Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 2 de marzo de 2023

TÚ LO SABES YA DE SOBRA


Tú lo sabes ya de sobra, pero yo voy a repetírtelo. No me has dejado decir ni una palabra. Me has apartado suavemente; te has dado la vuelta. Cientos de kilómetros desperdiciados, la selección de cada viaje, ropa de muda, jerseys gordos, un par de pantalones, el libro de rigor, el que no leo porque me marea leer en los trayectos.

   Era por la mañana, el frío me corta la cara, me deja blanca. Recuerdo, mientras camino hacia la estación, la tibieza húmeda del invierno en tu país. Tan dañina, se filtra por mi caja torácica, me reblandece los huesos; siempre que te veo, tirito y entonces no sé si estoy mojada o tengo miedo de pecar contra ese decálogo tuyo, que no me dejaste repasar antes de conocerte.

   Aprieto el paso y llego al andén. Cómo te odio, cuando me contemplo, sola, entre tantas caras hostiles; cuando la vejez me reclama en cada anciana arrebujada, entre mantas y parapetos de cartón. O todo lo contrario, frente al hombre de traje y prensa que me pegaría una patada si me acercase a preguntar la hora, se correría de asiento, diría que es una vergüenza. Y esos perros de consigna, que te andan al paso, te acompañan y, por segunda vez, son abandonados.

   El conductor del autobús revisa el billete y tiene dispuesto un comentario, sobre mi circunstancia de chica sola, que viaja sola, con una mochila que no sabe si puedo subir a la zona de pasajeros. 



(...) El vehículo se detiene. Taberna de pan, vino y queso, en la que ya sólo se venden cocacolas de máquina y pestiños exóticos, fabricados en serie, duros por una miel que te deja el paladar harto y el estómago pegado. Pienso que me hubiese gustado comerme un bocadillo y me siento perdida dentro de estos quince minutos de parada. Ya me he bebido la cocacola y me he paseado dibujando circunferencias.

   Tengo frío pero, sobre todo, me veo ridícula y me escapo para llamar por teléfono. Hay una cabina que, muchos como yo, usan de pretexto en un viaje en solitario; como si nos dijésemos los unos a los otros, viajo solo, pero vengo de alguien y voy hacia alguien, tengo amigos, mi madre se preocupa en casa por mi marcha y me fue a despedir; cuando llegue, me recibirán mis novios, mis compañeros del alma, los familiares que más necesidad tienen de mí, voy solo, pero no estoy solo. Y muchas veces, no es mentira lo que se grita al descolgar el auricular, seguramente es cierto, pero no significa nada. Te has marchado, tienes mala conciencia, reproches en la espalda, una rara convicción sobre el futuro, un destino del que desconfías y, efectivamente, estás solo.

   El resto del viaje, un infierno; aunque, al menos, no tuve que angustiarme por tu gesto de bienvenida, una mueca. Sin saber si esa sonrisa lateral es amor o cansancio, date la vuelta o te necesito tanto que no te puedo soportar. Unos ojos ilegibles, como plomo condenando una pupila; detrás, un cretino o un genio. Sólo me vino a recibir Blanca, la enfermera. Un montón de mierda que no te voy a perdonar.

MARTA SANZ - "El frío" - (2018)


Imágenes: Kalli Retzepi

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.