Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 10 de febrero de 2022

BELLO PERO UNA FÁBULA DE TERROR


Siento que abre la puerta y se asoma a mirarme, siento eso en el aire moviéndose, el aire amigo mío advirtiéndome su presencia mediante un breve soplido en mis pestañas, siento que es el rostro de mamá, desde la puerta, flotando sobre su olor hasta mí, como un reto. Estoy a punto de caer vencida, es como si mamá ordenara: «Abre los ojos de una vez, sé que estás despierta», y después dijera, fríamente: «Ambas lo sabemos», y luego un hielo: «Despierta». Pero me esfuerzo por ignorar la orden, no muevo un solo párpado. El rostro de mamá es un globo brillante, pegado a mis narices, oyéndome respirar, un globo de agua helada oyéndome el corazón, metiéndose en mi cabeza para averiguar lo que pienso, así imagino su rostro, bello pero una fábula de terror, hielo hielo hielo hielo. Yo procuro por todos los medios parecerle profunda, profundamente dormida, y me veo yo misma durmiendo, profundísima, igual que cuando ella viene a despertarme cada madrugada, a las seis, los días de colegio, o cuando nos vamos de viaje. 



Y ahora no puedo más, el hielo de su rostro me ha vencido, no resisto y cuando abro los ojos y voy a decir «Qué quieres, mamá, ya estoy despierta» veo que la puerta se cierra lentamente; es mamá, pienso, que la acaba de cerrar: sólo vi sus dedos blancos desapareciendo cuando aparecieron mis ojos. Y sé que no volverá a entrar en mi cuarto porque la escucho repetir, con voz aguda: «Aquí no, abajo», y porque después hay un silencio extrañísimo, un silencio de ropas y respiraciones difíciles donde no se escucha la voz de Esteban sino sus pasos de hierro, arrastrándose pesados, como si mamá se lo llevara cargado sobre las espaldas, por la fuerza. Espero un minuto y ya no los escucho. Salgo de la cama y en eso me acuerdo de papá y no sé por qué siento un tremendo deseo de llorar. «No voy a llorar» pienso, y digo en voz alta:

   —Entonces no voy a pensar en ti, papá.

   Pienso por eso en mamá y Esteban forcejeando en el pasillo, a manera de sombras y de voces como gemidos desiguales repitiéndose igual que alambres sacudiéndose por toda la casa. Creo por todo eso que mamá y Esteban debieron haber sido perros. Perros. Y entonces me acuerdo de Camila hablándome de perros, no quiero acordarme pero me acuerdo, recuerdo la primera tarde que fui donde Camila.

EVELIO ROSERO - "Juliana los mira" - (1987)


Imágenes: Julien Pacaud

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