Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 28 de julio de 2021

LA TRANQUILIDAD DE LOS VENCEDORES

 


A las nueve de la mañana el sol pegaba fuerte sobre el aeropuerto de Santiago. Vaya. Estaba pisando suelo chileno luego de dieciséis años por el mundo. ¿Por qué no saliste conmigo, Verónica? ¿Por qué ninguna bruja nos vendió el bálsamo para ver el futuro? ¿Por qué la fiebre de aquello tan inexplicable y que llamábamos consecuencia se interpuso entre el amor y nos dejó en frentes diferentes? ¿Por qué fui tan imbécil? ¿Por qué?

   —Belmonte, Juan Belmonte —dijo el agente de Interpol examinando el pasaporte.

   —Sí. Ese es mi nombre. ¿Pasa algo?

   —Nada. Estamos en democracia. No pasa nada.

   —¿Entonces?

   —Es que se llama igual que un famoso torero, ¿lo sabía?

   —No. Es la primera vez que me lo dicen.

   —Hay que leer. Belmonte fue un gran torero. Caramba, lleva varios años sin venir a Chile.

   —Así es. Soy un turista consuetudinario y el mundo está lleno de lugares interesantes.

   —No me interesa saber qué hizo en el extranjero ni los motivos por los que salió. Sin embargo le daré un consejo y gratis: éste no es el país que dejó al salir. Las cosas han cambiado y para mejor, así que no intente crear problemas. Estamos en democracia y todos felices.


   El tipo tenía razón. El país estaba en democracia. Ni siquiera se molestó en decir que habían, o que se había, recuperado la democracia. No. Chile «estaba» en democracia, lo que equivalía a decir que estaba en el buen camino y que cualquier pregunta incómoda podía alejarlo de la senda correcta.

   Tal vez ese mismo tipo había hecho parte de su carrera en prisiones que nunca existieron o de cuyos paraderos es imposible acordarse, interrogando a mujeres, ancianos, adultos y niños que nunca fueron detenidos y de cuyos rostros es imposible acordarse, porque cuando la democracia abrió las piernas para que Chile pudiera estar en ella, dijo primero el precio, y la divisa en que se hizo pagar se llama olvido.

   Quizás ese mismo tipo que ahora se permitía darme el consejo de no ocasionar problemas fue uno de los que se ensañaron con Verónica, contigo, amor mío, con tu cuerpo y tu mente, y ahora disfruta la tranquilidad de los vencedores, porque nos ganaron, amor mío, nos ganaron olímpicamente y por goleada, sin dejarnos siquiera el consuelo de creer que habíamos perdido luchando por la mejor de las causas. Y como no se puede saltar al cuello del primer sujeto que nos huele a hijo de puta, decidí alejarme rápidamente del control policial.

LUIS SEPÚLVEDA - "Nombre de torero" - (1994)


Imágenes: Astrid Verhoef

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