Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 10 de mayo de 2024

¿PARA QUÉ SON LAS VALLAS?


Levanta la vista. Ve que está a pocos metros de la valla que recorre aquellos terrenos públicos, otra clase de voltaje.

 La valla ha doblado su tamaño desde la última vez que la vio. A menos que la vista la engañe, ahora no hay solo una, sino dos en paralelo.

 Es cierto. Detrás de la primera valla, a unos tres metros de distancia y separada por un terreno allanado, han alzado otra alambrada idéntica, coronada por la misma concertina de aspecto repugnantemente frívolo. La otra valla también está electrificada. Cuando Elisabeth empieza a andar junto a la alambrada, la visión intermitente de los rombos que forman la malla metálica resulta algo epiléptica.

 Saca una foto con el móvil. Luego fotografía un par de veces la hierba que crece en el barro donde han plantado uno de los postes metálicos.

 Mira a su alrededor. La hierba y las flores brotan por todas partes.

 Sigue el trazado de la alambrada durante casi un kilómetro antes de que la alcance un todoterreno negro que avanza por el espacio que separa las vallas. La adelanta y se detiene después de unos metros. Apaga el motor. Cuando Elisabeth llega a la altura del vehículo, alguien baja la ventanilla. Se asoma un hombre. Ella lo saluda con un gesto.

 Bonito día, dice Elisabeth.

 No puede andar por aquí, dice el hombre.

 Sí que puedo, dice Elisabeth.

 Afirma con la cabeza y le sonríe. Sigue andando. Oye que el todoterreno vuelve a ponerse en marcha detrás de ella. Cuando la alcanza de nuevo, el conductor mantiene el motor en marcha a la misma velocidad de sus pasos. Se asoma a la ventanilla.



 Esto es propiedad privada, le dice.

 No lo es, dice ella. Son terrenos públicos. Público es, por definición, lo opuesto a privado.

 Elisabeth se detiene. El todoterreno la adelanta. El conductor mete la marcha atrás.

 Vuelva a la carretera, grita el hombre en marcha atrás. ¿Dónde está su coche? Tiene que volver al sitio donde ha dejado el coche.

 Eso es imposible, dice Elisabeth.

 ¿Por qué?

 Porque no tengo coche.

 Elisabeth sigue andando. El conductor acelera y la adelanta. Pasados unos metros, apaga el motor y sale del todoterreno. Aguarda junto al vehículo mientas ella se acerca.

 Está cometiendo un delito castigado por la ley, dice el hombre.

 ¿Cuál? Desde mi punto de vista, el castigado es usted. Parece que lo han encerrado en una cárcel.

 El hombre abre el bolsillo de su camisa y saca un móvil. Lo sostiene en alto, como si fuera a fotografiarla o a grabarla.

 Elisabeth señala las cámaras de los postes.

 ¿No tiene ya bastantes vídeos de mí?

 Si no abandona inmediatamente la zona, el personal de seguridad la expulsará, dice el hombre.

 ¿Entonces no es usted el personal de seguridad?, dice Elisabeth.

 Señala el logo del bolsillo donde el hombre guardaba el móvil. Dice: SGRD.

 ¿Y esas letras? ¿Corresponden a «seguridad» o a «sagrado»?, pregunta ella.

 El hombre SGRD empieza a teclear en su móvil.



 Se lo advierto por última vez, le dice. Se iniciarán acciones en su contra a menos que abandone inmediatamente la zona. Está allanando ilegalmente una propiedad privada.

 ¿Se puede allanar legalmente?

 … si continúa cerca del perímetro la próxima vez que yo pase por aquí…

 ¿Perímetro de qué?, dice Elisabeth.

 Mira el paisaje vallado y lo único que ve es paisaje. No hay gente. No hay edificios. Solo hay valla y paisaje.

 … conducirá a acciones legales en su contra, está diciendo el hombre, que podrán implicar su detención, la entrega de su documentación personal y la toma de una muestra de su ADN.

 Prisión para árboles. Prisión para aulagas, para las moscas, para la mariposa blanquita de la col, para las mariposas duende oscuro. Centro de detención del pájaro ostrero.

 ¿Para qué son las vallas?, pregunta Elisabeth. ¿O no le está permitido decírmelo?

 El hombre la fulmina con la mirada. Teclea algo en el móvil y luego lo levanta para fotografiarla. Elisabeth sonríe a la cámara con simpatía, como cuando alguien te hace una foto. Luego da media vuelta y sigue andando. Oye que él llama por el móvil y dice algo, luego se sube al todoterreno y da marcha atrás en el espacio que separa las dos vallas. Después se aleja en la otra dirección.

 Las ortigas no dicen nada. Las inflorescencias no dicen nada. Las florecitas blancas en lo alto de sus tallos, Elisabeth no sabe cómo se llaman, pero lo que dicen es: nada.

 Los ranúnculos dicen nada con alegría. La aulaga lo dice inesperadamente, un nada de un amarillo intenso, tierno y delicado, que contrasta con el mudo y verde nada de sus espinas.

ALI SMITH - "Otoño" - (2016)


Imágenes: Lina Kusaite

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