Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 7 de marzo de 2024

LINEPITHEMA HUMILE


La sensación que transmite es extraña. Contradictoria. La masa, el cuerpo, parece inmóvil y al mismo tiempo da la impresión de que se estremece, de que se mueve e incluso de que susurra o piensa en voz alta.

La postura es casi fetal. Solo una pierna extendida rompe el dibujo de la posición prenatal. Bajo la capa hirviente de hormigas que lo cubre se aprecia que el torso del hombre está desnudo, lleno de polvo. Los pantalones son grises. La pernera derecha está subida hasta casi la rodilla. Allí también trabajan las hormigas, lo mismo que lo harán en la otra pierna, cubierta por el pantalón aunque ese pie, el izquierdo, esté descalzo y sea una mancha oscura, de un morado casi negro en el que los insectos se afanan ejemplarmente, como células de un verdadero superorganismo.

   Son hormigas de la especie linepithema humile, la llamada hormiga argentina. Son pequeñas, rojizas, absolutamente omnívoras. Viven en la tierra, bajo la madera, bajo los suelos, matan a otros insectos, acaban con todas las especies de hormigas de la región que invaden. Aquí forman una costra sobre el cuerpo caído, se introducen por todos los pliegues de su piel, se adentran por los orificios, horadan, cortan, arrastran, se comunican ansiosamente, ávidas, codiciosas, ciento treinta millones de años para llegar a este punto de eficacia, de precisión.


   La piel del hombre es pastosa, pajiza, amarillenta. Tiene los ojos entreabiertos y en la ribera de sus párpados abreva celosamente un centenar de hormigas. El iris azul grisáceo. Los ojos que vieron aquellos campos nevados en otro continente, los ojos que amanecieron contemplando el cuerpo de su hijo Guillermo en la cuna y que al verlo por primera vez dejaron escapar lágrimas de alegría. Cuando rozó la plenitud. Trabajan en los ojos los insectos, acuden en una cadena organizada al cráter de las orejas y se introducen como espeleólogos por el laberinto de los oídos, se adentran por el cuero cabelludo, merodean por las fosas nasales, entran en la boca y sacan su botín de saliva con residuos de benzodiazepinas —diazepam, bentazepam, lormetazepam— y alcohol —vodka, ginebra, tequila—. La respiración del hombre es leve, y en la montaña del tórax apenas se percibe el trabajo de sus pulmones.

   Al otro lado de la rotonda, al otro lado del camino y de los carteles en los que un hombre abraza por la espalda a una mujer que finge estar dormida y un coche rojo surge al lado de una playa con agua esmeralda, un automóvil llega, un joven se baja de él y risueño pregunta al hombre de los ojos pequeños y el mono verde:

   —Lolo, ¿te has dado cuenta de que han tumbado la señal de la gasolinera? La de la rotonda. Está en el suelo, ¿te has dado cuenta?

   Y el hombre de los ojos pequeños, la cara de pez y el mono verde responde Jé y siente que ha empezado el día.

ANTONIO SOLER - "Sur" - (2018)


Imágenes: Greg Olignyk

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