Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 19 de julio de 2022

COMO UN PÁJARO QUE NO ENCUENTRA ESCAPE

 


Mi hermana Val llegó con un paquete de medicinas y con sus zapatos de tacón envueltos en una hoja del Diario del Norte. Tenía un aspecto raro, y yo enseguida pensé, porque de esas cosas me doy cuenta enseguida, que venía cabreada con su novio, ese hombre que tanto mal le hacía, y le hace, porque yo creo que todavía revolotea dentro de su pecho como un pájaro que no encuentra escape.

Val se metió, se mete, en la cama y yo enciendo la linterna, ilumino su cara brevemente y ella se la tapa con las manos.

Cómo me gustaría a mí tener mal de amores, notar los mordiscos del sentimiento. Aunque, a decir verdad, yo estoy enamorada. Solo que mi amor no se dirige a una persona concreta. Amo sin objeto amado.

Tengo, eso sí, una lista de hombres de los que puedo enamorarme. Por una cosa o por otra lo voy dejando, pero la lista la tengo, y cualquier día me levanto y me decido por uno de ellos. Debo hacerlo pronto porque, en una de esas, cualquiera de las chicas del instituto se me adelanta y la jodemos.

La lista la encabeza el profesor de cultura plástica y visual, que es algo mayor y casado, pero con el que me podría enrollar en una aventura de sexo y cine. Le sigue Jorge Pinto, un muchacho de color —o sea, negro— que proviene de Angola y de Brasil, su madre es de un sitio y su padre del otro. Tiene una voz muy suave y me parece algo femenino, a pesar de ser negro. Es muy alto y guapo. Después he escrito en la lista el nombre de un chico de Valle, Víctor Ceballos, al que creo que le gusto mucho. Es pasiego como yo. Hay un cuarto en la lista, al que solo he puesto porque su familia tiene dinero y no es de descartar del todo, tal como están las cosas. Le llamamos el Cerdito Motorista, ya que siempre va en moto. A su padre, el constructor, le llaman el Cerdo de Oro.



Veremos a quién le toca la suerte de convertirse en sujeto activo y tener una relación completa conmigo.

En esta familia, la más feliz es Clara, que aún no tiene estos ardores. Yo no estoy descontenta, la verdad, solo que tengo que representar una cierta amargura para que mis hermanas no me envidien. Porque hasta mi propia madre me tiene algo de envidia. ¡Mira que tener envidia una madre de su propia hija!

Hace poco vi mear a Abderramán. Lo hacía sobre la pila de estiércol y yo estaba sobre la peña en la que él suele sentarse. Me entró curiosidad, porque dicen que los norteafricanos tienen un miembro largo y curvado. No lo pude ver bien, pero sí calcular la longitud por la altura a la que llegaba la micción. No tengo elementos de comparación con otros hombres, así que nada.

Un día pondré estas palabras por escrito, y haré como que pertenecen a la ficción, para que Clara, Valentina y mama no se vean reflejadas en la historia.

Y ahora dejo de pensar para poder dormirme, para descansar de ser yo misma todo el día.

MANUEL GUTIÉRREZ ARAGÓN - "El ojo del cielo" - (2018)


Imágenes: Alastair Magnaldo

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