Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 16 de octubre de 2020

EL SÉPTIMO DÍA


   El séptimo día, cuando todos creían que descansaba, hizo repaso de Sus errores. Su mirada se desplazó a Occidente. Allí había creado una isla en el centro de la inmensidad marina. A esa porción de tierra la rodeaba un anillo de agua no poco generoso y a este, a su vez, lo rodeaba un nuevo anillo, tan lejano que desde las orillas de la isla solo era visible como un fino trazo oscuro que recorría el horizonte. Formaban este segundo anillo paredes verticales de roca que ascendían hasta las primeras nubes; roca nueva, desconocedora de fósiles y erosión, resbaladiza y sin asidero alguno, imposible de escalar para los moradores de la isla.

   En el anillo acuático había permitido Él vivir a los errores cometidos durante la creación de las criaturas marinas, y en la isla, a los cometidos durante la creación de las terrestres, así como durante la creación del primer hombre y de la primera mujer.

   Eran estas últimas criaturas las que provocaban Su mayor fascinación, pues habían surgido en el proceso de engendrar seres a Su imagen y semejanza.

   Las criaturas se alimentaban de lo que encontraban en la isla, formada esta por ciclópeos bloques de roca negra entre los que brotaban unos escasos árboles de tronco retorcido y fruto amargo. Su alimento principal lo constituían seres destinados a poblar los cielos, que Él había condenado a morar en la isla por no considerarlos aptos, por lo que les había atrofiado las alas. 


   

   Y las criaturas se alimentaban también de sus semejantes; de los más lentos y débiles, de los que carecían de piernas y se desplazaban arrastrando el vientre sobre la áspera roca, de los que tenían ojos inútiles, de los que en lugar de brazos poseían extremidades semejantes a aletas, de los débiles de mente, de los desdentados, de los ingenuos. Mucho antes de que lejos de allí, en Oriente, naciera un hijo del primer hombre y de la primera mujer, y después otro hijo, y que estos dos descendientes fueran protagonistas del llamado primer crimen, en la isla eran hechos cotidianos el asesinato, la mutilación en vida y el canibalismo.

   Un orden de líderes y súbditos, de cazadores y presas, surgió de modo natural. Por las escarpadas laderas de roca trepaban seres con torso humano y cuatro piernas, más ágiles que cualquier otro habitante de la isla. En los puntos altos se emplazaban vigilantes encargados de señalar cuanto mereciera ser visto; vigías poseedores de una cabeza sembrada de ojos y un índice leñoso que triplicaba en longitud a sus demás dedos. Por las noches, unos insomnes perpetuos, escuálidos y voraces, merodeaban alimentándose de los durmientes.

   Él observaba todo esto con interés incansable, desentendido de cuanto sucedía en el Edén creado para goce del primer hombre y la primera mujer, pues allí los creía a salvo.

JON BILBAO - "Física familiar" - (2014)

Imágenes: Alex Hall

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