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viernes, 21 de junio de 2024

PROCURARON CRIARME EN EL TEMOR A DIOS


Yo era todavía un hombre joven, con veinticinco años recién cumplidos, despierto, sagaz y ambicioso, y tenía todo el mundo por delante, a la espera de que alguien lo conquistara, o eso me parecía. Mi padre era nada menos que el príncipe-obispo de Ratisbona; mi madre, una sirvienta en el palacio del obispo: un bastardo, por tanto, pero decidido a no ser el criado de nadie. Mi madre murió cuando yo era aún una criatura, y el obispo me entregó a una pareja sin hijos: Willebrand Stern y la arpía de su mujer, que me dieron su apellido y procuraron criarme en el temor a Dios, lo que equivalía a matarme de hambre y darme palizas de vez en cuando por mi supuestamente incurable pecaminosidad. Más de una vez me escapé de la triste casa de los Stern en Pfauengasse, y en cada ocasión me atraparon y me llevaron de vuelta para que me golpearan con redoblado vigor.



   Desde el principio tuve una gran sed de conocimiento, y con el tiempo me convertí en un precoz adepto a la filosofía natural y en un curioso aunque más bien escéptico estudioso de las ciencias ocultas. Tuve la suerte de recibir una sólida educación, gracias a mi padre el obispo, que insistió en que asistiera al gimnasio de Ratisbona, pese a que mi padre adoptivo Stern habría preferido colocarme de aprendiz con un herrero. En la escuela destaqué en el quadrivium y demostré una particular inclinación por la aritmética, la geometría y los estudios cosmológicos. Fui un estudiante aplicado e inteligente —más que inteligente—, y a los quince años, cuando era ya más alto y más fuerte que mi padre adoptivo, me matriculé en la Universidad de Wurzburgo.

   Fue una época feliz, tal vez la más feliz de mi vida, en la amable y vieja Franconia, donde tenía profesores sabios y diligentes y pronto amasé una gran erudición. Cuando mis años de estudio llegaron a su fin, me quedé en la universidad y me las arreglé para ganarme la vida dando clase a los obtusos hijos de los comerciantes ricos de la ciudad. Pero la vida académica no podía complacer mucho tiempo a un hombre tan obstinado y resuelto como yo.

BENJAMIN BLACK - "Los lobos de Praga" - (2017)


Imágenes: Guido Mocafico

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