Desapegos y otras ocupaciones.

domingo, 18 de agosto de 2024

NO HABÍA HOMBRE QUE LA AGUANTASE


En ese momento sonó el teléfono y todo cambió. «Las desgracias suelen llegar todas al mismo tiempo», me decía mi abuela, que sabía muy bien lo que eran las desgracias. Llamaba Vaska, la hermana de Guencho, para comunicarle que su madre acababa de fallecer a consecuencia de un infarto. Guencho empezó a sollozar como un niño pequeño. Se encerró en el dormitorio y estuvo llorando allí durante una hora. Después salió de casa y no volvió hasta el día siguiente.



   La semana después del entierro no dejó de hablar de ella. De que había sido una mártir después de quedar viuda. De que había criado a sus hijos con honradez y dignidad. De su profesionalidad como maestra de Historia en la escuela primaria. De sus amplísimos conocimientos de esa materia, y de cómo ella le había enseñado la verdad histórica sobre Macedonia y sobre nuestro origen. De lo extraordinaria que había sido como ama de casa. Pero no dijo ni una palabra de que, por ejemplo, en una ocasión su madre nos había calificado a mi hermano y a mí de muertos de hambre. También se le olvidó mencionar que, cuando yo estaba embarazada de Neno, ella me decía que nunca sería capaz de engendrar a un hijo varón. O que había decidido traspasar a Vaska la propiedad de la casa de campo, mientras que a nosotros solo nos había comprado una lavadora. O que nunca nos invitó a los dos a comer después de mi parto, sino que llamaba solo a Guencho para que la visitara los sábados. O que, cuando estaba haciendo reformas en su piso y pasó dos semanas en nuestra casa, un día me pidió que le lavara los pies.



   Vaska, su favorita, era la que en realidad se parecía a ella, la que llevaba sus genes. Era egoísta e impertinente, todo lo que había conseguido en la vida fue gracias a su cara bonita y a sus fingidos modales aristocráticos. Aparte de eso, estaba completamente vacía por dentro y tenía una enorme maldad en la mirada. Precisamente esa maldad le brillaba en los ojos cuando se sentó con Guencho a la mesa del comedor para hablar de la herencia. Me senté con ellos para apoyar a mi marido, porque me olía que iba a pasar algo feo. Y, además, quería fastidiarla. Vaska no contaba con el apoyo de nadie, porque estaba divorciada: no había hombre que la aguantase.

RUMENA BUZAROVSKA - "Mi marido" - (2014)


Imágenes: Nicole Eisenman

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