Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 29 de agosto de 2023

ALGÚN PROTOCOLO DE EMERGENCIA FEMENINO


El joven Ted jamás, ni siquiera en sus fantasías más descabelladas, se había permitido creer que sus enamoramientos pudieran ser correspondidos. No era estúpido. Podía ser muchas cosas, pero estúpido nunca había sido. Lo único que siempre había querido era que tolerasen su amor, tal vez incluso que lo apreciasen: quería que se le permitiera estar cerca de sus amores, poder reverenciarlos, encontrarse con ellas de vez en cuando como quien no quiere la cosa, de la misma manera que una abeja puede rozar una flor.

   En vez de eso, lo que ocurría era que en cuanto Ted se obsesionaba con un nuevo amor, empezaba a fantasear con ella y la miraba fijamente y le sonreía como un tonto e inventaba razones para tocarle el pelo, la mano. Y entonces, inevitablemente, la chica reculaba: porque por algún motivo impenetrable, la afectuosidad de Ted provocaba en sus destinatarias una reacción de asco intenso y visceral.



   No eran crueles con él estos amores. Ted se sentía atraído por el tipo de chicas soñadoras que aborrecían la crueldad en cualquiera de sus manifestaciones. En lugar de eso, tal vez comprendiendo que sus pequeñas atenciones previas habían sido la puerta de entrada por la que Ted había accedido sin que nadie lo hubiera invitado, las chicas se apresuraban a echar el cerrojo. Instauraban algún protocolo de emergencia femenino universalmente implícito y se negaban a establecer contacto visual con él, le hablaban solo cuando era necesario y se apartaban de él tanto como era posible, al otro lado de la habitación. Se atrincheraban en fortalezas de fría amabilidad y se acomodaban allí dentro dispuestas a esperar todo el tiempo que fuese necesario hasta que él se marchara.

   Dios, era espantoso. Décadas más tarde, el recuerdo de todos esos enamoramientos hacía que Ted quisiera morirse de la vergüenza. Porque la peor parte era que, incluso después de que fuera obvio que las chicas a las que adoraba no soportaban sus atenciones, aún deseaba desesperadamente estar cerca de ellas y hacerlas felices. Luchó por encontrar una solución a este dilema tratando de aplicar un autocontrol en forma de brutal castigo (frente a un espejo, de pie, desnudo, obligándose a contemplar las piernas delgadas, el pecho cóncavo, el pene pequeño: Te odia, Ted, acéptalo, todas las chicas te odian, eres feo, das asco, eres repugnante) y luego se le iba de las manos y se despertaba a las tres de la mañana llorando de frustración y tecleando estados en los que es legal casarte con tu prima en la barra de búsqueda de internet, como en una partida interminable de ese juego que consiste en matar topos, pero en vez de topos lo que machacaba era sus esperanzas.

KRISTEN ROUPENIAN - "Lo estás deseando" - (2019)


Imágenes: Nick Gentry

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