Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 1 de abril de 2023

NADA DE DISCULPAS


Antes de que Ravelstein se hiciera rico nadie se había planteado nunca que necesitara trajes Armani ni maletas Vuitton, ni puros cubanos, inencontrables en Estados Unidos, ni accesorios Dunhill, ni estilográficas Montblanc de oro macizo, ni cristal de Baccarat o de Lalique para servirse el vino…, o para que se lo sirvieran. Ravelstein era uno de esos hombres voluminosos —voluminoso, no fornido— a quienes les tiemblan las manos cuando tienen que llevar a cabo tareas delicadas. La causa no estaba en alguna flaqueza suya sino en una tremenda y ávida energía que lo llenaba de agitación cuando se descargaba.

   Pues bien, sus amigos, colegas, alumnos y admiradores ya no tenían que poner de su parte para que pudiera costearse sus lujosas costumbres. A Dios gracias, ahora ya podía prescindir de ciertas elaboradas transacciones con sus camaradas académicos a base de trueque de objetos de plata Jensen, de Spode o de Quimper. Éstas eran cosas del pasado. Ahora era muy rico. Había llegado al público con sus ideas. Había escrito un libro —difícil pero popular—, un libro ingenioso, inteligente, polémico que se había vendido bien y que todavía seguía vendiéndose bien en ambos hemisferios y a ambos lados del ecuador. El hecho se había llevado a cabo con rapidez pero con absoluta seriedad: nada de concesiones baratas, nada de populacherías, nada de truculencias mentales, nada de disculpas, nada de aires de patricio. Ahora tenía todo el derecho a presentarse tal como lo hizo mientras el camarero nos servía el desayuno. Su intelecto lo había convertido en millonario. No es moco de pavo hacerse rico y famoso diciendo exactamente lo que uno piensa…, y saber decirlo con palabras propias, sin componendas.

SAUL BELLOW - "Ravelstein" - (2000)


Imágenes: Nikichi

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.