Desapegos y otras ocupaciones.

lunes, 18 de marzo de 2024

SIEMPRE HABÍAN SIDO MUY NORMALES


—¿Recuerdas que el otro día te dije que en el hospital teníamos mucho trabajo?

   —Sí —contestó Víctor recordando vagamente.

   —Pues esta última semana ha aumentado todavía más.

   Víctor miró fijamente a su amigo. No adivinaba qué era lo que quería decirle.

   —Quizá sea una mala racha.

   Es lo único que se le ocurrió decir. Entonces advirtió que David estaba algo pálido. Lo encontró más viejo, aunque era absurdo que hubiera envejecido de una semana a otra. La vejez no aparecía de golpe. ¿O podía ser que sí? Su compañero le interrumpió:

   —Es posible. Pero empieza a ser excesivo.

   Víctor notó que David quería hablar de su trabajo. Era raro. Casi nunca lo hacía. Preguntó:

   —¿A qué te refieres?

—La semana pasada hubo cincuenta ingresos. Ésta, más de un centenar. El hospital está lleno. Lo mismo sucede en los otros hospitales. Y en las clínicas. Nadie lo entiende.

   —Pero ¿quiénes son los que ingresan? ¿De qué se trata?

   David se tomó un tiempo antes de responder. Sorbió los restos de su café.



   —La verdad es que no sabemos de qué se trata —dijo, mirando al fondo de su taza—. No tenemos ni la más remota idea. Al principio, cuando se presentaron los primeros casos aislados, sí creíamos saberlo. Neurosis depresivas que no tenían nada de extraordinario. El problema vino después. El número de casos era ya demasiado grande. Las características de los enfermos han acabado de desorientarnos.

   Víctor sabía que David era poco partidario de las fáciles alarmas, y aún menos como médico. Pero, por primera vez en su vida, lo veía alarmado.

   —¿Cuáles son estas características?

   David casi no le dejó terminar su pregunta.

   —Todos los casos parecen calcados. Cuando llegan al hospital presentan ya síntomas graves. Nos los traen sus familiares y siempre dicen lo mismo: han intentado cuidarlos en casa pero no aguantan más. No comprenden lo que les ha sucedido, así de repente, de la noche a la mañana, sin que antes hubieran podido advertir nada. Eran muy normales. Los familiares insisten en eso: eran muy normales. De pronto cambiaron. Se mostraron indiferentes. Perdieron el interés por todo. Sus familias dejaron de interesarles y sus trabajos, también. Ellos mismos dejaron de prestarse atención. Se abandonaron por completo. Olvidaron toda actividad. Incluso era difícil lograr que comieran. Cuando nos los traen su apatía es total. Los que nos los traen están desesperados. Repiten una y otra vez: eran muy normales. Siempre habían sido muy normales.

RAFAEL ARGULLOL - "La razón del mal" - (1993)


Imágenes: Spencer Hansen

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