Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 1 de julio de 2021

PONGAMOS QUE HOY SE ACABA EL MUNDO


 Abro la nevera y está llena. Tanto para nada. La última vez que tuvimos que viajar saqué todo de la nevera, lo metí en una bolsa, salí a la calle y se lo di a una amiga, papas y cebollas incluidas, pero me temo que si fuera el fin del mundo no habría a quién darle la bolsa para evitar que la comida se pudra, porque todos nos vamos a ir de viaje. Eso suponiendo que se trate de un viaje, que lo dudo, pero en cualquier caso los que nos vamos a pudrir somos nosotros o quizá no haya tiempo ni para eso. Martin Luther King, con su optimismo anacrónico, decía que aun si supiera que mañana se acaba el mundo, hoy todavía plantaría un árbol. Yo no lo he plantado ni con toda la vida por delante. Hoy me siento en el sofá, aprovechando que todos duermen, y por un minúsculo instante me imagino el único ser humano sobre la tierra. Me encantan esas películas en las que hay un único superviviente del Armagedón que empieza a caminar por una ciudad, que casi siempre es Nueva York. Me gusta cuando se ve a los animales del zoo sueltos caminando por el puente de Brooklyn, y el único tipo sobre la tierra se encuentra de repente con una chica que también se sentía única. Y todo vuelve a empezar.


   Cómo nos gustaba contarnos historias, pienso, y sin darme cuenta conjugo en pasado. La vida es una buena historia porque no tiene un final feliz. Todo el mundo sabe que las pelis buenas no pueden terminar en boda. Lo dijeron los mayas. Lo anunció Nostradamus. Hasta está en el I Ching y en el horóscopo chino. El fin del mundo es la más grande de las ficciones, hasta que ocurre. Pero nuestra obsesión por las megacatástrofes no deja ver las pequeñas desgracias. Por mi parte, como decía Ortega y Gasset, he reducido mi mundo a mi jardín y ahora todo es más intenso. Enciendo la televisión y ahí está la presentadora de los informativos, diciendo algo con la misma sonrisa con la que anuncia que nació un niño con cinco piernas y que Europa se hunde, pero no me entero de nada porque mantengo el volumen en mute, solo la veo mover los labios delante de mí. Podría estar dándome la peor noticia de todas, como que en unas horas nos fundiremos en negro. O que ya estamos muertos y que esto es una grabación que solo veo yo. La frontera entre la ciencia ficción y la vida doméstica es más fina de lo que pensaba.

 (...) Pongamos que hoy se acaba el mundo pero que comprendemos que no nos da tanto miedo el planeta que se acerca a la tierra o la ola gigante presta a devorarnos, sino el fin de esas pequeñas cosas, reales o posibles, que una al lado de la otra conforman nuestros días. No hay ningún mundo más allá del que se inventa cada uno para olvidar los finales. Por eso, el fin de los tiempos podría ocurrir hoy o mañana, el 2012 o el 2013 o el 2050. Ese día en que las partículas elementales de tu pijama vuelen por el cosmos.

GABRIELA WIENER - "Kit de supervivencia para el fin del mundo" - (2012)

Imágenes: Pam Hawkes

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