Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 19 de agosto de 2023

NO SÉ ADÓNDE VOY


Viajo solo, a lomos de mi coche, atento al murmullo del motor y a la intermitencia con que se traga la línea que divide la carretera en dos sentidos. Está hambriento de asfalto. Digiere los segmentos que va comiendo y evacua los excrementos en forma de humo por el tubo de escape. Es un ser vivo de sangre caliente. Respira irregularmente, se excita y se calma, inspira ante una curva y suspira en las rectas, como cualquier animal. Como yo.

   No es así como suelo viajar. La mayoría de las veces lo hago en compañía de mi esposa o con mi hijo, mi nuera y mi nieto. A veces incluso todos juntos, los cinco. Entonces el coche no me parece un ser vivo sino una simple máquina de tracción haciendo su trabajo. En cambio, cuando estamos a solas, la máquina se convierte en un dócil animal y me conduce por carreteras desconocidas, como un caballo que tuviera los ojos vendados y cabalgara sin rumbo, llevando sobre su grupa a un jinete con los ojos descubiertos pero igualmente perdidos.



   No sé adónde voy. No voy a ningún sitio. Quizá esté huyendo, aunque sea inconscientemente. Tan sólo conozco el lugar al que no quiero volver, nada más. Ignoro si tomar el sentido contrario es forzosamente una huida. No tengo vocación de fugitivo pero tampoco me incomoda serlo. Al fin y al cabo huir es una forma de moverse, no importa en qué dirección ni en qué sentido, un modo de no permanecer, de no perpetuarse en el espacio. Ni en el tiempo.

   Tal vez esté dirigiéndome hacia el horizonte, aunque tampoco sabría decir exactamente a cuál de ellos, porque sospecho que hay tantos horizontes como direcciones. A lo lejos, en cualquier dirección, siempre hay un horizonte. Puede ser una línea recta al final del mar, la suave loma de una meseta, las aristas de unos edificios o los relieves de unas montañas como las que se ven desde la ventana de mi dormitorio. Son unas sombras lejanas y por ello minúsculas, blancas en invierno y grises en verano, detrás de las cuales no parece haber nada más, salvo quizá otro horizonte. Siempre he creído que esas montañas señalaban la frontera de la libertad y tal vez me esté dirigiendo hacia ellas por ese motivo. Por qué no. Todo el mundo sabe que los fugitivos huyen hacia las fronteras.

JOAQUÍN BERGES - "La línea invisible del horizonte" - (2014)


Imágenes: Kirsty Elson

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