Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 21 de abril de 2023

TODO APAGADO, APAGADO, APAGADO


—Vale. Pregunta importante. ¿Funciona el ascensor?

—He ido por las escaleras.

—Muy bien. ¿Y alguien tenía alguna idea de lo que está pasando?

—Algo técnico. Nadie ha culpado a los chinos. Un fallo de sistemas. También una mancha solar. Esto me lo ha dicho alguien en serio. Un tipo que fumaba en pipa. Y no, no le he dicho que en este edificio está prohibido fumar.

—Porque tú también fumas. Un puro de vez en cuando —le dijo Diane a Martin.

—Una mancha solar. Un fuerte campo magnético. Me lo he quedado mirando.

—Le has clavado tu mirada de pena de muerte.

—Me ha dicho que los expertos harán ajustes.

  Max se quedó en la ventana, repitiendo ese último comentario en voz baja.

  Diane esperó a que Martin hablara. Sabía lo que quería que dijera. Pero no lo dijo. De manera que probó a formular una versión desenfadada en forma de pregunta:

—¿Esto no será la aceptación que señala la caída de la civilización mundial?

  Se obligó a sí misma a soltar una risilla breve y esperó a que alguien dijera algo.



 (...) ¿Estará pasando lo mismo en otras ciudades, la misma gente descontrolada, sin tener adónde ir? ¿Estarán bajando las multitudes de las ciudades canadienses para unirse a las multitudes de ahí? ¿Será Europa una única multitud imposible? ¿Qué hora es en Europa? ¿Estarán todas las plazas públicas atestadas de gente, decenas de millares de personas, y también en Asia y en África y en todas partes?

  No paran de venirle nombres de países a la cabeza, y no para de venir gente a hablar con él, o bien hablan entre sí, y se acuerda de su hija, la que tiene dos hijos y un marido en Boston, y de la otra que está de viaje, y, durante un momento extraño, comprimido y claustrofóbico, se olvida de sus nombres.

  Se apoya en una pared y mira.

  En otros momentos, más o menos ordinarios, siempre hay gente mirando sus teléfonos, mañana, mediodía o noche, en mitad de la acera, sin ver a todo el mundo que pasa a su lado, gente absorta, mesmerizada, consumida por el dispositivo, o bien caminando hacia Max y después apartándose de golpe, pero ahora no pueden hacerlo, todos los adictos digitales, teléfonos apagados, todo apagado, apagado, apagado.

  Se dice que es hora de volver a casa y que va a tener que abrirse paso a empujones entre la gente, gente encogida de frío, mil caras por minuto, gente forcejeando, dando puñetazos, algún pequeño disturbio de vez en cuando, palabrotas elevándose al aire. Se queda así unos segundos más, echando los hombros hacia delante a modo de preparación, y decide que cuando llegue a su edificio va a contar los escalones que hay hasta su apartamento. Hubo un tiempo en que lo hacía, aunque ya hace muchas décadas, y empieza a preguntarse qué sentido tiene.

  Luego se adentra en la multitud en movimiento. 

DON DELILLO - "El silencio" - (2020)


Imágenes: Frode Bolhuis

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