Desapegos y otras ocupaciones.

lunes, 28 de noviembre de 2022

LA GENTE SIEMPRE QUIERE UN PRINCIPIO


La gente siempre quiere un principio. Imagina que si una historia empieza en un momento dado debe tener un final. Que la tormenta se ha detenido, que pueden regresar a su rutina, que se han salvado.

Tiene sentido, no digo que no. Y además tranquiliza un poco. Y es necesario que así sea, porque lo que pasó ese año preocupó a más de uno. Los habitantes del valle siguen todavía hoy contando la historia en los mercados y en las ferias. En realidad, se inventan la mitad, cada uno añade sus pequeños detalles, que modifican a medida que pasan los meses. En su lugar, yo haría lo mismo: son temas de conversación y, al fin y al cabo, todo el mundo busca algo que contar, de lo contrario no existiríamos. Es humano. En resumen: cuando la gente habla de lo que sucedió, siempre empiezan por lo que se contó por la televisión.

El 19 de enero.

El día en que Évelyne Ducat desapareció.



Yo me enteré al día siguiente. El invierno se había instalado definitivamente, la nieve cubría mi montaña como un paño excesivamente blanco y los vientos no cesaban de barrer las laderas. Por la noche se los oía ulular alrededor de la granja. Esa mañana, con la calefacción al máximo para desempañar el parabrisas, conducía lentamente, porque, si bien utilizaba las cadenas, sabía que las carreteras eran peligrosas. Me deslizaba serpenteando al ralentí entre los bloques de granito apilados en las laderas y que, como una niña, imaginaba caídos del cielo durante una gran tormenta.

Había estado pensando en mi jornada desde el día anterior, y por eso no presté atención a los vehículos azules estacionados a lo largo de la carretera, ni tampoco a los atareados gendarmes de alrededor con sus mapas y sus móviles sin apenas cobertura. En otra ocasión, habría intentado averiguar qué había sucedido, repitiéndome a mí misma: «No es asunto tuyo». Sin embargo, ese día conduje casi sin detenerme para entrar al pueblo y aparcar cerca del mercado.



No había mucha gente, tres o cuatro puestos de productores en pie calentándose en la parte de arriba de la calle peatonal. Me crucé con algunos viejos conocidos, hombres a quienes conocía desde niños y a quienes había visto crecer a lo largo de los años, hombres con los que solo intercambiaba unos breves buenos días, lo suficiente para demostrar que aún recordábamos de dónde veníamos, aunque ahora ya no tuviéramos mucho en común. Fue allí, en el frío del mercado, cuando me di cuenta de que no era un día como los demás. Los comerciantes se frotaban las manos frente a sus piezas de cordero o sus mermeladas de castañas, los clientes envueltos en sus parkas, todos contaban lo mismo. Las conversaciones resonaban en las pequeñas nubes de vaho congelado y, por supuesto, Éliane estaba allí, con su cesta de verduras bajo el brazo. Me saludó, diciéndome: «No pinta bien, en mi opinión, nunca la encontrarán». Al darse cuenta de que yo no sabía lo que había ocurrido, me miró fijamente como si acabara de salir de una hibernación. Finalmente, mientras tomábamos un café en el único bistro de la ciudad abierto durante el invierno, me soltó a bocajarro lo que había pasado. Éramos las únicas clientes.

—Una mujer ha desaparecido. La policía la está buscando. ¿No viste las noticias anoche?

No, no había visto la televisión. Michel sí, estaba pegado a la pantalla para seguir el telediario local y el programa meteorológico. Lógicamente, como todos los criadores locales, estaba preocupado preguntándose qué suerte le depararían los días siguientes a ellos y a sus animales. Sin embargo, yo, ensimismada como estaba, no había prestado atención a lo que decía la televisión.

—Évelyne Ducat, ¿te suena?

—Ducat… Es un apellido de aquí, ¿verdad?

—Sí. Y créeme, no es una don nadie.

COLIN NIEL - "Solo las bestias" - (2017)


Imágenes: Alastair Magnaldo

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