Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 7 de julio de 2022

DE NIÑO TENÍA MIEDO

 


Encontré esta confesión entre los papeles dispersos.

De niño tenía miedo.

De quedarme solo, de que se fueran mis padres. De que murieran. De que muriera yo. Tenía miedo.

De mayor tengo miedo. De que haya una catástrofe, de perder el empleo, de resultar inservible, de ofender, de perder amigos; tengo miedo. Siempre tengo miedo. De que alguien muy cercano tenga un accidente, o un disgusto.

Tengo miedo y tengo pena. De niño tenía pena, o compasión; quería que en casa mis padres no se pelearan, quería que no gritaran; por las noches contaba con los dedos las personas que había en casa, como si de ese modo estuviera seguro de no estar solo.

Entonces éramos muy pobres; me daba angustia la miseria, y también me daba vergüenza. No se me quitó hasta muy tarde, cuando me di cuenta de que ese mundo del que venía era motivo de orgullo. Entonces se alivió mi relación con la gente, no tenía que simular ni la pobreza ni la salud. Esto último fue muy importante: dejé de sentir vergüenza de ser un adolescente enfermo cuando mataron al Che Guevara. Entonces supe que ser asmático desde la niñez no me impedía hacer nada, al contrario. Y entonces me fui de casa.

Mi madre me protegió mucho. Demasiado. Cuando enfermó estuve con ella; dejó de hablar desde que intuyó que ya no podía defenderse; dejó de hablarme; ese proceso me llenó de tristeza, pero nunca lo he sabido explicar. Esto ha sido siempre un gran dolor para mí, no ser capaz de decir qué me pasó por dentro en ese periodo de su silencio. Cuando mi padre enfermó también se produjo ese silencio, muchos años después, y siempre he tenido la sensación de que no supe cuidarlo y mimarlo en los últimos días, como si mi vida junto a él no fuera asentada sino volátil. Ese fantasma de mi ausencia cuando él sufría me sigue asustando.

Mi vida familiar ha sido también traspasada por el miedo al accidente, desde que Eva se nos escapó en un noveno piso y la rescatamos, cuando tenía dos años, de los barrotes de un balcón. Esa imagen me sigue produciendo miedo y atraviesa mis noches y mis días. Sigo teniéndolo ahora con el nieto y lo siento no sólo cuando juega conmigo en la azotea sino cuando pienso que juega con otros en otras azoteas.

Creo que tampoco he sabido amar, o decir que amo; las cosas contingentes, las urgencias, pueden más que la reflexión o la caricia.

Y eso llena de descontento mi vida.

JUAN CRUZ RUIZ - "El niño descalzo" - (2015)


Imágenes: Manuel Padorno

 

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