Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 9 de febrero de 2024

EL PRIMER DISCO QUE COMPRÉ

 


Conservo el primer disco que compré, que es también la primera cosa mía que compré. Los caramelos y los juguetes pertenecen más a nuestra infancia que a nosotros mismos, son en realidad un patrimonio de nuestros padres, una felicidad heredada. No niego el valor de la infancia, pero me parece que sólo se puede medir cuando desemboca en esa batalla dura que somos nosotros. Empecé a ser yo dentro de algunos libros y también dentro de un mes de diciembre, una tarde en la que tuve la suerte de que mis abuelos apareciesen sin regalo en la fiesta de mi noveno cumpleaños. Solucionaron el problema con una alegría en metálico, y yo me compré a la mañana siguiente un disco de Serrat. No fue un capricho de niño raro. Es que mi madre era muy partidaria de Julio Iglesias y mi padre un decidido defensor de Raphael, y yo, obligado a escoger entre los dos, me encontré de pronto con la posibilidad de salir corriendo, gracias a un cantautor catalán que había puesto música a los versos de un poeta sevillano. Lo había oído en la clase de literatura de un profesor que supo compensarme con aquel disco de muchas horas de frío y de la monotonía de la lluvia en la ventana. Nuestros destinos dependen con frecuencia de algunas decisiones casuales que toman los demás.
Conservo el disco, como conservo la imagen del niño que oyó hablar en el colegio de Antonio Machado y quiso oír sus Cantares y su Saeta en la voz de Serrat. Las cosas sirven a veces para materializar aquello que no está fuera, sino dentro de nosotros. Desde que oí aquel disco, fui haciéndome como soy, con una felicidad mía, con un dolor propio, con el patrimonio de mis sentimientos, como un golpe de dudas o de dados que no pretende abolir ningún azar, pero intenta saltárselo para que todo termine bien y con las cifras adecuadas. Debajo de mis opiniones más sensatas, se esconde el joven que sabe correr más que la policía y que aprendió a vivir al ritmo de una guitarra y de unas cuantas palabras verdaderas. No debemos perderle nunca el respeto al adolescente que fuimos, ni reírnos demasiado de su voluntarismo utópico.  

LUIS GARCÍA MONTERO - "Una forma de resistencia" - (2012)


Imágenes: Lou Benesch

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