Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 6 de octubre de 2022

CHINOOK


—Chinook —dijo mi madre en voz baja, tan baja que casi no la oí y, acto seguido, se persignó—. Chinook —dijo esta vez tan alto como para que la oyeran el cielo y la luna. Esta segunda vez dijo la palabra como si llamara a un amigo perdido hace mucho cuyo nombre olvidado había recordado de repente. Pero el chinook no era un amigo; era el nombre del extraño viento que soplaba. Y hacia noviembre, todo lo que había sido revuelto y trastocado por ese chinook desde el mes de febrero había vuelto a su sitio. Y todo se había consumado.

Pero nada volvió a ser igual.

Esa mujer, Sugar Babe, había muerto, y a continuación murió Harold P. Endicott, y después murió el negro. Siempre de tres en tres, las muertes, decía mi madre, y después se persignaba. La sequía y el chinook hicieron que hacia noviembre nosotros también estuviéramos acabados: desarbolados, descerrajados. La casa fue destruida por el fuego, así como el granero, y el cobertizo de las herramientas y la mayoría de nuestras cosas; y perdimos la granja para siempre.

El chinook duró todo el día siguiente con su noche, hasta que se hizo de mañana. Cuando me levanté ese tercer día, mi madre volvía a tener el aspecto de siempre. Mientras el chinook sopló sobre nosotros mi madre fue un desastre. Eso es lo que mi padre le decía, Menudo desastre estás hecha, le decía, porque en la cocina no hacía una a derechas. Los huevos de mi padre estaban duros y las gachas quemadas, y nos dio guiso de atún para cenar cuando ni siquiera era viernes. Mientras duró el chinook mi madre no se recogió el cabello durante el día ni se lo peinó para mi padre a la hora de cenar, ni se pintó los labios, ni se puso el delantal limpio encima del vestido rojo de andar por casa para hacer las faenas. Aparte de la cocina, mi padre decía que mi madre estaba hecha un desastre porque se había dejado ir. Mamá, le decía mi padre, échate un vistazo. Estás dejándote ir.



(...) Dos lugares prohibidos y tres personas prohibidas.

Desobedecí a mi padre en lo del río, ese verano que se secó. Me tiré al agua en junio y seguí haciéndolo durante todo el verano porque hacía calor, porque el río bajaba muy lento y porque ese verano ya era mayor. Una cosa siempre lleva a la otra, y cuando me tiré al río esa primera semana de junio, el salto llevó a otros saltos, a otros baños, baños más largos río arriba y río abajo. Llevó a las otras prohibiciones, a esas tres personas prohibidas: Harold P. Endicott; la mujer, Sugar Babe, y el negro.

El día que los vi a los tres juntos fue el día en que los problemas traídos por el viento, por el chinook, empezaron a hacerse evidentes.

Antes de ese día, una sensación de turbulencia parecía flotar sobre las cosas, como si el mundo se estuviese desplazando de ese lugar esférico desde el que colgaba en el cielo: el aire turbulento encima de tu cabeza; el cielo turbulento abarcándolo todo.

TOM SPANBAUER - "Lugares remotos" - (1988)


Imágenes: Mitch Dobrowner

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