Desapegos y otras ocupaciones.

lunes, 24 de abril de 2023

LOS SUEÑOS DE SELMA SÍ TENÍAN CONSECUENCIAS


Aparte de la cuñada de Selma, Elsbeth, la mayoría de los vecinos del pueblo no eran supersticiosos. No les preocupaban lo más mínimo todas aquellas cosas que los supersticiosos suelen evitar: se sentaban tranquilamente bajo un reloj de pared pese a que la superstición lo relacionaba con un peligro de muerte inminente. O dormían con la cabecera de la cama orientada hacia la puerta, desoyendo la creencia popular que lo consideraba un paso previo a salir por la misma puerta con los pies por delante. Tendían la colada entre Navidad y Año Nuevo desoyendo los consejos de Elsbeth, que veía en ello un presagio de suicidio o de complicidad en un asesinato. No se asustaban cuando oían ulular a los mochuelos por la noche, cuando veían sudar mucho a un caballo en el establo o cuando por la noche un perro aullaba agachando la cabeza.

   Sin embargo, los sueños de Selma sí tenían consecuencias. Cuando se le aparecía un okapi en sueños, la muerte hacía acto de presencia, de manera que todo el pueblo empezó a actuar asumiendo su aparición como si se tratara de un hecho insólito, como si la muerte no estuviera siempre presente, desde el primer momento, siempre acechando a una cierta distancia, como esas madrinas que a partir del bautizo aparecen de vez en cuando para entregar un obsequio a sus ahijados.

MARIANA LEKY - "El día que Selma soño con un okapi" - (2017)


Imágenes: Nimo Jiang


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