Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 4 de marzo de 2023

EL SUEÑO TRIPLICADO


Horacio M. soñó tres veces (casi seguidas) el mismo sueño. A través de una amplia y evidentemente antigua puerta de madera pintada de rojo apagado y tachonada de grandes clavos, accedía a un patio cuadrado y enlosetado, de dimensiones notables. En el centro había un difuso montón de piedras o escombros que sugerían la existencia de una fuente (pretérita o futura, nunca llegó a saberlo).

Rodeaban las paredes del patio (todas, excepto por la que él ingresaba), unas arcadas que insinuaban, vagamente, un origen morisco. Por la de su izquierda, la más sombreada, pasaba después de la umbría arcada y de una puerta más estrecha, a otro patio, éste terrizo; más salvaje, más dejado, de límites no definidos. 

De hecho, en lo único que se fijaba era en otro montón de piedras, grandes, que llamaban su atención nada más entrar. Al levantar las dos o tres que estaban en lo más alto, sin excesivos esfuerzos, alcanzaba la muy notoria recompensa de un tesoro de cuento oriental.

Cuando acaecieron estos sueños, Horacio M. apenas ingresaba en la adolescencia. En vano, fatigó las calles de su pequeña ciudad y, más tarde, las de otra más grande a la que se vio obligado a mudarse por cuestiones familiares.

Su vida transcurre sin grandes sobresaltos. Trabaja, se enamora, le rompen el corazón, él también rompe alguno (pero nunca lo supo...); conoce a otra persona, se vuelve a enamorar, matrimonio, hijos: una vida casi normal.

De vez en cuando, se acuerda del sueño del tesoro y se lo cuenta a sus hijos que, entusiasmados, quieren incitarlo a la búsqueda de la puerta tachonada y de los patios para hallar el fabuloso tesoro, pero Horacio M. musita vagas excusas y que ya lo buscó y que...



Cuando ha pasado otra porción de tiempo importante, un día navegando por Internet, descubre una foto en la que aparece el patio enlosetado con las arcadas y una sombra de la teórica fuente.

A pesar de los muchos años transcurridos (nunca más volvió a tener ese sueño), lo reconoce sin ninguna duda. Su mente es un remolino de recuerdos, de deseos y de frustraciones. Secretamente, intuye que el tesoro existe pero que no es de índole monetaria. Sabe (de alguna manera) que si va a la remota ciudad de la fotografía, toda su vida cambiará...

Un repentino miedo (más que miedo, terror), se apodera de él y, súbitamente, con manos temblorosas y sudorosas, apaga el ordenador.

El ataque de pánico sufrido es uno más de los miles que lleva padeciendo, desde hace más de 20 años, debido a una importante, impenitente e impactante agorafobia.

Nunca llegará a saber que en ese lugar tiene su consulta el mejor especialista del mundo en este padecimiento.

(Publicado originalmente por El Secretario en su desaparecido blog "La Zona Libre" el viernes 25 de mayo de 2007).


Imágenes: Lyndi Sales


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