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miércoles, 24 de noviembre de 2021

LAS CIFRAS Y LAS LETRAS EN JAMES BOND

 


   «Hoy vamos a estudiar las cifras y las letras en James Bond. Si piensan ustedes en James Bond, ¿cuál es la letra que les viene a la mente?» Silencio en la sala, los alumnos reflexionan. Jacques Bayard, que está sentado al fondo de la clase, por lo menos a James Bond lo conoce. «¿Cómo se llama el jefe de James Bond?» ¡Eso Bayard lo sabe! Le sorprenden las ganas que tiene de decirlo en voz alta, pero se le adelantan varios estudiantes que dan simultáneamente la respuesta: M. «¿Quién es M y por qué M? ¿Qué significa esa M?» Lapso de tiempo. Nadie responde. «M es un viejo, pero es una figura femenina, es la M de Mother, es la madre nutricia, la que alimenta y protege, la que se enoja cuando Bond hace algo descabellado, pero siempre da muestras de una gran indulgencia con su comportamiento, y es a quien Bond quiere complacer llevando a cabo las misiones que le encarga. James Bond es un hombre de acción, pero no es un francotirador, no está solo, no es huérfano (lo es biográficamente, aunque no simbólicamente: su madre es Inglaterra; no está casado con su patria, sino que es su hijo bienamado). Está sostenido por una jerarquía, por una logística, por todo un país que le asigna misiones imposibles de cuyo cumplimiento está orgulloso (M, la representación metonímica de Inglaterra, el representante de la reina, repite con frecuencia que Bond es su mejor agente: es el hijo preferido), pero que le suministra todo tipo de medios materiales para cumplirlas. James Bond, en efecto, es a la vez el oro y el moro, y por eso es un fantasma tan popular, un mito contemporáneo tan potente: James Bond es el aventurero funcionario. Acción Y seguridad. Comete infracciones, delitos, incluso crímenes, pero está cubierto, tiene autorización, no le regañarán por ello, de ahí la famosa license to kill, el permiso para matar significado en su número, lo que nos lleva a los tres dígitos mágicos: 007.

   »Doble cero es el código que da derecho al asesinato, y aquí vemos una aplicación genial del simbolismo de las cifras. ¿Qué única cifra podía representar el permiso para matar? ¿10? ¿20? ¿100? ¿Un millón? La muerte no es cuantificable. La muerte es la nada, y la nada es cero. Pero el asesinato es más que la simple muerte, es la muerte infligida al prójimo. Es dos veces la muerte, la suya, inevitable, y cuya probabilidad se acrecienta con la peligrosidad del oficio (la esperanza de vida de los agentes doble cero es muy baja, se repite a menudo), y la del otro. Doble cero supone el derecho a matar y a ser matado. En cuanto al 7, evidentemente ha sido escogido porque en todas las tradiciones, de todos los números, es uno de los más elegantes, un número mágico cargado de historia y de símbolos, si bien en este caso, además, responde a dos criterios: es irremediablemente impar como el número de rosas que se le regala a una mujer, y primo (un número primo es divisible solo por el uno y por sí mismo), lo que expresa una singularidad, una unicidad, una individualidad que contrarresta la impresión de intercambiabilidad y de impersonalidad inducida por el recurso a la matrícula. Recuerden ustedes la serie El prisionero, cuyo protagonista “Número 6” repite, desesperado y sublevado: “¡No soy un número!”. James Bond, en cambio, se adecúa perfectamente a su número, con tanta más facilidad en cuanto que ese número le confiere privilegios inauditos y hace de él un aristócrata (al servicio de Su Majestad, como corresponde). 007 es el anti-Número 6: satisfecho del lugar ultraprivilegiado que le otorga la sociedad, trabaja denodadamente por preservar el orden establecido, sin cuestionarse jamás la naturaleza ni las motivaciones del enemigo. Mientras que Número 6 es un revolucionario, 007 es un conservador. El 7 reaccionario se opone aquí al 6 revolucionario, y como el sentido de la palabra reaccionario lleva implícita la idea de posteridad (los conservadores reaccionan contra la revolución obrando para que regrese el antiguo régimen, es decir, el orden establecido), es lógico que la cifra reaccionaria suceda a la cifra revolucionaria (vamos, que James Bond no puede ser 005). La función de 007, es, por tanto, garantizar el regreso al orden establecido, perturbado por una amenaza que desestabiliza el orden mundial. Al final de cada episodio todo vuelve siempre a una “normalidad”, a saber: “el orden antiguo”. Umberto Eco afirma que James Bond es fascista. De hecho, podemos ver que es eminentemente reaccionario…»


   Un alumno levanta la mano: «Pero también está Q, el responsable de los chismes. ¿No cree que hay también alguna significación en esa letra?».

   Con una inmediatez que sorprende a Bayard, el profesor prosigue:

   «Q es una figura paternal, porque es quien suministra las armas a James Bond y quien le enseña cómo utilizarlas. Le transmite una destreza. En este sentido, debería haberse llamado F, como Father… No obstante, si se fijan atentamente en las escenas con Q, ¿qué ven ustedes? A un James Bond distraído, impertinente, juguetón, que no escucha (o pone cara de que no escucha). Al final, Q siempre le dice: “¿Alguna pregunta?” (o variantes del tipo: “¿Has entendido?”). Pero James Bond nunca hace preguntas; bajo su apariencia de calamidad, ha asimilado perfectamente lo que se le ha explicado porque posee una capacidad de comprensión fuera de lo común. Q, entonces, es la Q de questions, de preguntas que Q anhela con toda su alma y que Bond no hace jamás, o a lo sumo mediante bromas que nunca son las que Q se esperaría».

LAURENT BINET - "La séptima función del lenguaje" - (2015)


Imágenes: Shane Wheatcroft

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