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lunes, 18 de diciembre de 2023

A UN AMIGO SE LE MURIÓ SU BONSÁI


A un amigo se le murió su bonsái. Al parecer le puso demasiada agua y se ahogó. Conozco a mucha gente a la que se le murió un bonsái. No es un grupo tan exclusivo: los bonsáis se mueren si les pega un mal viento, se deprimen si uno habla muy fuerte y para ahogarse solo necesitan que alguien los escupa. Son criaturas más que delicadas, enclenques. Yo tuve un par de bonsáis que también murieron: las dos veces olvidé podarlos y empezaron a crecer como locos y, cuando quise controlarlos, más o menos, se desangraron. Después, cuando conocí a Teo, él tenía uno en la ventana de su escritorio, que miraba a un jardín enorme y frondoso, y a mí me parecía una crueldad tremenda que ese árbol enano viviera allí. Era como plantar a un niño pobre enfrente de una vitrina de niños ricos que juegan con juguetes caros y se chorrean el pecho de helado. 
Era como embalsamarle las patas a un perro y llevarlo a la playa para que juegue: «¡Atrapa el platillo Boby!». Le dije a Teo que sacara al arbolito de allí y él, cuando vio lo que le señalaba —arbolito en primer plano, bosque al fondo—, aceptó. Coincidió en que era una obscenidad.



 Al poco tiempo, el bonsái de Teo también murió. Me enteraría ya tarde de que los bonsáis deben criarse cerca de ventanas luminosas. Me enteraría también de que si no hubiera sido eso lo que lo mataba, habría sido cualquier otra cosa porque, sin saberlo —en esto nunca se sabe—, estábamos haciendo todo lo necesario para matar al arbolito. Un bonsái necesita los mismos cuidados que una persona muy enferma, porque un bonsái es un árbol muy enfermo. Está mutilado. Es el engendro de circo del mundo de la flora, es una criatura destinada a la muerte temprana o una larga vida de cuidados paliativos. Por eso no entiendo todo el esfuerzo empeñado en achicar a la fuerza algo que goza de tan maravillosa existencia en su tamaño natural. Quiero decir, la gracia de un árbol es que dé sombra, que los pájaros se posen en sus ramas, que uno admire su inmensidad maravillado y tras un suspiro diga: «Oh». El bonsái era importante para los chinos porque lo identificaban con la eternidad: es una idea muy corta de la eternidad; es, sobre todo, una idea muy frágil, siempre a punto de quebrarse y producir una pequeña muerte, varias pequeñas muertes, muchas pequeñas muertes. Quizá, en chino, la eternidad significa una sucesión de pequeñas muertes. En francés, eso mismo —pequeña muerte—, quiere decir orgasmo, que es una palabra más linda, aunque, por desgracia, menos larga que eternidad. En fin, que pobre el bonsái de mi amigo pero me gustaría que los árboles fueran siempre árboles, nunca arbolitos contenidos. Y me gustaría, también, que las pequeñas muertes fueran siempre francesas.

                                                   MARGARITA GARCÍA ROBAYO - "Orquídeas" - (2013)

Imágenes: Rafael Silveira 

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