Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 28 de marzo de 2023

NO ES CUESTIÓN DE MODALES


En la oficina hay tres hombres y una mujer, además de ella y Lilith. Dos de los primeros llevan la parte contable y el tercero se encarga de informatizar todo el trabajo. La otra mujer, Dina, es una muchacha del interior que llegó hace un año más o menos. Elena recuerda la primera vez que la vio. Entró con cara de gorrión caído y una flacura impresionante. El jefe la hizo pasar a su despacho pero no le dijo que tomara asiento y la pobre, muerta del susto, se quedó de pie, temblándole al silencio que el muy cerdo se complacía en teatralizar mientras fingía examinar una hoja donde había cuatro o cinco líneas nada más, que eran todo el currículum que había podido presentar. Así la tuvo unos minutos, mirándola por encima del papel, con los anteojos caídos sobre el caballete de su nariz de carroñero, divirtiéndose con el miedo que le infundía y, cuándo no, aprovechando para medirle el busto con los ojos, tomarle las dimensiones de la cadera e imaginar unas cuantas porquerías. Elena también recuerda el breve diálogo que mantuvieron aquellos dos en el despacho y cómo la desesperación pudo más que la dignidad, y qué parecidos a los animales pueden volverse los seres humanos cuando sus necesidades básicas no están satisfechas.



   —No sirve.

   —Pero ¿por qué? Me dijeron que necesitaba…

   —Sí, te habrán dicho, pero el que toma la decisión soy yo. Ese era el requisito primario, pero además hay otras cosas, presencia, buen trato, no olvides que es para trabajar recibiendo gente y atendiendo el teléfono, no cualquiera…

   —Yo necesito trabajar. Recién llegué de mi pueblo y necesito el dinero, ¿entiende? No tengo adónde ir, ni familia, ni amigos, estoy sola. Puedo hacerlo bien, tengo buenos modales.

   —Sí, pero ¿cómo diría? No es cuestión de modales, es un asunto de actitud, digamos de… de que vas a ser la voz, la cara de la empresa, y esta no es una empresa cualquiera, movemos plata fuerte, se cocinan negocios importantes, no sé si soy claro. Además, nena, vamos a ser francos, tu aspecto no ayuda, no ayuda. Acá viene gente grande, políticos, ejecutivos. La recepcionista tiene que tener otro estilo, algo más sofisticado.

   —Puedo conseguir ropa…

   —Eso es lo de menos, la ropa te la damos nosotros. Es más una cuestión de apariencia general. A ver cómo te explico. Cuando llega el cliente, la recepcionista es lo primero que ve, es la primera impresión que tiene de la empresa. Tiene que ser una mujer llamativa, seductora. ¿Entendés?

Después de esto Elena no pudo oír más porque la muchacha entendió, giró sobre sus talones, cerró la puerta y pasó llave de adentro. Diez minutos después salía del despacho; caminó hasta el escritorio vacío y tomó posesión del cargo que hasta hoy ocupa. El jefe salió unos segundos después, estaba rojo, sudaba y había olvidado subirse el cierre del pantalón. Desde entonces juegan al mismo juego cada mes: alrededor del quince, cuando se pagan los sueldos, él la llama, ella se levanta en silencio y entra, cierra la puerta con llave y a los pocos minutos emerge serena, sin una sombra de emoción o de asco.

CLAUDIA AMENGUAL - "La rosa de Jericó" - (2005)


Imágenes: Alexey Kondakov

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