Desapegos y otras ocupaciones.

domingo, 18 de febrero de 2024

GENTE SE ROMPE, TAMBIÉN


Llegó agotada de Madrid. Le había tocado el asiento del medio de una hilera de tres, la peor situación. Al menos sus dos vecinas habían resultado mujeres amables, pero aún así, casi no había dormido. Se había debatido toda la noche buscando una posición posible, una batalla inútil contra el cuerpo: nunca había podido dormir sentada. Así que la llegada fue una bendición. Ahora espera su valija en la sala de equipajes. Deben haber aterrizado varios aviones juntos porque la sala está repleta y la gente se agolpa impaciente alrededor de las cintas. La suya es la número siete, su número preferido. El siete, según dicen, simboliza la reflexión, el perfeccionismo y la espiritualidad. Pero ella lejos está de ser reflexiva y perfeccionista. Julia se reconoce más bien impulsiva y vive luchando contra su propensión al desorden. Hizo la valija a las apuradas y compró los regalos a último momento. El libro que le había pedido su colega Santiago, algunas chalinas para sus amigas y una camisa para Fernando. Siente una punzada de culpa, seguro que no acertó con el talle, y tampoco la camisa es nada del otro mundo, más bien un regalo de compromiso. Pero hace tanto que él no le regala nada a ella, se defiende, tanto que no… Mejor no se enrolla en esos pensamientos resentidos y se concentra en su valija. Desde la segunda fila en la que está no alcanza a ver todo el recorrido de la cinta. Mira con ansiedad hacia el hueco de donde va saliendo el equipaje, detrás de una cortina de flecos de goma. Todos comparten la misma expectación y la ligera angustia del extravío: una parte de uno puede fragmentarse, quedar impar, disolverse en la nada.



 En cambio, qué alivio, qué contento sobrevienen cuando el yo y el equipaje se reconocen y se completan. (Será por eso de que el cuerpo llega primero y el alma después, siendo el equipaje un eslabón necesario). Se ve en el gesto de conquista con que cada uno se inclina para atrapar su valija, arrancarla del idiotismo de la cinta, y calzarla en su carrito. Pero pasan los minutos y ella todavía no ha sido tocada por esa gracia. Sigue alerta. Y entonces, inesperadamente, ve aparecer la bota: una bota alta y sola, doblada sobre sí misma, como si quisiera ocultarse a la mirada filosa de los otros. ¿Qué hace una bota ahí? Se habrá salido de una valija mal cerrada, o rota. Muchas veces se rompen valijas en los traqueteos del traslado. Gente se rompe, también. La bota, recostada junto a una valija estampada, sigue su avance y Julia siente un malestar, eso que se llama vergüenza ajena. Mira a su alrededor. ¿De quién será? Qué mal momento, piensa, para su dueña verla ahí, desnuda, solitaria, mostrando su miseria. Pero nadie se acerca a recogerla. Junto a ella hay una pareja elegante con aspecto europeo, un grupo de adolescentes con remeras altisonantes, una mujer vestida de riguroso gris y negro —probablemente una religiosa—, algunos hombres solos y maduros; frente a ella, del otro lado de la cinta, una familia con varios chicos, más hombres y mujeres. Todos le echan una mirada curiosa a la bota que se va alejando hacia el otro extremo del circuito hasta desaparecer.

INÉS FERNÁNDEZ MORENO - "No te hagas ilusiones" - (2023)


Imágenes: Mohamed Hafez
 

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