pagando y decorando a lo largo de quince años, o la muy agradable, no digo que no, de ir todos los viernes a escuchar un concierto de música clásica… —Suspira una vez más, sin darse cuenta—. Si me lo hubieran dicho a los quince años… 



O incluso a los veintitantos, cuando empezábamos a ser novios, cuando él llevaba siempre la misma camisa de franela y fumaba Gitanes y a mí me gustaba tanto abrazarle y olerle y meterle la mano en el pelo rizado… Teníamos un coche de segunda mano, amarillo, lleno de abolladuras, con goteras, y en el que al encenderse los faros se ponía a funcionar solo el limpiaparabrisas, y recuerdo tantos viajes de horas y horas, hablando y fumando… todo era vago y exaltado y nos llenábamos la boca de palabras y luego hacíamos el amor… Evidentemente, ahora él está calvo, lleva traje y corbata, ha dejado de fumar… yo por mi parte me paso la vida yendo al oftalmólogo, al dermatólogo, a la esteticién, al masajista, al ginecólogo…, y lo poco que hablamos es sobre cosas concretas e inmediatas. Algo de amor queda, no digo que no, pero lo que hay sobre todo es inercia. Eso, y ningunas ganas de meternos en grandes escenas… visitas al abogado, semanas de insomnio… reparto de la biblioteca, los álbumes de fotos y los juegos de toallas. —Suspira—. Durante varios años, yo me daba cuenta de que él poco a poco me iba queriendo menos… y me deseaba menos, también. Más de una vez le hice una escena por todo lo alto, que terminaba echándome a llorar en sus brazos… Hasta que comprendí que lo único que conseguía así era agotarle la paciencia. Que él ya no aspiraba, como yo seguía aspirando, a un gran amor, sino solo a vivir tranquilo. A que yo le dejara en paz. Y me resigné, ¿qué iba a hacer?…

LAURA FREIXAS - "Cuentos a los cuarenta" - (2001)


Imágenes: Kaori Kurihara

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.