Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 22 de octubre de 2022

BOMBARDEAN LA CIUDAD DÍA Y NOCHE


Venimos de la ciudad. Hemos viajado toda la noche. Nuestra madre tiene los ojos rojos. Lleva una caja de cartón grande, y nosotros dos una maleta pequeña cada uno con su ropa, y además el diccionario grande de nuestro padre, que nos vamos pasando cuando tenemos los brazos cansados.

Andamos mucho rato. La casa de la abuela está lejos de la estación, en la otra punta del pueblo. Aquí no hay tranvía, ni autobús, ni coches. Sólo circulan algunos camiones militares.

Los caminantes son poco numerosos, el pueblo está silencioso. Se oye el ruido de nuestros pasos. Caminamos sin hablar, nuestra madre en medio, entre nosotros dos.

Ante la puerta del jardín de la abuela, nuestra madre dice:

—Esperadme aquí.

Esperamos un poco y después entramos en el jardín, rodeamos la casa, nos agachamos debajo de una ventana, de donde vienen las voces. La voz de nuestra madre dice:

—Ya no tenemos nada que comer en casa, ni pan, ni carne, ni verduras, ni leche. Nada. No puedo alimentarlos.



Otra voz dice:

—Y claro, te has acordado de mí. Durante diez años no te has acordado. No has venido ni has escrito.

Nuestra madre dice:

—Sabes muy bien por qué. Yo quería a mi padre.

La otra voz dice:

—Sí, y ahora te acuerdas de que también tienes una madre. Llegas y me pides que te ayude.

Nuestra madre dice:

—No te pido nada para mí. Sólo me gustaría que mis hijos sobreviviesen a esta guerra. Bombardean la ciudad día y noche, y no hay nada que comer. Evacúan a los niños al campo, a casa de parientes o de extraños, a cualquier sitio.

La otra voz dice:

—Sólo tenías que enviarlos a casa de algún extraño, a cualquier sitio.

Nuestra madre dice:

—Son tus nietos.

—¿Mis nietos? Ni siquiera los conozco. ¿Cuántos son?

—Dos. Dos chicos. Unos gemelos.

La otra voz dice:

—¿Qué has hecho con los otros?

Nuestra madre pregunta:

—¿Qué otros?

—Las perras tienen cuatro o cinco cachorros cada vez. Se guardan uno o dos y los demás se ahogan.

La otra voz se ríe muy fuerte. Nuestra madre no dice nada y la otra voz pregunta:

—¿Tienen padre, al menos? No estás casada, que yo sepa. No me has invitado a tu boda.

—Sí que estoy casada. Su padre está en el frente. No tengo noticias de él desde hace seis meses.

—Entonces ya puedes ponerle una cruz.



La otra voz ríe de nuevo, nuestra madre llora. Nosotros volvemos a la puerta del jardín.

Nuestra madre sale de la casa con una vieja.

Nuestra madre nos dice:

—Ésta es vuestra abuela. Os quedaréis con ella un tiempo, hasta que acabe la guerra.

Nuestra abuela dice:

—Puede ser mucho tiempo. Pero yo les haré trabajar, no te preocupes. La comida no es gratis aquí tampoco.

Nuestra madre dice:

—Os mandaré dinero. En las maletas tenéis vuestra ropa. Y en la caja, sábanas y mantas. Sed buenos, pequeños. Os escribiré.

Nos besa y se va llorando.

La abuela se ríe muy fuerte y dice:

—¡Sábanas y mantas! ¡Camisas blancas y zapatitos de charol! ¡Ya os enseñaré yo a vivir, ya veréis!

Le sacamos la lengua a nuestra abuela. Ella se ríe más fuerte aún, dándose palmadas en los muslos.

AGOTA KRISTOF - "El gran cuaderno" - (1986)


Imágenes: vanessa german 

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