Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 20 de octubre de 2022

OTRAS 500 MANERAS DE PREPARAR EL POLLO


La vista de las pechugas de pollo en el frigorífico provocó en Ruth una indignación inesperada. A veces tenía la impresión de que eso era lo único que comían. Maggie detestaba el pescado y la verdura, salvo la lechuga y los guisantes congelados, Eliza se resistía a comer carne roja por razones de ética (Ruth no comprendía por qué sus objeciones morales no incluían la carne de ave, pero prefería no preguntar) y las dos protestaban amargamente si les ponía de primer plato sopa o enchilada. De manera que, aparte de la ocasional lasaña o pizza, sólo quedaba el pollo. Y puesto que a las niñas no les gustaba la carne oscura ni cualquier vestigio que les recordara que su cena había sido en un tiempo una criatura viva, decir «pollo» era decir pechugas sin piel ni hueso, que Ruth servía con arroz, patatas o pasta, acompañada de una ensalada verde con una de las salsas de Paul Newman. Hasta Paul Newman había empezado a atacarle los nervios con aquella sonrisa de autocomplacencia con que la miraba desde el frasco, como si supiera que él era el único varón de la mesa.

Esa noche había pechuga marinada al limón y pimienta, una receta extraída de un libro titulado Otras 500 maneras de preparar el pollo que mejor hubiera podido titularse: «No importa cómo lo disfraces, será la misma mierda de anoche» o «Comiendo pollo hasta la muerte». Porque había noches en las que se sentía así, como un animal estúpido al que han puesto en el mundo para que se coma unos cientos —¿o miles?— de animales más estúpidos que él para luego desaparecer sin dejar rastro.

TOM PERROTTA - "Lecciones de abstinencia" - (2007)


Imágenes: MUMI

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