Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 28 de febrero de 2024

ERA UNA CUESTIÓN DE INFIDELIDADES


Todo empezó con una llamada telefónica de Isabella. Quería saber dónde estaba Christopher y me vi en la tesitura de tener que decirle que no lo sabía. A sus oídos debió de sonar increíble. No le dije que Christopher y yo nos habíamos separado seis meses atrás, ni que hacía casi un mes que no hablaba con su hijo.

   Mi incapacidad para informarle del paradero de Christopher le pareció incomprensible, y su respuesta fue mordaz, aunque no del todo sorprendida, algo que en cierto modo solo sirvió para empeorar las cosas. Me sentí humillada y a la vez incómoda, dos sensaciones que siempre han caracterizado mi relación con Isabella y Mark. Y eso a pesar de que Christopher me decía a menudo que yo les causaba el mismo efecto, que debía esforzarme por no ser tan reservada, porque era fácil confundir esa actitud con la arrogancia.

   ¿No sabía que algunas personas me consideraban esnob?, me preguntó más de una vez. No lo sabía. Nuestro matrimonio se sustentaba en las cosas que Christopher sabía y yo no. No era meramente una cuestión de intelecto, aunque en ese sentido Christopher también tenía ventaja, pues sin duda era un hombre inteligente. Se trataba más bien de los datos ocultados, de información que él tenía y yo no. En pocas palabras, era una cuestión de infidelidades: la traición siempre coloca a un miembro de la pareja en una posición de conocimiento y deja al otro a oscuras.



   Sin embargo, la traición no era (al menos, no necesariamente) el motivo principal del fracaso de nuestro matrimonio. Ocurrió poco a poco. Incluso después de acordar separarnos, había asuntos prácticos que atender; desmantelar el edificio de un matrimonio no es poca cosa. La perspectiva era tan abrumadora que empecé a preguntarme si alguno de los dos se lo estaba repensando, si había alguna duda enterrada en las profundidades bajo toda la burocracia, acallada entre las pilas de papeles y formularios electrónicos que intentábamos evitar a toda costa.

   Por eso era comprensible que Isabella me llamase para preguntar qué había pasado con Christopher. Le he dejado tres mensajes, me dijo, pero me salta directamente el buzón de voz, y la última vez que llamé sonó un tono del extranjero…

   Pronunció la palabra «extranjero» con un deje de sospecha que me resultaba familiar, con desconcierto (no podía imaginar una sola razón para que su único hijo deseara alejarse de su radio de acción) y resentimiento. Entonces volvieron a mí ciertas palabras, frases pronunciadas a lo largo de nuestro matrimonio: eres extranjera, nunca te has integrado del todo, es simpática pero no es como nosotros, tenemos la sensación de que no te conocemos (y luego, por último, lo que sin duda diría si Christopher le contase que lo nuestro se había terminado), es mejor así, cariño, en el fondo nunca formó parte de la familia.

KATIE KITAMURA - "Una separación" - (2018)


Imágenes: Moonassi

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.